Miércoles, 15 de abril de 2015 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Recuperando la experiencia del reciente Foro Internacional por la Emancipación e Igualdad, Santiago Stura subraya la importancia de las batallas discursivas como esencialmente políticas que, a su vez, permiten aperturas a nuevos horizontes
Por Santiago Stura *
Hace algunos días se llevó adelante en nuestro país el Foro Internacional por la Emancipación e Igualdad, organizado por la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional dependiente del Ministerio de Cultura. Se trató de un acontecimiento muy valioso, donde tuvimos la oportunidad de escuchar, aprender y dialogar con referentes contemporáneos del pensamiento de la emancipación. Un evento sobre el que podemos escribir y reflexionar sobre muchos puntos. Pero me interesa detenerme en un aspecto central: el foro reflejó y condensó de un modo explícito y contundente toda una batería de conceptos, de ideas, de palabras que sólo son plausibles de ser pensados y enunciados en el marco de los gobiernos populares latinoamericanos.
El Foro Internacional por la Emancipación e Igualdad contiene y habla un lenguaje de la emancipación inimaginable años atrás. Fija un sentido, construye un lugar, una teoría que nos contiene. Es un foro que se embarra en la disputa por la verdad, entendiendo que la aparición de un lenguaje de la emancipación es la aparición de la emancipación como eje central. Un marco que nos habilita a decirnos palabras como igualdad, libertad, soberanía, movimientos populares, distribución, solidaridad, Estado, izquierda, socialismo, buen vivir, progresismo, patria grande.
Un foro que pensamos situados en una perspectiva donde las palabras y los discursos tienen un carácter performativo, donde ya no son reveladores o encubridores de una verdad, sino que los discursos construyen verdad, disputan sentido con otros discursos. Palabras que reaparecen, que luchan contra su presunta obsolescencia, discursos que señalan un horizonte, que corren el límite de lo pensable y lo decible. Hemos superado toda idea que nos podía llevar a pensar la existencia de un fetichismo discursivo, donde era posible y pertinente la pregunta por la verdad “extradiscursiva”. Gadamer diría que “el engaño del lenguaje, la sospecha de ideología o incluso la sospecha de metafísica son hoy en día giros tan usuales que hablar de la verdad de la palabra equivale a una provocación”. Para luego decir que “... debemos ponernos de acuerdo acerca de qué puede significar verdad en este contexto. Es claro que el concepto tradicional de verdad, la adaequatio rei et intellectus, no tiene ninguna función allí donde la palabra no se entiende en absoluto como enunciado acerca de algo, sino que, en cuanto existencia propia, establece y realiza una pretensión en sí misma”. No podemos abordar la complejidad de lo social pensando en velos que distorsionan, y que debemos correr para acceder a “lo real” o a “la verdad”.
Lo discursivo como performativo es constructor de verdad, es acción política. Toda acción política es un discurso y todo discurso es una acción política. Desde allí debemos pensar a lo discursivo. Un pensador como Angenot dirá que “podemos llamar discurso social (...) a los sistemas genéricos, los repertorios tópicos, las reglas de encadenamiento de enunciados que, en una sociedad dada, organizan lo decible –lo narrable y opinable– y aseguran la división del trabajo discursivo”.
El Foro por la Emancipación e Igualdad es un acontecimiento que viene a condensar una gran cantidad de batallas discursivas, que viene a dar cuenta de un nuevo paradigma, viene a mostrar, de un modo rotundo y contundente, la gestación de un nuevo lenguaje de la emancipación. Un lenguaje que tiene una memoria viva sobre elementos de gestas pasadas, que recupera palabras, y que también inventa nuevas. Un lenguaje que traspasa límites fronterizos y se enriquece de culturas diferentes pero parecidas.
Un lenguaje que viene a correr límites, a activar sueños que parecían cerrados, a abrir nuevos horizontes. Un lenguaje que reconoce las particularidades y las dificultades que enfrenta cada proceso político, pero a la vez permite articular todas esas experiencias en la constitución de un nuevo paradigma. Un paradigma que no establece un dogma cerrado de puntos a seguir, sino que, por el contrario, pone en el centro de la escena palabras rebeldes, palabras que permiten el juego de la significación, siempre en pos de la profundización democrática. Emancipación e igualdad, de eso se trata.
* Licenciado en Ciencias de la Comunicación (Maestrando en Comunicación y Cultura, UBA).
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