Miércoles, 27 de octubre de 2010 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Por Marisa Fernández *
En esta época nadie se atrevería a negar el poder que tienen los medios de comunicación, un poder que bien monopolizado dominó por treinta años el devenir de la vida política, social y económica argentina, creó ideologías y construyó sentido común. Poder que alejó a los medios de su función primordial, llevar la información veraz a mayorías y minorías, y los impulsó a marcar la agenda pública con los acontecimientos que se correspondían con sus intereses económicos.
Cuando se dice que los medios “marcan agenda”, se habla de la capacidad que tienen para determinar qué temas son de interés y qué temas deben quedar por fuera del espacio público, lo cual induce a caer en el error de creer que lo que no pasa por los medios no existe o no es importante, y que la única realidad es la construida por los millones de datos, frases e iconos con que los mass media aturden a la sociedad a diario.
Con la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, aprobada en octubre del año pasado, se puede decir que los grandes multimedios marcaron agenda, ya que los enfoques se centraron en la conflictiva relación Gobierno-Clarín, el monopolio que más perjudicado se verá con las nuevas normas que rijan a las comunicaciones, y se dejaron de lado cuestiones como la importancia que tiene esta ley promulgada en democracia para los pueblos más pequeños del interior, marginados en cuanto al acceso a la información.
No se puede pasar por alto que esta ley, gestionada desde el Gobierno con suma urgencia con el propósito de desconcentrar la aglomeración de medios consolidada en la gestión de Néstor Kirchner, escondía obvias razones políticas detrás de esa urgencia, pero cabe destacar que es un gran avance en la democratización de los medios y en la igualdad de oportunidades para todos los argentinos en el acceso a las comunicaciones.
En ese sentido, uno de los avances más notables fue la estatización del fútbol, que durante años sólo llegaba al interior del país por cable y por los elevados costos no era accesible a la gran mayoría. Por todo ello es preciso ver a esta nueva ley desde el punto de vista de millones de argentinos que en su vida jamás gritaron un gol de la Selección Nacional porque a su pueblo no llega la televisión pública y no tienen recursos suficientes para abonar la televisión por cable.
Otro punto favorable es que esta ley de medios reserva el 33 por ciento de las localizaciones radioeléctricas planificadas, en todas las bandas de radiodifusión sonora y de televisión terrestres, en todas las áreas de cobertura, para las organizaciones sin fines de lucro, como sindicatos e iglesias, que hasta ahora no podían ser propietarios de licencias para operar canales de televisión y radios, lo cual viene a favorecer la pluralidad de voces, enriquece el debate y construye otras realidades, ajenas a los intereses económicos.
Finalmente, si esta ley, democrática, viene a ofrecer mayor libertad de expresión, más puntos de vista, más pluralismo, bienvenida sea. No obstante, hay que tener en cuenta que no alcanza sólo con el fútbol gratis y que los canales del interior repitan a Tinelli. Lo que se busca no es la “tinellización” del país. Por ello, cabe al Estado trabajar para que los medios sean un complemento de la educación, una herramienta de construcción del conocimiento y la cultura y de igualdad de oportunidades para todos, para los de acá y para los de allá.
* Estudiante de Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Matanza. Oriunda de Andresito, Misiones.
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