ESPECTáCULOS

Un viejo maestro de la paradoja, la ambivalencia y la perversión

La Sala Lugones inaugura hoy una muestra retrospectiva de diez films de Kon Ichikawa, un aquí desconocido gran realizador japonés.

“Nadie más tiene el talento de Kon Ichikawa para eludir el tipo de sentimentalismo que ha infectado al cine japonés en el pasado. Su naturaleza tiende a la sequedad, sin ninguna traza de dulzura, y su obra está imbuida invariablemente de una sensibilidad mordaz y perversa.” Estas palabras del novelista y dramaturgo Yukio Mishima –uno de los francotiradores más punzantes del Japón moderno– pueden ayudar a poner en perspectiva la obra de un cineasta casi desconocido en Argentina. Hasta ahora. El Teatro San Martín y la Fundación Cinemateca Argentina, con el auspicio y la colaboración del Centro Cultural e Informativo de la Embajada del Japón, han organizado un ciclo denominado “Kon Ichikawa: una retrospectiva”, que se llevará a cabo desde hoy y hasta el domingo 14 de julio, en la Sala Leopoldo Lugones. La muestra estará integrada por diez films —la mayoría inéditos en Argentina— de este realizador esencial del cine japonés, que alcanzó su período de esplendor entre fines de los años ‘50 y comienzos de los ‘60, con títulos como El arpa birmana (ganador del León de Oro del Festival de Venecia) y Conflagración, inspirado en la novela de Mishima, quien lo consideraba el más auténticamente japonés de los directores de su país.
Nacido en 1915 y todavía en actividad (el año pasado dio a conocer un nuevo largometraje), Ichikawa es autor de una obra tan amplia como inclasificable, que le ha valido el título de “maestro de la paradoja”. Casi 80 títulos registra al día de hoy su filmografía, que incluye tanto films de un trágico humanismo como comedias de un profundo humor negro. “Si Kurosawa es capaz de llegar a la comedia a través de la tragedia, Ichikawa en cambio consigue de las comedias más satíricas los análisis más dolorosos de su sociedad”, escribió el crítico Donald Richie. Para el especialista francés Max Tessier, “en el reino de la ambivalencia y la perversión sexual, Ichikawa no tiene equivalentes”. Según James Quandt, programador de la Cinémathèque Ontario, “aunque rara vez se le ha dado su lugar como innovador, los experimentos estilísticos y temáticos de Ichikawa están entre los más audaces e influyentes de todo el cine japonés de posguerra”.
El ciclo comienza hoy con El arpa birmana (1956), un réquiem que hace de su protagonista un centro moral. En los últimos días de la guerra del Pacífico, un soldado japonés, único sobreviviente de su pelotón, se hace pasar por un monje budista. Espantado por las pilas de cadáveres que encuentra a su paso, se niega a volver a Japón y se queda en Birmania a cuidar de los heridos y a enterrar a los muertos, como un acto de expiación. Mañana va La llave (1959). Inspirado en la polémica novela de Junichiro Tanizaki, Ichikawa concibió una maliciosa comedia negra, capaz de terminar en tragedia. Un hombre mayor involucra a toda su familia en su desesperado intento por restaurar su virilidad, urdiendo encuentros entre sus distintos miembros, para poder observarlos. Simultáneamente, le pide a su cuñado que revele unos films pornográficos que él mismo registró con su esposa. “Perversa en el mejor sentido de la palabra, casi perfecta, no creo haber visto otra película que transmita una carnalidad semejante”, afirmó Pauline Kael en The New Yorker.
El viernes se proyecta El cuarto de los castigos (1956). En el momento de su estreno, este film de Ichikawa provocó todo tipo de escándalos en Japón, por su planteo frontal de la violencia entre la juventud del “milagro económico” de posguerra y su rebelión nihilista contra la generación precedente. Celebrado como uno de los mejores ejemplos del taiyozoku (un género que se refiere a la cultura juvenil de orden tribal), El cuarto de los castigos también está considerado el film que abrió el camino a la “nueva ola” de los años ‘60, encabezada por Nagisa Oshima. El sábado es el turno de Nihonbashi (1956), que describe la encarnizada batalla entre dos geishas, que luchan por el control de un barrio del viejo Tokio. Y el domingo va El tren está lleno (1957), una delirante sátira social, que hace del stress urbano una metáfora del capitalismo japonés de posguerra. El ciclo continúa el miércoles de la semana próxima con Conflagración (1958), versión de la novela El pabellón de oro, la más famosa de Yukio Mishima, y el jueves con Fuego en la llanura (1959), en la que el frente de la guerra del Pacífico es visto a la manera de un infierno, en el que los hombres sucumben a la locura y el canibalismo. El viernes se verá El hijo (1960), cáustica sátira sobre el matriarcado que —a diferencia del sistema patriarcal que domina en el resto del Japón— es una tradición muy arraigada en la cultura de Osaka. El sábado va Diez mujeres oscuras (1961), una comedia de humor negro en la que las mujeres que son o han sido amantes de un mismo hombre toman la decisión de matarlo, y se lo hacen saber. El domingo el ciclo se clausura con La venganza de un actor (1963). Celebrado como uno de los films que mejor han aprovechado el formato CinemaScope (que siempre fue una especialidad en la obra de Ichikawa), La venganza... es también para muchos críticos —desde Susan Sontag hasta Jonathan Rosenbaum— una obra maestra excéntrica. Un oyama (el actor que en el teatro Kabuki interpreta papeles de mujer) se venga de todos aquellos que fueron responsables de la muerte de sus padres.

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El viernes se verá en el Teatro San Martín “El cuarto de los castigos”.
Ichikawa tuvo su período de esplendor entre los años 50 y 60.
 
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