EL PAíS
Once meses para repartir miseria
De hoy al 25 de mayo, Economía se propone administrar la crisis, evitando lo peor. Extraño adiós en plena pulseada con el FMI.
Por Julio Nudler
La gran pregunta económica que plantea la convocatoria anticipada de elecciones es si desbloqueará definitivamente la difícil relación con el Fondo Monetario –en otras palabras, si el anuncio presidencial de anoche cumplió con la que era una condición oculta impuesta por el FMI para mantener en pie la negociación–, o si, por el contrario, corta toda posibilidad de alcanzar un acuerdo que merezca el nombre de tal, ya que, al momento de su hipotética consecución, al gobierno de Eduardo Duhalde le quedarían menos de nueve meses, dos de ellos ya en retirada por la posible existencia de un presidente electo. Es como mínimo curioso que, en pleno trámite de las gestiones con el Fondo, se alejase de sus funciones el mayor garante de ese eventual pacto, Mario Blejer, que dejó el Banco Central, y que ahora el Gobierno completo adelante su mutis.
Vista desde Economía, la lectura es cruda: Roberto Lavagna no ve para sí otra posibilidad que administrar la crisis (es decir, la miseria), empeñando todos los esfuerzos en evitar que el dólar vuelva a subir y precipite más remarcaciones de precios. Coherentemente, solo la banca estatal será asistida con redescuentos por el BCRA. Para los bancos privados no habrá nuevos salvatajes. Pero este propósito será realizable si se cumplen algunos supuestos optimistas, a los que dieron pábulo los números de junio.
Tal como se difundirá en las próximas horas para acentuar la leve mejora de expectativas, el mes pasado resultó mucho mejor –o menos malo– de lo previsto. En cifras, los depósitos no cayeron en $ 3000 millones sino en 1600; el Central no concedió redescuentos (préstamos de auxilio a bancos) por $ 2500 millones sino por 800, y las reservas no mermaron en 900 millones de dólares por la intervención en el mercado cambiario para apaciguar las pizarras sino en 200 millones. Los que anduvieron muy mal fueron los amparos: se aguardaba que la ley antigoteo los limitara a $ 300 millones, pero al final desbordaron los 900. Como yapa, el índice de precios al consumidor habría subido entre 2,5 y 2,7 por ciento, el menor incremento desde enero.
Fuentes confiables aseguran que Duhalde ofreció a Estados Unidos acortar su mandato para lograr que el Departamento del Tesoro indujese al FMI a destrabar las discusiones con la Argentina. Según esa misma información, el compromiso presidencial permitió que Lavagna viajara la semana pasada a Nueva York y Washington, logrando al menos una apariencia de entendimiento, cuyo fruto concreto fue el rollover (refinanciación) por un año de los US$ 1000 millones que vencían el próximo 17.
Una alta personalidad consultada por Página/12, pero que pidió anonimato, sostuvo anoche que, en realidad, el gran mérito del ministro fue presentar como un éxito lo que fue en verdad una excursión carente de logros. “Está bien –dijo el informante–. Se esperaba que Lavagna perdiera por goleada, y arañó un empate. Pero ninguno de los cuatro puntos abrochados con que regresó tiene sustancia.”
En detalle: la prórroga de los pagos al Fondo ya estaba arreglada antes del viaje porque al propio organismo no le quedaba otra opción; la misión que vendrá no es negociadora, como se ambicionaba, sino sólo técnica; uno de los puntos subrayados es el fortalecimiento de la independencia del Banco Central, a la que Lavagna se opuso sistemáticamente, y por último, el comité de notables que llegará a Buenos Aires plasma una iniciativa de Anne Krueger, vicedirectora gerente del Fondo, que Lavagna también rechazaba. Pero, aunque así sea, ¿qué importa si, con su retorno fingidamente triunfal, el morador de Hacienda logró un pequeño vuelco positivo en las expectativas, que, para la economía, son tanto o más importantes que los datos duros?
El grado de confusión sigue siendo tan considerable que, según fuentes consultadas, Paul Volcker, señalado para presidir el comité de personajes que vendrán a meter sus narices en el sector financiero de la Argentina, habría declinado a último momento el honor dando una razón de peso: está de vacaciones (no olvidar que en el norte es verano) y no piensa renunciar a ellas. El ex presidente de la Reserva Federal sería suplantado por un ex del Bundesbank, Hans Tietmeyer. Es un disgusto para Alberto Camarasa, puesto por Lavagna como director del Central y que considera su relación personal con Volcker como un importante activo suyo. De todas formas, hay una sobreoferta de candidatos a integrar la troupe de especialistas: cada país quiere poner el suyo, sea para cuidar sus intereses públicos o privados, sea para fisgonear en este laboratorio de ensayos fallidos que es, desde hace décadas, la Argentina, donde se experimenta con seres humanos vivos, sometiéndolos a sucesivas políticas económicas.
Es significativo que el Programa Monetario, que el Banco Central subió a su página web anteayer, esté confeccionado sobre el supuesto –entre otros– de “que se alcanza en los próximos 30 días un acuerdo con el Fondo, que contemple el rollover de las obligaciones con los organismos multilaterales (incluyendo lo ya girado durante el corriente año)”. Lo que por ahora se consiguió es la postergación del pago que vence con el FMI, pero nada respecto de los otros organismos, y tampoco la devolución de las facturas pagadas con reservas. Tampoco parece asegurado que antes de fin de mes se logre el consenso.
Es de toda sensatez que a Estados Unidos y al resto del poder económico no le caigan bien ni Duhalde ni Lavagna y prefieran una pronta salida que tal vez conduzca a un régimen más definido, volcado a la derecha, quizás a través de un entendimiento entre Carlos Reutemann y Ricardo López Murphy posterior al comicio. Algunas fuentes en Economía ven el desenlace electoral prematuro como aconsejable después de haber atravesado lo que interpretan como un manotazo “reaccionario”, lanzado también desde dentro del justicialismo y del Gobierno. Incluyen en ese embate las versiones sobre el desplazamiento de Lavagna, la andanada contra el peso en el mercado cambiario (señalan como ejemplo compras de BankBoston por 22 millones de dólares el lunes de la semana pasada) y, como hecho culminante, la sangrienta represión del miércoles pasado, que apuntaba –según indican– a imponer un régimen autoritario.
La idea en Economía, similar a la que puede tener el propio Presidente, es que haber vuelto a zafar no indica que podrán seguir lográndolo, dadas las pocas fuerzas con que cuentan. Por tanto, lo mejor es levantar ante las huestes enemigas el muro de un llamado anticipado a elecciones. Hecho esto, al equipo económico no le quedan ni tiempo ni objetivos espectaculares. Apenas evitar un desmadre hiperinflacionario y, si hay suerte y se puede viajar hacia marzo de 2003 sin que estallen las variables, intentar alguna brisa reactivadora soplada por este dólar recontraalto. Todo sea para dejar un clemente recuerdo.