SOCIEDAD › UN FORO DE POLíTICAS PúBLICAS EN SEGURIDAD REUNIó A ACADéMICOS Y A ORGANIZACIONES SOCIALES

Cuando la seguridad no es sólo un tema policial

El encuentro reunió, en la Universidad de Lanús, a especialistas en la materia y a dirigentes comunitarios. Debatieron sobre el rol de la integración social, la formación policial y la prevención comunitaria, entre otros temas.

 Por Soledad Vallejos

En un salón enorme y repleto, manos y voces se elevaban por sobre las cabezas para aportar su presencia en la enumeración. “Ustedes vinieron de muchos lugares, aunque ahora no me vaya a acordar de todos”, había espoleado hacía instantes la dirigente social Martha Arriola, y los participantes del Foro de Políticas Públicas en Seguridad tomaban el guante sin dudarlo. Enumeraban localidades, y el mapa que delinearon las voces fue amplio, y luego dio paso al panel central sobre “Modelos democráticos de seguridad pública” (que contó con las palabras de León Arslanian, Luis Lugones y Alberto Binder), tras el cual finalmente comenzó el encuentro. “Pusimos alrededor de 500 sillas”, decía Ana María Clement a metros del salón repleto de personas expectantes. Como directora de la Licenciatura en Seguridad Ciudadana de la Universidad de Lanús, Clement fungía de anfitriona, junto con Arriola: una había aportado la posibilidad de concertar la convocatoria en el ámbito académico; la otra, la red y el contacto directo con organizaciones sociales. Entre ambas, y con la mira puesta en el respeto de los derechos y la prevención comunitaria de la violencia, pero también en el necesario papel del Estado, lograron desplegar un mundo de experiencias y reflexiones, desgranado en siete mesas de trabajo: Ciudadanía y seguridad, Integración social y seguridad, Salud y seguridad, Formación policial y formación comunitaria en seguridad, Municipios y seguridad, Seguridad y Justicia, Medios de comunicación y seguridad.

Lejos de la crónica policial

El programa del encuentro delimitaba la perspectiva al definir los alcances que, entre las paredes de la Universidad de Lanús, posee el término seguridad: “Deber del Estado-obra de todos”. “Es muy heterogénea la concurrencia –evaluaba Clement–, la presencia de los foros y las organizaciones sociales es realmente impactante y lo digo desde el lugar de una docente que permanentemente trabaja estos temas... Quiero decir: estamos siempre trabajando sobre el armado de la red, y observamos todo lo que se ha abierto y desgajado la red social, y nos resulta a veces difícil tener expectativas y un mensaje esperanzado. Pero a la vez es innegable que no hay posibilidad de evadirse de la soledad que nos dejaron los ’90, de la destrucción en que nos dejaron y las prácticas y las políticas neoliberales si no es reconstruyendo la trama y la red ciudadana. Y bueno... ésta es la trama ciudadana. Acá están las madres, las personas que están en los barrios, comprometidas con temas que a veces son dolorosos, pero de todas maneras esas personas son sumamente activas y propositivas.” Esa concurrencia, procura sintetizar, es “la red múltiple de la provincia”, la evidencia de que existe un trabajo de contención, integración y prácticas comunitarias definidas por sectores de interés sobre distintos puntos del territorio.

“La primera reflexión es que efectivamente hay un espacio convocante”, evalúa Arriola, al tiempo que rescata las tres dimensiones desde las cuales la Corriente Justicia Social, de la que forma parte, planteó articular el intercambio de experiencias sobre seguridad: “Se trata de armar una movida que nuclee tres saberes, el académico, el de gestión y el popular”. Es el punto de contacto entre esas dimensiones, dice, lo que tomó cuerpo en el foro, que tanto contó con funcionarios públicos de gestiones anteriores pero también actuales, militantes de a pie e integrantes de asociaciones como las Madres contra el Paco. “Lo que advertimos –continúa Arriola– es que una fuente de conocimiento y saber popular está fuertemente orientado hacia este tema, que sin embargo parece tan árido, que eso pasa en cada una de las comunidades, y que eso demuestra que es posible contar con comunidades organizadas y de participación activa.”

El rol que efectivamente cabe a los municipios en la construcción de la seguridad, a partir de posibles mecanismos de descentralización, estuvo presente tanto en las intervenciones del panel central (“es el debate urgente”, sostuvo Binder a su turno, a la vez que procuró insistir en que descentralización no significa autonomía, sino cercanía a las comunidades y control cercano ejercido por el Estado) como en las mesas de trabajo. Quilmes, Lobos, Tres Arroyos y La Plata son sólo algunos de los distritos cuyas autoridades, señalan desde la organización del foro, se mostraron interesados en replicar la experiencia de mesas de trabajo y puesta en común al respecto.

El grupo de Madres contra el Paco, que participó en la mesa Salud y seguridad, hizo hincapié en los modos en que su propia acción se complementó con el trabajo policial, en cómo a veces enfrentar algo que en inicio puede pensarse como del ámbito privado se convierte en un desafío a costumbres arraigadas y propias de un vecindario.

“En integración social aparecieron modelos de trabajo que significan un compromiso fuerte por parte del Estado, esquemas en los que se lo involucra fuertemente en la reconstrucción de la referencia adulta. Es que los pibes, ahora, tienen referencias adultas quebradas o extremadamente débiles, fruto de la pobreza estructural, de años de neoliberalismo... Y se trata de ver cómo se sale de ese lugar. Necesariamente la salida implica una reconstrucción de la figura adulta, el Estado tiene que invertir en programas que generen recursos humanos, que permitan conformar grupos de pibes con figuras adultas acompañantes”, resume Arriola.

Un claustro de lo urgente

Cuando las noticias policiales no dan abasto, los muros que separan “barrios” de “asentamientos” (la diferenciación se escuchó hasta el cansancio el día en que un vecino de Lanús abrió fuego sobre habitantes de un asentamiento que pasaban frente a su casa y mató a un adolescente) se levantan y derriban a diario, y se habla de inseguridad pero no de exclusión y violencia, puede extrañar que sea posible la reflexión. Y, sin embargo, la licenciatura en Seguridad, académica como a fin de cuentas es, bien puede leerse como un laboratorio actualísimo y urgente, como un espacio donde transcurren, se problematizan y depuran los planteos que sustentan las noticias, aunque aquí lo hace de forma no espasmódica, sino sostenida. Clément plantea que “la academia no había abordado el tema de manera sistemática y propositiva, pero nosotros insistimos en que esto, que tradicional y equívocamente estuvo en manos de las fuerzas policiales o de las corporaciones, y que fue constituido a puertas cerradas y en un ámbito cerrado, es un asunto de política pública, es una política de Estado y de responsabilidad múltiple. La seguridad no es un trabajo lineal, vinculado estrictamente con el delito, con los delincuentes”.

Donde se ve, se cocina, se vive la seguridad, o su ausencia, es en la vulnerabilidad, de allí el énfasis en la prevención, en propiciar “estrategias y técnicas profesionales éticas, que en este caso significa preguntarse permanentemente cómo despoliciar el tema. Y eso lo planteamos acá, en una carrera cuya mayoría de alumnos trabajan como policías. Se produce una tensión, y es enriquecedora, porque ellos están permanentemente revisando su propia práctica”. Son, actualmente, cerca de 700 las personas que cursan esta licenciatura en Lanús.

Alumnos en acción

No se fanatiza con ninguna de las series policiales de la televisión, pero puesta a elegir una nombra a CSI, por lo de la mirada científica y la dedicación de los protagonistas. Mabel Rojas dice que no tuvo modelos cercanos, sino vocación, y que nunca dudó sobre cuál debía ser el modo de trabajo. Ahora, con 43 años, ser comisario inspector y tener a su cargo el distrito de Almirante Brown le permite poner en práctica todo aquello que fue madurando a lo largo de años durante los cuales pasó por todos los puestos posibles de la tarea policial bonaerense. Suya es la responsabilidad de conducir doce comisarías y “contener y dar seguridad a más de 700 mil habitantes”.

Egresada en una promoción en la cual de 700 flamantes oficiales sólo 17 eran mujeres, Rojas es una de las actuales alumnas de la licenciatura en Seguridad; en breve, comenzará a elaborar la tesina, para la que eligió investigar sobre policía y trabajo social. Como integrante de las fuerzas de seguridad, insiste en que su rol es ante todo el de “servidora pública”; como autoridad policial, en que “los hombres” de su distrito siguen un lineamiento claro: “Hay que charlar con los vecinos, acercarlos a la comisaría. Tal vez, a mí, mi imagen me ayudó mucho”, en especial hasta hace dos años, cuando era la comisario de Burzaco. “Cuando atendía a la gente, siempre la reacción inicial de los vecinos era ‘no, yo quiero hablar con el comisario, yo pedí hablar con el comisario’. Y se sorprendían mucho cuando les decía que el comisario era yo”. ¿Por qué?

Rojas dice que acompañar las transformaciones sociales y actuar en consecuencia es parte inherente de la tarea de las fuerzas de seguridad. Que “los hábitos, las generaciones, todo cambió”, que la policía debe procurarse una inserción desde y en lo social. Y, sin embargo, a veces son las propias expectativas de los vecinos las que modelan ciertas maneras de trabajar. En las reuniones que hacen con los comisarios de sus zonas, la gente pide “ver policía en la calle”, patrulleros en las calles, oficiales en las esquinas, y a la vez los reclamos señalan “cuánta necesidad de ser oída, de ser escuchada tiene la gente”. Como si de un laboratorio social se tratase, la distrital de Almirante Brown propicia la inserción comunitaria, también, con herramientas virtuales: tiene web propia, en la que cada comisaría cuenta sus actividades comunitarias de la semana (www.almirantebrown.gov.ar).

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Luis Lugones, León Arslanian y Alberto Binder, en uno de los paneles del foro sobre políticas públicas de seguridad.
Imagen: Gustavo Mujica
 
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