ESPECTáCULOS
“Alemania tiene derecho a recordar a sus víctimas”
El premio Nobel Günter Grass explica así el sentido de su nueva novela, que causa polémica en Alemania. “Durante mucho tiempo la izquierda no habló de este tema, dejándoselo a la derecha”, afirma.
Por Ciro Krauthausen
Desde Berlín *
El escritor Günter Grass acaba de publicar uno de los libros más arriesgados de su historia, la novela Im Krebsgang (A paso de cangrejo), en que recuerda con cariño y comprensión a los muertos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. En el centro de su novela está la descripción del hundimiento, con tres torpedos soviéticos, de un barco alemán con más de 10.000 refugiados a bordo, el 30 de enero de 1945. “Los alemanes también tenemos derecho a conmemorar a nuestras propias víctimas”, sostiene el novelista, a la hora de explicar por qué abordó una tema que ha sido una especie tabú para el progresismo alemán, por temor a que el recuerdo se confunda con una alabanza al nazismo. En un encuentro con la prensa extranjera en Berlín, Grass tuvo que recordar que es el mismo de siempre: se pronunció a favor de una victoria electoral del canciller Gerhard Schröder en las elecciones del 22 de septiembre y criticó de todas las maneras posibles a la derecha alemana, europea y mundial.
Sin embargo, en su afán por recuperar el derecho de los alemanes a recordar a sus propias víctimas, Grass se ha convertido en un crítico de la izquierda tradicional, de la que, por cierto, recibió varias embestidas. “Durante mucho tiempo la izquierda alemana no habló de este tema, del dolor de los compatriotas muertos, dejándoselo a la derecha. Para mí, esto también fue una razón de peso para escribir este libro”, subrayó. La aparición del libro de Grass se produjo en el mismo momento en que en Alemania se debatía fuertemente sobre otro libro, Muerte de un crítico, de Martin Walser, acusado poco menos que de nazi. “Walser no es antisemita”, dijo Grass cuando se lo hizo ingresar en el tema de si este novelista se sirvió de clichés filonazis a la hora de imaginar en su nueva novela el asesinato de un crítico literario que evidentemente representa a Marcel Reich-Reinicki, un sobreviviente del Holocausto.
El premio Nobel de Literatura alemán –cuya reputación tanto literaria como política es mucho mayor en el extranjero que en su país natal– de ninguna manera pretende relativizar en su novela –que editará Alfaguara en castellano el próximo mes de enero– los crímenes cometidos por los nazis alemanes. Tampoco pedir un resarcimiento de países como la República Checa, donde aún rigen los decretos Benes, que posibilitaron la expropiación y expulsión de la población alemana después de la Segunda Guerra Mundial y ahora podrían convertirse en un serio escollo para la integración de este país en la Unión Europea. Este “último tema ya no se debe tocar en absoluto”, recomendó Grass. “Lo que sí reivindico es un espacio de reflexión, pasado el tiempo, sobre el dolor alemán, luego de la Segunda Guerra”, enfatiza.
Hoy por hoy, Grass descansa del ajetreo que supuso la publicación de Im Krebsgang dedicándose de lleno a lo que calificó como su “oficio principal”, ser escultor. “Estoy moldeando figuras de parejas danzantes”, comentó, antes de descartar escribir algún día sus memorias, como está haciendo Gabriel García Márquez. “A mí lo que siempre me ha atraído es hacer literatura y, además, inmediatamente comenzaría a mentir”, explicó. El Nobel aún tiene varios temas sobre los que quisiera escribir, pero se negó a entrar en detalles. “Son procesos que llevan años. Lo más difícil es siempre encontrar la primera frase, el tono indicado para el género que se pretende trabajar”, sostuvo.
“Además, también en tiempos movidos, me gusta mantener mi maravillosamente solitario proceso de escritura. Es anticuado: trabajo parado en un pupitre, musitando frases y caminando de un lado para otro, y siempre escribo la primera versión a mano”, contó. Claro, que cuando ni pinta ni moldea ni escribe, Grass también gusta dedicarse a la política. Preguntado con insistencia sobre estos asuntos, el más conocido de los escritores alemanes vivos recitó ayer todo su abecedario de socialdemócrata de izquierda. Su argumentación rara vez es sofisticada, pero siempre contundente, ya sea cuando critica a Estados Unidos (“notiene el derecho a desatar guerras con su esquema blanco y negro”), a la lucha contra el terrorismo (que “de nada sirve, porque los orígenes del terror son otros, como el odio que genera la dominación que ejercen los países ricos sobre los pobres, y la falta de un orden económico mundial justo”) o al candidato conservador a la cancillería alemana, Edmund Stoiber (“tiene una tendencia a ser amigo del austríaco Jörg Haider y tiene buenos contactos con Silvio Berlusconi”). “Me pregunto si no es demasiado pedirles a los escritores las respuestas que no dan los políticos”, dijo.
Grass dice que extraña a las ya fallecidas grandes figuras de la socialdemocracia europea, como Willy Brandt, Bruno Kreisky u Olof Palme, pero de todas formas defendió a sus sucesores, como el canciller alemán, Gerhard Schröder, a favor de quien intervendrá en varios foros durante la campaña electoral, como hizo también con otros socialdemócratas en los años sesenta y setenta. “Schröder ha crecido con los retos y es un hombre que sabe escuchar”, sostuvo. Alemania votará el 22 de septiembre, y el Nobel teme que esta fecha pueda marcar una nueva victoria para la derecha europea, cuyo avance calificó de “preocupante”, también por sus consecuencias en temas como la política de inmigración. “Pienso que es un error convertir Europa en una fortaleza. En una fortaleza siempre se expande una mentalidad de cerco, y esto siempre va en detrimento de la democracia.” Grass firmó un manifiesto, que publicó el Süddeutsche Zeitung, en el que, junto a otros 21 intelectuales, se pronuncia a favor de “un segundo tiempo para Schröder”.
* De El País de España, exclusivo para Página/12.