ESPECTáCULOS
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El escapista según Fresán
Por Rodrigo Fresan *
Tal vez de esa necesidad de escapar a la parte mediocre de su arte nace el Houdini escapista, sintonizando a la perfección con su tiempo: la necesidad de moverse de los norteamericanos encuentra en Houdini –El Americano Elusivo– un símbolo paradigmático de su época. Ahí es cuando empieza una vertiginosa sucesión de fugas maravillosas, puntuadas por el sonido de rotas cadenas y la apertura de candados. Las cárceles del mundo lo desafían y compiten para mantenerlo entre barrotes. Houdini huye siempre y su fama crece y, con ella, una tendencia mitómana y egocéntrica que en ocasiones lo hará bordear el ridículo. Su número abría con los marciales sones de Pompa y circunstancia, mientras el héroe entraba al escenario arremangándose y lanzando miradas fulminantes al público; contaba con un considerable rebaño de escritores-fantasma que escribían demenciales libros y artículos que Houdini firmaba (uno de ellos fue un joven y neurasténico Howard Phillis Lovecraft, quien redactó unas memorias houdinescas con el fondo de maldiciones faraónicas y recordaba la experiencia como “lo más agotador que me ha ocurrido... Este Houdini es el tipo más mentiroso que jamás caminó por la superficie del planeta”), mientras su cada vez más resentida mujer no dejaba de señalarle que sus palabras favoritas y más frecuentes eran YO y HOUDINI, apellido que había acabado por devorar al accesorio Harry. Cerca del final de su vida, Houdini decidió –también– hacerse actor y protagonizar, escribir y dirigir una serie de películas demenciales con títulos como The Grim Game, The Man from Beyond (donde hacía de hombre que había pasado congelado cien años y volvía milagrosamente a la vida), The Master Mystery y el serial Terror Island. Poco queda de ellos, salvo una serie de fotos donde Houdini parece el más mudo de los actores ensayando poses de un dramatismo infantil.
* Comentario del libro Houdini!,
de Kenneth Silberman en Página/30.
Nota madre
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