Entre las instancias introducidas por el nuevo Código Civil que entró en vigencia el 1 de agosto, aparece la figura del progenitor afín. El capítulo sobre progenitores e hijos afines se refiere a familias ensambladas e indica que los progenitores afines deben “cooperar en la crianza y educación de los hijos del otro, realizar los actos cotidianos relativos a su formación en el ámbito doméstico y adoptar decisiones ante situaciones de urgencia”, sin que el padre o la madre vea afectados sus derechos como tal. Se trata de las obligaciones que competen a quienes conviven con los hijos de sus parejas, es decir: el cuidado, atención y buen trato que se deben a las criaturas concebidas en otro tiempo y circunstancias pero cuya sola presencia impone la responsabilidad de los adultos comprometidos en un proyecto familiar común. La normativa no hace más ni menos que otorgar carácter jurídico a una condición que, desde siempre, operó en la constitución de un sujeto: poco tiene que ver el lazo biológico con la función parental, cuyo nudo consiste en la identificación que habilita a conformar un cuerpo de deseo orientado hacia el lazo social. Su eficacia se mide por las distintas versiones que el sujeto puede construir sobre la simbólica figura del padre: ese enigmático origen que, sin embargo, permite poner en funcionamiento al aparato psíquico. Vale destacar que esta perspectiva desestima toda referencia al sexo de quien ejerza la función.

La clínica testimonia que sólo el posterior devenir del sujeto deja entrever la amalgama de identificaciones presentes en el crecimiento de un chico. Por eso, si bien ya desde su definición, cualquier ley es arbitraria en tanto legisla para todos, en su sabia redacción radica la posibilidad de un resquicio para la singularidad. En este caso, el arte de los legisladores ha hecho posible que la figura del progenitor afín contribuya a brindar al niño un entorno más propicio para conformar distintas versiones del padre, esos mitos con que una persona, desde el inicio, estructura su historia y su lugar en el mundo.

* Psicoanalista. Hospital Alvarez.