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Llueve es una coreografía de Gabriela Prado y Eugenia Estévez, que integra la programación del festival. Inspirada en una serie de diarios íntimos (de Vaslav Nijinsky, Emil Ciorán, Franz Kafka), se estructura con breves escenas que encierran pequeñas anécdotas. El ambiente absolutamente intimista se impregna con sonidos de gotas de lluvia. Allí habitan las operaciones de la memoria, encarnadas por las propias directoras, junto con el bailarín Luis Biasotto. Llueve es una joyita para no dejar pasar, no sólo por lo sugerente de la propuesta sino también por la calidad de los intérpretes. En especial, ver bailar a Gabriela Prado constituye una experiencia deliciosa e imperdible. También es muy recomendable 34 metros, de Diana Szeinblum, directora de Secreto y Malibú, una pieza que gozó de gran éxito hace dos años. El nuevo trabajo transcurre en uno de los pasillos del Centro de Experimentación del Teatro Colón, un subsuelo cuya arquitectura resulta altamente inspiradora. Szeinblum compuso 34 metros íntegramente dentro y en relación directa con las columnas y distancias del CETC, poniendo a dialogar el cuerpo de los bailarines con la perspectiva, la lejanía y la amplitud. La danza, en esta ocasión, es el medio para construir un inmenso cuadro en movimiento.