Jueves, 28 de enero de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › ENTREVISTA CON DOS INTEGRANTES DEL EQUIPO DE MéDICOS ARGENTINOS QUE REGRESó DE HAITí
Viviana Luthy y Selva Font, dos integrantes del equipo de voluntarios de Cascos Blancos que viajó a Haití, relataron a este diario los dramáticos momentos de asistencia a las víctimas. “Llegamos a tener un total de 116 internados graves”, dijeron.
“El mayor impacto fue atender a los chicos, que llegaban con todo tipo de heridas al hospital”, cuenta Viviana Luthy, una de las cinco médicas de Cascos Blancos que el martes regresó a la Argentina después de atender a los heridos por la catástrofe de Haití. “Llegamos a tener un total de 116 internados graves”, agregó Selva Font, otra de las profesionales que participó de la misión. Las dos formaron parte del grupo de médicos y voluntarios de Cascos Blancos de la Cancillería argentina que fue el primero en brindar asistencia sanitaria en la ciudad de Leogane, epicentro del devastador terremoto del 12 de enero.
El hospital de campaña argentino llegó a territorio haitiano 48 horas después de la catástrofe con un contingente de nueve médicos, especialistas en catástrofes, desastres y emergencias, y en situaciones con víctimas múltiples. El objetivo crucial era socorrer a una población avasallada, bajo las ruinas y en profundo pánico. “No terminamos de instalarnos que empezó a llegar gente. Estaban aterrorizados. El lugar estaba plagado de escombros y, cada réplica significaba más heridos y fallecidos”, dijo Viviana Luthy, en una entrevista con Página/12.
El equipo había salido el jueves 14 de enero del aeropuerto de El Palomar, en el primer avión Hércules, integrado por emergentólogos, cirujanos y especialistas en logística, encargados de los insumos, medicamentos y todo lo relacionado para un óptimo trabajo de asistencia. Con ellos viajó, también el titular de Cascos Blancos, Gabriel Fuks, y el director de emergencias sanitarias del Ministerio de Salud y jefe del equipo médico, Gabriel Ive. Los médicos argentinos fueron el primer grupo que arribó a Leogane, una ciudad ubicada a 40 kilómetros de Puerto Príncipe, destruida en un 90 por ciento por la fuerza del sismo. Allí, instalaron las tres carpas para atender durante las 24 horas a los heridos, que hasta el momento no tenían adónde recurrir.
“Cuando llegamos la situación era crítica, era una ciudad completamente devastada, y su población con mucho pánico. Escombros y más escombros. Muchos habían improvisado carpas para poder instalarse”, aseguró Luthy.
Según relató a este diario, durante los casi 20 días que estuvo en Haití “atendimos todo tipo de heridos y enfermos, pero lo primero y fundamental que había que asistir eran los politraumatismos”.
Selva Font, por su parte, comentó que en los hospitales de campaña “llegamos a tener un total de 116 internados graves, que después de la primera asistencia eran enviados a los centros quirúrgicos más próximos”. “El trabajo era y es incesante. Las réplicas del sismo aterrorizan a la población y complican el trabajo”, agregó la médica. Y estimó que hasta su regreso habían atendido “más de mil pacientes”.
Los nueve médicos de Cascos Blancos son voluntarios. Luthy no es la primera vez que integra una misión de este tipo, ya que anteriormente asistió a víctimas de situaciones catastróficas. “En 2005 fui a Nueva Orleans, Estados Unidos, para asistir a las víctimas del huracán Katrina y en 2008 estuve en Haití para atender a los damnificados por los huracanes”, precisó. Pero el terremoto en Haití no fue una experiencia más en su carrera: su magnitud lo convierte en “una catástrofe incomparable con las anteriores”.
“El mayor impacto fueron los chicos, que llegaban con todo tipo de heridas al hospital”, comentó Luthy, todavía conmovida por la tragedia. Pero también los niños, recuerdan las médicas socorristas, fueron protagonistas de hechos sorprendentes. “Uno de los casos fue el de un chico sordomudo que quedó una semana entera atrapado entre los escombros. No habían logrado encontrarlo porque no se podía comunicar. Cuando su tío lo trajo al hospital no tenía heridas graves, sólo algunos raspones.”
“Otro episodio increíble –recordó Luthy– fue el de un chico que estuvo bajo las ruinas durante cinco días y al encontrarlo tampoco tenía lesiones de gravedad. A su padre le habían informado que nadie de la familia había sobrevivido. Sin embargo, el hombre insistía en que uno de sus hijos estaba vivo. La insistencia del hombre llevó a que se remuevan nuevamente los escombros en el lugar indicado, y así se hallaron a tres personas con vida, entre ellos su hijo.”
Las tres carpas del hospital argentino, con capacidad para 40 personas cada una, fueron el escenario donde “socorrimos a personas con heridas gravísimas y de todo tipo: varias fracturas en un mismo cuerpo, heridas abiertas, desgarros y todo lo que sea producto de caídas y derrumbes, y en muchos casos había que hacer amputaciones”, informó Font.
Como ese centro no cuenta con quirófano, las personas que requerían alguna intervención o los pacientes de mayor complejidad eran derivados al hospital cubano, instalado en Leogane unos días después que el argentino. “La relación con la población fue fundamental para el desarrollo de nuestro trabajo”, comentó Luthy. “Era como una ayuda de pueblo a pueblo. Ellos colaboraban con lo que podían, como por ejemplo, en las traducciones, que beneficiaban la comunicación. Además, se forjaron vínculos más estrechos que ayudaban a la evolución de cada paciente”, comentó.
“Pasó el primer momento, pero todo esto continúa con otros inconvenientes, como infecciones y epidemias, que son una de las principales preocupaciones que afectan hoy a la población de Haití”, advirtió Font. Por ello, cuatro de los médicos argentinos de Cascos Blancos continúan con las tareas de atención en el hospital. A ellos se unieron un especialista en traumatología y ortopedia y dos enfermeros que viajaron en el último Hércules que partió de la Argentina, en el que se envió, además, un refuerzo de insumos y medicamentos.
Informe: Rocío Ilama.
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