- “Me gustaría que se logre emparentar este montaje con la situación de los chicos de la calle. Ese bosque es, igual que la calle, un infierno al que los padres deben enviar a sus hijos (...) de cómo la desesperación de los adultos los lleva a perder el control sobre sus propios hijos” (Hugo Midón).
- “En la Argentina, ni la literatura para chicos ni el teatro infantil están reconocidos como un género. En las universidades no hay especialización en literatura para chicos y la dramaturgia infantil es prácticamente una actividad desconocida. Está lleno de gente talentosa, pero que no tiene de dónde agarrarse, no tiene cómo formarse y de lo primero que se prenden es de la idea del chico como un cliché” (María Inés Falconi, dramaturga).
- “La escuela argentina es uno de los lugares más conservadores y menos proclive al cambio y las modificaciones. Poder llevar a la escuela un espectáculo con una temática medianamente comprometida es casi imposible” (Carlos De Urquiza, presidente de Atina).
- “Los libros para chicos abordan prácticamente todos los temas de la vida, ya no quedan cosas por ser contadas, relatadas o nombradas, desde las emociones más simples a las más complejas. Incluso hay literatura juvenil que refiere a madres que no pueden con su propia maternidad y dejan a sus hijos a cargo de los abuelos. En la literatura infantil hay una cercanía con la vida común, que no existe en la destinada para los adultos, que se ha convertido en una literatura de las ‘vidas excepcionales’” (Luis María Pescetti, escritor, juglar y conductor radial).
- “Ariel Bufano abrió un camino por el que empezamos a transitar muchos de los que nos formamos con él. Su empeño por profesionalizar el arte titiritero les abrió las cabezas a los espectadores y a muchos otros artistas que comenzaron a mirar a los muñecos de otra manera. Percibir al muñeco de otra manera fue el primer paso indispensable hacia la aceptación del títere” (Luis Rivera López, director del grupo Libertablas).