Miércoles, 18 de noviembre de 2009 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Dos miradas que parten del marco generado por la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Susana Fernández Carral para asegurar que la salud de la comunicación está en marcha y Lila Luchessi planteando su propio punto de vista sobre la relación entre medios y audiencias, a partir de la nota publicada la semana anterior en este mismo espacio por Daniel Cabrera.
Por Susana Fernández Carral *
Hoy en día es indiscutible definir al estado de salud de una persona o de una comunidad como algo más que la ausencia de enfermedad; resulta categórico comprobar que a lo largo de la historia de la humanidad se han salvado más vidas promoviendo condiciones de higiene, alimento, trabajo y justicia social que aparatología, medicamentos, médicos u hospitales.
En ese punto lo que se ha reivindicado tanto como justicia social, hoy devenida en equidad por la definición remozada de los expertos, toma vigencia a partir del hecho político más importante del año en el país, que no sólo alterará las relaciones comerciales vinculadas con los servicios de comunicación audiovisual, sino, y esto es lo trascendente, ofrecerá una apertura de oportunidades a la ciudadanía que, a no dudarlo, tendrá impacto de muchas maneras y también en su salud.
Porque la comunicación como un hecho que atraviesa todas las actividades humanas determina la vida social y cultural de la comunidad y en ese contexto plantea un modo de relación y de transmisión de sus preocupaciones, problemas, proyectos e intereses. En el acto comunicativo, las personas participan produciendo su propio discurso, que circula no como una simple transmisión, sino que es procesado, intercambiado y negociado. En ese sentido, y al decir de María Cristina Mata, “los medios dejan de ser canales para convertirse en espacios de negociación, de contacto, de pugna por el sentido...”.
La comunicación puesta al servicio de lo público, de lo ciudadano, de lo comunitario, genera un flujo de intercambios que permite acceder tanto a decir como a escuchar las distintas ideas, conceptos y creencias más allá de los rendimientos corporativos o lucrativos.
La comunicación como un hecho de salud es un aspecto que siempre existió. No valorado, redescubierto en los últimos tiempos, exigido a fuerza de las nuevas contingencias del sistema de salud, hoy se reinstala como insumo indiscutible para responder con la mejor calidad y eficiencia a la atención de las personas.
Desde la comunicación interpersonal médico-paciente hasta la comunicación pública de las políticas y estrategias de salud por los medios masivos, una comunicación adecuada puede prevenir o inclusive mitigar el daño de cualquier enfermedad. Los medios escritos, electrónicos o digitales ejercen por tanto un papel destacado en el proceso de comunicación para la salud que no debe ser soslayado ni descuidado en sus contenidos y su rigurosidad conceptual.
Como contraparte se plantea la salud de la comunicación, que podemos decir que está en marcha con la nueva ley, al eliminar las restricciones a la libertad de expresión bajo la oscura excusa de preservar la “seguridad nacional”; al romper con los monopolios; al priorizar la idoneidad, la trayectoria y “el ser”, en vez “del tener” para acceder a una licencia; al garantizar el derecho a la información y a la libertad de expresión como lo prevé el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Con la nueva ley se fortalece la salud de la comunicación, al posibilitar la participación concreta de la comunidad mediante un consejo multisectorial integrado por representantes de universidades, de asociaciones sin fines de lucro, de trabajadores del sector, etc. Se robustece al crear un organismo que regule los servicios de comunicación audiovisual a través de un órgano colegiado con representación legislativa, al instaurar un régimen de transparencia de titularidad de propiedad y al evitar que personajes que hayan estado al servicio de gobiernos de facto puedan ser propietarios de estas herramientas. Con la nueva ley el fin de lucro deja de ser el único y más importante motivo de adjudicación, para poner el énfasis en la recuperación de la propia cultura nacional.
La salud de la comunicación está en marcha y no sólo por el resultado, sino por el proceso abierto que posibilitó este resultado. Un proceso de transformación logrado por la permanente reivindicación de la política a la que un gobierno y un pueblo han decidido asignarle el papel que le corresponde en la determinación de sus vidas. Un proceso que pone a la comunicación como determinante de desarrollo y por tanto determinante de salud, al contribuir con las personas a tomar el control de sus propias vidas y de sus propias agendas en relación con lo político, lo económico y lo social y no como plantean las orientaciones conductistas de la comunicación, que la colocan en un rol de un mero promotor de cambios de comportamientos.
La salud de la comunicación está en marcha porque se ha puesto en marcha el diálogo, no sólo para construir consensos. Podemos estar en desacuerdo. Es más: la posibilidad de comunicarnos se basa en nuestras diferencias. Se trata de construir espacios donde esté representada la redistribución del poder en la comunicación, permitiendo una progresiva apropiación social del mismo.
Salud es eso, es capacidad de transformación, es tener el control y el poder de decisión sobre la propia vida, es preservar la capacidad de lucha y la llave de todo eso está en la comunicación.
* Directora del Observatorio de Comunicación y Salud, Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP.
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