ESPECTáCULOS

Testimonios desde el escenario

Raul Serrano *
Formador de actores

Me siento destruido, porque teníamos una amistad muy larga. Yo lo conocí en 1957, cuando integramos un elenco que fue a representar a la Asociación Argentina de Teatros Independientes en Moscú. En ese viaje nos hicimos muy amigos, al punto de que ambos solicitamos una beca de estudio en Rumania. Yo me quedé en Europa diez años y él se volvió por razones familiares. A mi regreso, lo encontré como uno de los principales maestros del teatro en Argentina. Si hay una característica que nos une a Agustín Alezzo, a Carlos y a mí es que formamos parte de una generación que se preguntó acerca de los mecanismos por los que funcionaba un actor. Ese fue y es el interrogante central de nuestras vidas. Pese a nuestras diferencias conceptuales, Carlos fue un investigador muy serio y riguroso. Fue uno de los fundadores de la pedagogía teatral argentina. Más allá de los méritos que tuvo como director, que son muchos, creo que el fundamental y menos conocido fue que se trató de uno de los primeros teóricos en ponerse a pensar seriamente sobre la pedagogía en la formación del actor. Fue un aporte sumamente enriquecedor para el teatro argentino.
* Autor y director teatral.

Alfredo Alcon *
Lucidez silenciosa

La sorpresa por la muerte de Gandolfo es muy grande: era un gran maestro que conocía profundamente el mundo del actor y su imaginario. Trabajamos juntos hace tiempo, en Panorama desde el puente, y lo recuerdo como un grande. Sinceramente yo, que era una actor joven en ese momento, no estaba preparado para la enseñanza de Gandolfo: era alguien que me daba más de lo que yo podía recibir, que me decía lo que yo todavía no podía alcanzar a comprender. Con Gandolfo el teatro argentino ganó en autenticidad. A lo largo de su prolífica trayectoria demostró que tenía una búsqueda honestísima de la profesión, era pura meditación y profunda curiosidad por el teatro, sin nada turbio alrededor. Cualquier persona que estaba cerca de él sentía una intensidad y un resplandor de lucidez. Como pasa con cierta gente especial, marcada por la pasión sin hojarasca, de una intensidad poco frecuente, el silencio para él era una necesidad vital. El no hacía ruido.
* Actor.

Alberto Segado *
Un legado único

En este último tiempo he tenido el privilegio de haber sido dirigido por Carlos, en Copenhague y En Casa/En Kabul. Carlos fue un notable hombre de teatro para este país, un gran maestro, un director siempre fiel a su modo de entender el arte teatral. Las notables producciones que sumó a nuestra historia constituyen un legado único y enriquecedor. Para mí, fue un privilegio haber podido trabajar con él porque aprendí mucho no sólo como actor, sino también como persona, por más que suene a lugar común. Carlos era fundamentalmente un sabio. Lamentablemente se fue, pero dejó su sello en varias generaciones de actores formados, compañeros de ruta que van a dejar bien alto su legado, alimentando los escenarios de Buenos Aires. Una buena manera de acercarse a su obra es Copenhague, que desde marzo se repone en el San Martín, un espectáculo que le dio los frutos que merecía y a nosotros, el placer de transitar esa maravillosa obra. Prueba irrefutable de que su quehacer va a continuar vivo, pese a su despedida.
* Actor.

Ruben Szuchmacher *
Un gran intelectual

Lo que más lamento de la muerte de Carlos es que por su condición de maestro e intelectual del teatro, independientemente de su estado de salud, se trataba de una persona que tenía aún mucho para aportar a la escena nacional. Fue un director emblema para toda una generación que generó una marca muy fuerte en el teatro argentino por los años ’50, introduciendo a Stanislavski en el país. Sus últimos trabajos, como Copenhague o En Casa/En Kabul, demostraron que se trataba de un director generacional de suma rigurosidad. Si bien yo nunca fui alumno de él, uno se daba cuenta en sus puestas y en su formación, que se trataba de un maestro. Lo conocí personalmente cuando trabajé en la Escuela Nacional de Arte Dramático, en el ’64, y él era rector. Y tanto en el trato personal como a través de sus obras uno notaba que Carlos tenía una capacidad intelectual muy grande. Más que un director, Carlos era un intelectual: tenía una capacidad de análisis que excedía por mucho el oficio teatral que tanto amó y que tan bien elaboró a lo largo de su trayectoria.
* Director teatral.

Leonor Manso *
Actitud creativa

Trabajé con Carlos varias veces y siempre tuve buenas experiencias. Con su muerte se acaba mucha historia de unos cuantos. Fue un hombre muy importante por su reflexión, su actitud creativa, crítica, y su visión anticipatoria. Logró aplicar los más nuevos sistemas a la luz de Stanislavski, que planteó otra concepción de la actuación: una idea enfocada hacia la verdad, al compromiso del actor con las circunstancias de su personaje. Antes de él había una tendencia a lo previsible, a lo menos comprometido. Hoy podrán continuarlo sus alumnos y todo aquel que lo haya tenido como referente. Pero también destacaría su compromiso social. Se notaba en las obras que elegía, siempre testimoniando el mundo, el entorno, nunca estuvo aislado en una burbuja. Lo recordaré en un lugar entrañable porque mis comienzos tienen que ver con un espacio que él generó. Carlos fue un maestro para varios: con él empezamos Alberto Ure, Jorge Mayor, Tato Pavlovsky, yo misma. Estaremos para siempre agradecidos.
* Actriz.

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