ESPECTáCULOS
En la meca del rock, la ópera “Hänsel y Gretel”
El director Carlos Palacios presenta, el sábado y el domingo, en el Estadio de Obras, una versión de la ópera basada en el famoso cuento infantil de los hermanos Grimm. La idea es atraer a niños y jóvenes.
Por Hilda Cabrera
Los cuentos clásicos infantiles son depositarios de anhelos y miedos ancestrales y, a veces, por su delirante fantasía, un bálsamo frente a “las tensiones y zozobras de un entorno opresivo”, escribió Bruno Bettelheim refiriéndose a los de hadas. Entre esos clásicos, Hänsel y Gretel, de los alemanes Jakob y Wilhelm Grimm (uno de los varios relatos escritos por estos hermanos entre 1812 y 1814), es casi un compendio de mitos para el actor y director teatral Carlos Palacios, también régisseur, que presenta en el Estadio de Obras Sanitarias su propia versión de la ópera homónima del compositor y crítico musical alemán Engelbert (1854-1921). Humperdinck fue autor, entre otras obras, de El alcalde de Zalamea, y colaborador de Richard Wagner en Parsifal.
La ópera Hänsel y Gretel (de 1840) fue estrenada en Buenos Aires en 1903, en el Teatro Opera, bajo la dirección de Arturo Toscanini. Con este antecedente histórico, y después de llevar durante el 2000 su propia adaptación en gira por las provincias, Palacios se atrevió a más: sumó intérpretes y músicos, y elaboró una puesta a lo grande en un estadio que hasta ahora fue destinado casi exclusivamente al rock. En esta producción de Gabriel Fadda participan más de 40 artistas e incluye orquesta, coro y ballet.
Director musical de los ciclos Vamos a la ópera, que se ofrecieron durante diferentes temporadas en el Teatro Colón, el Cervantes y el Coliseo, Palacios subraya la importancia de esta apertura y la necesidad de la divulgación de la ópera entre el público más joven y el no especializado. En su recorrido por el interior con sus adaptaciones de óperas al castellano, Palacios incorporó a intérpretes y grupos corales de las zonas en que presentó sus trabajos. “Hay quienes consideran a la ópera un género decadente sin siquiera conocerla. Tiene sus códigos, como toda expresión artística, y una vez que se los conoce, se la disfruta plenamente”, sostiene el director en diálogo con Página/12.
“Es un género absolutamente artesanal y de una gran exigencia y disciplina. Nuestra experiencia con el público infantil ha sido conmovedora, porque ellos no tienen preconceptos y se maravillan con el canto y los músicos en vivo y el vestuario”, puntualiza Palacios, quien no ha intentado introducir en su puesta elementos afines a esta época, como los audiovisuales. “La revitalización pasa por otro lado. Y a mí me interesa no desvirtuar lo artesanal”, insiste. Le importa, en cambio, que los cantantes realicen un trabajo “más actuado” y que las nuevas generaciones conozcan aquellas óperas que “muchos de nuestros abuelos o bisabuelos trajeron al país como parte de su cultura”.
En su adaptación de Hänsel y Gretel (que va el sábado 3 y domingo 4 de agosto a las 15, en Av. Libertador 7300, con entradas desde 8 pesos) ha modificado el carácter del personaje de Gertrudis, “la madre que manda a sus hijos al bosque en busca de fruta porque volcaron la taza de leche”. En opinión de Palacios, esta Gertrudis es bastante más sensible: “No quiere quitárselos de encima. Por eso cuando toma conciencia de que ha caído la noche y no regresan, sale a buscarlos. En esta versión mostramos escenas de gran solidaridad”. Este director, que completó su formación en teatros e institutos de investigación de Italia (en 1983) y Alemania (1993), confiesa que los espectáculos destinados a los más jóvenes le dan la oportunidad de expresarse con total libertad. Esto no significa “simplificar, pensando que los chicos no entienden, ni tampoco empeñarse en que el niño haga suya la moraleja de la historia, sino crear de manera diferente: en El barbero de Sevilla aparece un esqueleto volando. Para los chicos, esto es natural, y yo no tengo que justificar nada”, ejemplifica.
Tampoco creía que debía justificarse en los años ‘70, cuando, dedicado también a la actuación, realizaba adaptaciones de obras clásicas. Entre otras, Cuentos de invierno, de William Shakespeare, pieza en la que trabajó incluso con intérpretes murgueros. Recuerda una serie de presentaciones al aire libre junto a Los Mocosos de Liniers. “En la murga,no en la comparsa –aclara–, hay un teatro latente. Por eso en el ciclo Vamos al tango, que llevamos al Teatro Cervantes, introduje una murga”, apunta este artista convocado para concretar este mismo año una régie en el Teatro Colón y otra en el Libertador San Martín de la ciudad de Córdoba.