“No son recetas de cocina: es una receta de cómo vivir lo más felices que podamos, con nuestros niños, nuestras familias”, define Hebe de Bonafini cuando ya ha anochecido y, en un rincón de la ex ESMA, alrededor de 40 personas la escuchan en el encuentro inaugural de su ciclo “Cocinando política... y otras yerbas”. Durante la presentación de este nuevo curso, que retoma las reuniones que habían comenzado en agosto del año pasado y terminaron en diciembre, en la cocina devenida aula del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), que lleva adelante la Fundación Madres de Plaza de Mayo, resonaron anécdotas familiares, promesas de “recetas de cocina económica, porque estamos viviendo tiempos muy difíciles”, los recuerdos del curso pasado y las perspectivas del nuevo, que comenzará oficialmente a fin de mes.

En los pasillos del ECuNHi se mentaba la puntualidad rigurosa de Hebe, alguien “capaz de estar una hora antes de que algo empiece... como hoy” (por el martes último), en que aguarda la llegada de los invitados como una maestra consulta si el reloj indica el fin del recreo. Las diferencias son pocas: en lugar del escritorio, una mesada a estrenar; en vez del pizarrón, una superficie de trabajo extensa.

Sentada tras la mesada, Hebe todavía no habla, pero invitados e invitadas reciben la bienvenida apenas entran, en forma de texto íntimo impreso sobre la foto de un plato de guiso y un pedazo de pan: “Junto a la olla revolviendo con la cuchara, el guiso que luego alimentará a mi familia, voy en cada vuelta recordando nuestras vidas. (...) Yo me dejo llevar, está tibio como el abrazo de mis hijos y lentamente me adormezco, para despertar rápidamente con el fuerte aroma que despiden las especias y los granos (...) la gran olla es el vientre materno que alimenta y da calor para enfrentar la vida con pasión”.

“Compañeros”, dice Hebe cuando apenas han pasado cinco minutos de la hora acordada, y se acalla el murmullo de fans de la radio, voluntarias de la Fundación, alumnos del año pasado y hasta representantes del periodismo suizo. Algunos reinciden porque su vida gastronómica ha cambiado a partir de los encuentros semanales (“¿Cómo hiciste vos esto tan rico?”, cuenta una mujer que hace poco le preguntó una amiga, convidada por ella a una cena casera); en otros prima un respeto reverencial por la presidenta de Madres (“madre, perdón por llegar tarde, se demoró el colectivo”, susurra un cincuentón); la curiosidad tierna asoma en las miradas de unos cuantos.

El encanto, según la anfitriona, reside en “lo que hemos logrado el año pasado: esa unidad, hablar de la tierra y la creación, que es la comida”.

A Hebe le preocupa que algunas tradiciones culinarias languidezcan bajo la economía global (“ya no hay maíz, ahora todo es soja, y la soja transgénica está por todas partes”) tanto como le da placer entrar en el terreno de las confidencias (“mi abuela paterna tomaba chocolate con vainillas delante de nosotros ¡y no nos convidaba nunca!”), pero ante todo le fascina tener ante sí todo un año de citas: en el primer cuatrimestre, las “otras yerbas” del título serán minutos dedicados a la pintura; en el segundo, “teatro espontáneo”. Para informes e inscripción, entrar a www.nuestroshijos.org.ar.