ESPECTáCULOS › “DIA DE ENTRENAMIENTO”, CON DENZEL WASHINGTON
El corazón de las tinieblas
Por Martín Pérez
Uno es demasiado blanco, el otro es demasiado negro. Uno es Ethan Hawke, que interpreta al novato Jake, un idealista que ansía hacer carrera combatiendo al delito. Y para eso se ha apuntado a la división antinarcóticos. Cuando Jake madruga para enfrentar a su primer día en su nuevo trabajo, sus ojos se cruzan con los de su adorable esposa amamantando a su beba. Esa es la clase de mundo que abandonará para buscar su destino demasiado lejos. El otro es Denzel Washington, en el papel del experimentado sargento Alonzo Harris, un hombre de la calle que ha cruzado más de un límite en un trabajo que, precisamente, necesita de hombres que crucen ese límite. Alonzo se presenta como un hombre que cree en los fines antes que en los medios, y su cruel porte de maestro-dictador será la voz cantante al comienzo del día de entrenamiento que lo unirá a su novato Jake por las calles de la violenta Los Angeles.
Película de iniciación que dejará de serlo lentamente con el correr de su metraje, Día de entrenamiento es el tercer film de Antoine Fuqua, un ex.director publicitario y de videoclips reconvertido a la pantalla grande. Tal vez sea ese pasado el que le haya permitido contar con la presencia de estrellas pop como Macy Gray, Snoop Doggy Dog o Dr. Dre apuntalando a Día de entrenamiento. Y no sólo como mera escenografía. Pero es principalmente sobre Hawke y Washington que descansa el peso del que tal vez sea el film más duro que ha entregado Hollywood en los últimos años. Todo comienza con las clásicas referencias a los roles cinematográficos de alumno-maestro. Incluso hay una primera escena en un bar de mala muerte que bien puede recordar mínimamente a Pecados capitales, por ejemplo. Pero esto es otra cosa. Menos onírica y truculenta. Más real, tal vez. Y Alonzo es todo un especialista en el mundo real, mientras que Jake es un idealista que cree tener bien claros sus ideales. Claro que ahora está en la calle. Que es lo mismo que decir que está en manos de Alonzo.
“Para proteger a las ovejas hay que capturar al lobo. Y hace falta un lobo para capturar a un lobo”, le explicará Alonzo a Jake, intentando dilucidar el camino que lo llevó a un presente más duro que una roca. De lección en lección, el día de entrenamiento de Jake irá espesándose cada vez más, mientras la relación entre alumno y maestro comenzará a tensarse cada vez más. Es que el film de Fuqua no irá en busca de la fábula que cuenta cómo es posible ver las dotes del maestro a través del velo del presente, mientras que el maestro termina también aprendiendo del alumno. Sino que caerá cada vez más en una oscuridad que no es más que la oscuridad de un verdadero Apocalypse Now!, un apocalipsis ahora, de lo que está pasando en la calle. Una prueba de la que Jake amagará asomarse como Willard, habiendo visto “el horror, el horror”. “Yo me hice policía para combatir el crimen, no para ser como ellos”, se quejará Jake al promediar el film, cuando el lobo del que hablaba Alonzo se le aparecerá en el camino.
Una de las principales virtudes del film de Fuqua, en este recorrido hacia el corazón de la oscura trama de su film, es que durante gran parte del mismo no hay ninguna señal de las que acostumbra plantar Hollywoodpara dejar claro qué es lo que está bien. Y qué lo que está mal. Bajo el manto de la relación alumno-maestro, Jake (y el espectador junto con él, obvio) se irá asomando al mundo en el que Alonzo reina. Y esa lógica que se construye ante la contemplación de ese mundo, terminará dándole sustento a la historia escondida en el centro de un film con un final por momentos realmente inescrutable. Pero que sólo crujirá -.por desgracia– en las dos o tres escenas finales, justo cuando la sobreactuación de Denzel Washington –nominada al Oscar, claro– obligará al film a olvidar aquella virtud estructural y pasar a subrayar a los gritos. Algo que hace con tantas ganas, que incluso pareciese que Día de entrenamiento es un film con dos finales. Y que alguien en el estudio se olvidó de que había que elegir sólo uno. Pero, justo es decirlo, a pesar de ese extraño “corte final” el film de Fuqua logra mantener intacta toda su amenaza. Siempre a costa de Denzel y, especialmente, el tan bonito Ethan. Siempre tan blanquito ante un futuro negrísimo.