PSICOLOGíA › LA CONFLICTIVA RELACION ENTRE IGLESIA Y PSICOANALISIS

“Una atmósfera de severa fe católica”

La autora esboza una historia de la tensa relación entre el psicoanálisis y la Iglesia Católica y vincula ese desarrollo con la posición que, a principios del corriente año, asumió la Iglesia en un caso de adopción por una pareja lesbiana en Italia.

 Por Cinzia Crosali *

A comienzos del siglo pasado, frente a los ojos de la Iglesia Católica, el naciente psicoanálisis constituía una amenaza para la moral tradicional, el orden social, la inocencia de los niños, su seguridad. Los organismos de control eclesiástico se oponían de entrada a la difusión de las ideas freudianas, esas mismas ideas que la Iglesia instrumentaliza ahora para defender a la familia.

Con el fascismo y el idealismo filosófico, la Iglesia Católica fue en Italia el adversario mayor de Freud, cuyas ideas eran consideradas manchadas de “pansexualismo”, “ateísmo”, y “determinismo”. La oposición de la Iglesia inquietaba a Freud, y le hizo vacilar en el momento de publicar su trabajo sobre el Moisés. Escribió entonces a Arnold Zweig: “... Aquí vivimos en una atmósfera de severa fe católica. Algunos afirman que la política de este país está dirigida por el padre Schmidt, que vive en San Gabriel, Mödling, que es uno de los hombres de confianza del papa y que por suerte es también un etnólogo e investigador religioso que en sus libros no hace un secreto de su aversión respecto del psicoanálisis, y muy particularmente en lo que se refiere a mi teoría del tótem. Mi abnegado Edoardo Weiss ha creado en Roma un grupo psicoanalítico y editado varios números de una Rivista Italiana di Psicoanalisis. Repentinamente le han prohibido continuar con su publicación (...). Se supone que esta medida parte directamente del Vaticano y que su responsable es nuestro Pater Schmidt. De todo ello cabe deducir que la publicación de una nueva obra mía puede llegar a causar cierto alboroto que de ninguna manera escaparía a la atención de quien ya se ha declarado abiertamente enemigo de mis ideas. Con esto se arriesgaría la prohibición del psicoanálisis en Viena y la suspensión de todos los trabajos que estamos realizando aquí”. (Extracto de una carta a Arnold Zweig del 30 septiembre de 1934).

Edoardo Weiss fue un pionero del psicoanálisis en Italia y analista del poeta Umberto Saba. Su primer libro, Elementis di psicoanalisis, atrajo sobre él la mirada del Santo Oficio. En su reedición de 1933, ante un proyecto de su puesta en consideración por la Congregación para la Doctrina del Santo Oficio, el jesuita Francesco Gaetani fue encargado de escribir un votum, no sólo sobre la obra sino sobre el psicoanálisis en general. Gaetani se expresó en favor de una condena de las teorías psicoanalíticas, deseando al mismo tiempo que se dispense de eso a la minoría de psicoanalistas honestos que respetan la religión. Al año siguiente, Pío XI pidió un nuevo estudio, que le fue confiado a un franciscano, médico y psicólogo, destinado a volverse muy influyente: el padre Agostino Gemelli, futuro rector de la Universidad Católica del Santo Corazón de Milán.

Criminólogo, hijo de una familia anticlerical y convertido al catolicismo en la edad adulta, Gemelli se interesó por la psicología de los místicos. Su autoridad científica fue reconocida por la Iglesia, lo que le valió el título de experto del Vaticano. El Santo Oficio lo consultaba sobre los casos dudosos, cuando personas se decían estigmatizadas y visitadas por la Virgen o por la cruz, y donde eran difícil separar entre locura, superchería y santidad. El psicoanálisis naciente no dejó de interesarle al padre Gemelli. Estimaba su oposición a la visión organicista de la persona así como a la psicología de Wundt, pero condenaba el “pansexualismo” freudiano y la pretendida prioridad dada a los instintos. De 1929 a 1939, Agostino Gemelli multiplicó sus acercamientos a la ideología fascista. Asumió públicamente una posición antisemita. Al mismo tiempo que deseaba que los judíos convertidos y bautizados fuesen exceptuados de las medidas antisemitas, obedecía las leyes raciales que imponían la expulsión de los judíos de la universidad.

Psicoiglesia

En Italia, la cuestión del matrimonio gay no ha tenido la misma amplitud que en Francia. No obstante, la Iglesia tomó su posición cuando hubo episodios aislados de transformación familiar. El último de ellos tuvo lugar en la primera semana de enero de 2013, en la villa de Brescia. Una sentencia inhabitual de la Corte de Casación conmovió las orientaciones tradicionales. El Alto Tribunal, en su fallo sobre el caso de un niño, decidió que sería confiado a la única custodia de su madre, homosexual, que vivía en pareja con su compañera.

El padre, musulmán, había dejado a su mujer y a su niño cuando éste tenía una corta edad. Los servicios sociales se habían ocupado de revincularlo con el niño. En el transcurso de uno de los encuentros, el padre había cometido actos de violencia contra la compañera de la madre en presencia del niño. En primera instancia, el niño había sido confiado a la madre. El padre había apelado y la apelación llegó a la Corte de Casación, cuyo fallo, en sus considerandos, indicaba que “ninguna certeza científica o experiencia prueba que el hecho de vivir con una familia constituida por una pareja homosexual sea peligroso para el desarrollo equilibrado del niño”.

La reacción de la Iglesia fue fulminante. Monseñor Domenique Segalini, obispo de Palestrina y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) para el Laicado, se expresó en los términos siguientes: “No se puede constituir una sociedad civil a partir de sentencias de tribunales (...) Existen estudios precisos, psicológicos o filosóficos, que deben orientar a las personas. No le corresponde a la ley establecer cuál es la mejor relación entre los padres”. Dejó escuchar que los conflictos entre los padres concernientes a la guarda de los niños no debían ser solucionados a través del juez, sino que era necesario referirse a los avances científicos, llamados a regir la sociedad civil.

La Santa Sede juzgó que la sentencia de Casación era una “decisión ambigua, que desconcierta”. El arzobispo Vicenzo Paglia, presidente de la Congregación para la Familia, explicó en Radio Vaticano que, da che mondo è mondo, el niño debe nacer y crecer en “la vida ordinaria”, es decir, “con un padre y una madre”.

Al día siguiente de la sentencia, L’Avvenire, el diario oficial de la Conferencia Episcopal Italiana, escribió: “El punto más perturbador es el hecho de considerar al niño como un sujeto manipulable a través de experimentaciones por fuera de la realidad natural, biológica y psíquica, humanas”. Según L’Avvenire, la sentencia “desconcierta, puesto que borra todo lo que la experiencia humana, y con ella las ciencias psicológicas, han elaborado y acumulado en materia de formación de los niños”.

Es sorprendente ver a las autoridades más elevadas de la Iglesia volcarse “a la ciencia”. Le atribuyen la última palabra en cuestiones tales como “¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?”, que eran en otro momento consideradas como relevantes del misterio de la vida e estaban incluidas en el diseño divino.

* Extractado de un trabajo incluido en el libro El matrimonio y los psicoanalistas, de varios autores (prefacio de Bernard-Henri Lévy

y Jacques-Alain Miller), que distribuye en estos días Ed. Grama.

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