Sábado, 23 de diciembre de 2006 | Hoy
REPORTAJES › HABLA LA MADRE DE UNA DE LAS VICTIMAS DE DICIEMBRE DE 2001
Carlos “Petete” Almirón tenía 23 años, estudiaba sociología, ayudaba a su papá en changas de techista y participaba en el Movimiento 29 de Mayo y en la Correpi. El recuerdo de su madre, Marta Almirón, desde su infancia a su militancia.
Por Adriana Meyer
Cada uno a su manera –unos con más instinto militante y otros con algo de inconciencia–, casi todos los que murieron en Buenos Aires durante la represión del 20 de diciembre de 2001 se quedaron en el centro o llegaron para protestar contra el jaqueado gobierno aliancista. Uno de ellos fue Carlos “Petete” Almirón, que tenía 23 años, estudiaba sociología, ayudaba a su papá en changas de techista y militaba en el Movimiento 29 de Mayo y en la Correpi (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional). Con sus compañeros decidió en asamblea ir a la Plaza de Mayo. Marta Almirón, su mamá, aún recuerda cuando discutía para retenerlo, por temor a que le pasara algo. “Que se vayan todos... y están todos menos los que murieron”, expresó esta mujer a Página/12, entre la rabia y la impotencia. No duda en señalar al ex presidente Fernando de la Rúa como el responsable de la masacre, y afirma que sólo la aliviaría que hubiera justicia.
La casa humilde en Villa Albertina no resiste el sofocante calor de diciembre, un mes en que la tristeza se potencia para los Almirón porque para ellos el aniversario de la masacre de Plaza de Mayo trae el dolor de la pérdida personal. Pero Marta abre la puerta con una sonrisa y antes de comenzar la charla invita con mate amargo, que seguirá cebando durante la entrevista, entre lágrimas y sollozos. Cuenta que tiene una carpeta con los recortes sobre “Carlitos”, como lo llama. Ya no puede marchar como hizo los últimos 20 de diciembre por problemas de salud que la retienen en el hogar. La ayudan su hija menor, Jesica, de 17, y su otro hijo, Fernando, de 24.
–¿Cómo era Carlitos?
–Le gustaba luchar por los pobres, siendo nosotros mismos pobres. Le gustaba estar en Correpi y en el movimiento. Era inteligente y quería progresar. Le iba bien en el estudio, tenía facilidad, las cosas le quedaban con apenas una leída. Hoy tendría 28, trato de imaginarlo... Hacía cosas de albañilería con mi marido. Se defendía bastante y lo que no sabía lo aprendía. Era flaco y alto... (suspira con resignación). Somos correntinos, de Esquina, de donde es Maradona. Tenía 13 años cuando vine a trabajar en casas de familia, y luego nació Carlitos. Trabajé en el Banco de Desarrollo, luego me casé, tuve a los otros dos chicos.
–¿Vivía con su abuela?
–Sí, vivía en Lanús con mi abuela, Martiniana, que cumplió 87. A Carlitos lo tuve de soltera. Como yo trabajaba lo crió ella, que ahora está muy mal, desde su muerte se nos vino el mundo abajo a todos, ella empezó a andar mal, más que nada por la tristeza. Siempre fuimos pobres y luchamos, pero perder un hijo..., hablo de él y lloro. Yo también enfermé de la presión, por algún lado tenía que reventar. Estuve en manos de psicólogos, de psiquiatras, pero el dolor me va a acompañar hasta el último tiempo de mi vida.
–¿Los cinco años que pasaron no lo mitigan?
–No. Es peor porque te acordás de que te matan a un hijo y no hacen nada. Es como que el 20 no pasó nada para nadie, solamente para nosotros.
–¿Por qué?
–Y porque De la Rúa va, declara, sale como nada. Para mí, y pienso que para todos, sería el mayor responsable de esto. Es horrible la impotencia, la rabia, la bronca, la indignación, porque es como que entregaste un hijo a la patria sin recibir nada a cambio. Lo que a uno más le interesa es la justicia.
–¿Le aliviaría el dolor si hubiera justicia?
–Y, al menos pienso que mi hijo descansaría un poco en paz. Si no hay que estar pidiéndolo todos los días...
–Su hijo fue a la plaza por convicción. ¿Es así?
–Ellos ya venían en su lucha, salían a las calles. Yo le decía qué horrible que sería para las madres cuando a los chicos les pegaban en las calles. Y él me respondía que si uno lucha por lo que quiere no es tan feo. Y me decía que yo lo veía con ojos de madre. Sabía que yo no estaba de acuerdo, pero era lo que a él le gustaba. Y ya era grande. Ahora lo siento con mucho orgullo porque hizo muchas cosas, los compañeros lo recuerdan por eso y siguen con el ejemplo que él dejó, que dejó la vida por su ideal. Me costó aceptarlo, pero yo también tengo que aprender a convivir con eso.
–Hay una Coordinadora Antirrepresiva que lleva su nombre...
–Sí, y en el colegio al que iba le pusieron Almirón al centro de estudiantes. Por todos lados, es increíble cómo le hacen cambiar el pensamiento a una. Como mamá soltera y porque nació sietemesino luché mucho para criarlo. Lo llevaba al médico para rehabilitación, tenía medio cuerpo con parálisis. Por eso era medio rengo, pero no se le notaba mucho. Lo saqué adelante porque no me dejé estar. Luchamos con mi abuela, por eso era su segunda madre. Y él siguió allá con ella, tenía a todas sus amistades. Además lo malcriaba más. Nosotros somos de dar al que necesita, y él aprendió eso. Todos me dicen que él se empapó de esa lucha para que no les faltara nada, y luego le puso sus ideas.
–¿Cómo recuerda aquel 20 de diciembre?
–La última vez que lo vi fue la noche del 19, me pidió que le enseñara a hacer una omelette. El 20 ya estaban los cacerolazos, los saqueos. Estaba con dos compañeros, y fue para allá. En ese momento no presentí nada. Le di un último beso el 19 y recién lo volví a ver el 23 en el cajón, porque ni llegué a verlo en el hospital. Mi marido trabajaba en un supermercado recién inaugurado acá cerca, acá en la esquina estaban saqueando y hubo una muerte, el patrón de mi marido fue el que hizo esa muerte. Yo miraba la televisión, lo que pasaba en Capital, y llamaba a mi abuela a ver si sabía algo de Carlitos, pero no había ido a dormir esa noche. Llamó a las siete de la tarde y avisó que no iba a volver y que estaba bien. Ahí empezó mi presentimiento, veía las imágenes y algo me ahogaba por dentro. No tenía miedo por mi marido, que estaba rodeado por gente que venía al saqueo. Les daban las cosas por la terraza pero querían entrar igual a romper. Pero yo pensaba en mi hijo. Y la abuela estuvo igual todo el día. A eso de las siete llamó un compañero diciendo que Carlitos se debatía entre la vida y la muerte en el Argerich.
–¿Cómo llegó a hospital?
–Lo llevó una ambulancia. En el lugar en que está la placa de él, en Irigoyen e Yrigoyen, no cayó, sino en Avenida de Mayo, pero lo sacaron hasta ahí que era por donde pasaban las ambulancias. Resistió la primera operación, pero la segunda ya no pudo. Tenía un balazo en el pecho.
–¿Usted reconoció a su hijo en un video?
–Me dijeron en la fiscalía que estaba pero cuando la Gendarmería o la Infantería devolvió el video y me lo mostraron no estaba. Me gustaría ver al menos una foto para convencerme. Murió cerca de las 10 de la noche. En ese momento salió algo de adentro mío, que pareció un alivio pero me quedé vacía. Tenés otros hijos, pero te falta uno. Era un chico muy cariñoso y compañero, jugábamos ya de grandes, éramos como amigos. (Se seca las lágrimas con el dorso de la mano.)
–¿Qué pasó con el hallazgo de la ropa?
–A mí nadie me entregó nada. Dicen que está en la fiscalía. En la comisaría 24 de La Boca apareció una bolsa negra que decía “Almirón”, pero cuando la abrí les dije que no era de Carlitos. Me preguntaron cómo lo sabía, y les dije que yo sabía porque era mi hijo. En ese momento tenía un jogging gris clarito y una remera negra, y medias blancas con zapatillas nuevas. No eran las cosas de él.
–Una copia de sus anotaciones apareció en la causa en la que De la Rúa denunciaba un complot, ¿verdad?
–Eso es una risa, dentro de la tragedia. Ellos con su grupo tenían sus claves, era un mapa para saber dónde encontrarse. P.E. quería decir “punto de encuentro”. Y estos quién sabe qué pensaron que era... (N.d.R: para el ex presidente ese apunte era prueba de la conspiración para derrocarlo y lo presentó ante la Justicia.) El no tenía miedo de ir al frente, aunque tenía 23 años. Yo le decía que era egoísta y no pensaba en mí. El me contestaba que hacía todo esto precisamente porque estaba pensando en mí. Cada uno pensaba que el otro estaba equivocado. “Vos no ves esos chicos que se mueren de hambre, esas mamás embarazadas, desnutridas, tenemos que salir a hacer algo, es la única manera que nos atiendan”, me decía. Y ahora pienso que es cierto. Te llegan tarde las cosas, después de que te pasa algo.
–¿Cuál es su impresión sobre la investigación judicial?
–Escuché que los fiscales quieren que interroguen a De la Rúa, y lo de la indagatoria a Mathov y Santos, para ver quién dio la orden. Pero todo está parado. Pasaron cinco años y no pasó nada. Que se vayan todos, y están todos menos los que murieron. Tanta represión a las Madres de Plaza de Mayo con los caballos. Cierro los ojos y vuelvo a ver esa película.
–¿Estuvo alguna vez con la jueza Servini de Cubría?
–Cuando la vi en la plaza aquel día me pareció una buena persona. Pero cuando estuve con ella fue fría, como si hubieran matado a un perro. Esa sensación horrible, no me dieron ganas de saber más nada. Me da mucha bronca. Y a De la Rúa lo creía un hombre fantástico. Pero con todo esto no creo más en los políticos ni en nada. Siempre fui a votar, y me tiraba más el radicalismo. Yo confiaba en él, pero luego parecía un tonto. Hablaba muy bien pero se me vino abajo..., parecía un títere después. Y cuando se fue como una rata..., qué decepción. Yo sólo tengo el dolor. La muerte de un hijo es para toda la vida.
–¿Qué podría aliviar ese dolor?
–Justicia... justicia, justicia. Si uno no sale a las calles a hacer marchas nadie se acuerda. Eso me duele. Cuando estábamos tan mal nos dieron un trabajo en Morón, mi marido se gastaba todo para llegar porque tenía seis horas de viaje y luego le dijeron que no. Era un trabajo de chofer en la línea 316, habiendo tantas líneas por acá...
–¿No les dieron una reparación económica, una indemnización?
–Nos llamaron para eso, pero como no hay culpables no nos pueden dar nada, dijeron. Ya está la cifra que nos iban a dar. Pero por más plata que me den, a mi hijo no me lo devuelven. En la municipalidad con (Manuel) Quindimil nos dejaron tener a Carlitos en el cementerio sin pagar nada y le dieron a mi marido un trabajo al que puede concurrir y está lo más bien. Fueron los chicos del Movimiento 29 los que hablaron con Quindimil. Cuando tuvimos el encuentro con Kirchner le dijimos que el trabajo anterior no había funcionado. Entonces nos mandó estas chapas y estos ladrillos (mira a su alrededor y señala los materiales).
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