ESPECTáCULOS › FEDERICO LUPPI CUENTA POR QUE SE QUEDA EN ESPAÑA
En Argentina todo se complicó
El actor argentino Federico Luppi regresó ayer al Festival de San Sebastián de la mano de su amigo y compatriota Adolfo Aristarain, director de Lugares comunes, para toparse con un unánime reconocimiento a la calidad de su tarea y con docenas de preguntas sobre su decisión de radicarse en España, donde es considerado uno de los grandes de su rubro.
“Me quedo en España porque el temor más grande que tengo es que los cambios que vayan a llegar a la Argentina no sean pacíficos. Me quedo no porque España sea un campo sembrado de flores, sino porque el último año en la Argentina fue muy duro. Llegué a Madrid y me relajé al despegarme de esa cosa opresiva que es la política. Necesito ver la vida en el costado más rosadito”, dijo.
En opinión de Luppi, que ya ganó en este certamen la Concha de Plata al mejor actor con el anterior trabajo del realizador Martín (H.), Lugares comunes es “la menos posibilista y voluntarista” de las películas de Aristarain. “Para mí, claramente –dijo–, es la más descarnada.” Para Luppi se trata de una historia “que desnuda situaciones muy típicas, muy claras, muy del mundo” y lo hace a través del caso concreto de un profesor obligado a una jubilación forzosa, hecho que trastrocará toda su existencia. “Nada deshumaniza más que no tener nada que hacer”, reflexiona el actor. Las circunstancias que vive este profesor de clase media, casado y con un hijo viviendo fuera de la Argentina, donde ha buscado un trabajo “seguro”, le sirven a Aristarain de espejo para reflejar la situación de su país sin hacer una denuncia social explícita. Los argentinos, plantea el actor, quien está radicado en Madrid, “hemos cometido el grave pecado de haber mitificado la Argentina. La convertimos en una suerte de mito superabundante, inoxidable, indestructible y al final, no era así, y eso duele e irrita”.
“Lo que más me gustó del film es que plantea adultamente, sin tapujos, el tema de que estamos solos.” Su personaje afirma, al hablar de la incertidumbre del futuro: “Nadie nos paga por pensar”, que es lo único que le quedaría al ser humano, una vez despojado de toda acción productiva manual. Para Luppi, Aristarain “está cumpliendo –como diría Borges– con un destino sudamericano: sacar de la decepción y la amargura lo que queda de vida”. Aunque se pudiera pensar que la amistad que une a director y actor, que ya han rodado juntos cinco películas, hace más relajado el trabajo, Luppi dijo ayer a los periodistas que antes del rodaje conversaron mucho sobre el guión y los aspectos formales de los personajes y luego ya casi nada. “Cuando comienza la filmación, entre él y yo aparece una suerte de abismo en el cual tendemos puentes permanentes. Casi no hablo con él durante el rodaje. Yo creo que está bien que la amistad tenga un límite y el trabajo se convierta en una exigencia rigurosa.”