Martes, 2 de marzo de 2010 | Hoy
El experto había anunciado la posibilidad de una “ruptura” en la zona de Concepción. Dice que “el de Haití no fue nada al lado de éste”, aunque aquél causó más muertes porque ocurrió en la superficie y por la precariedad de las viviendas.
Por Pedro Lipcovich
El terremoto de Chile es, desde la perspectiva de los sismólogos, el más importante de los últimos años en el mundo: es el primero que pudo ser registrado con los instrumentos actuales y que, al haber puesto a prueba la disposición antisísmica de rascacielos, autopistas e incluso un ferrocarril subterráneo –el de Santiago–, será estudiado a fondo para perfeccionar las nuevas construcciones. Así lo aseguró, en su paso por Buenos Aires, el prestigioso sismólogo chileno Raúl Madariaga. El terremoto de Haití “no fue nada al lado de éste”: si causó más de cien mil muertos fue, por una parte, porque su centro estuvo en la superficie terrestre y no a 25 kilómetros bajo tierra, como el de Concepción, pero también por la precariedad de las construcciones en Puerto Príncipe. En Chile es obligatoria la edificación antisísmica, que en general respondió bien a este terremoto, que también afectó fuertemente a la capital. En la Argentina estamos a salvo de un terremoto como el de Concepción pero no de uno del tipo que padeció Haití, ya que una falla geológica similar corre a pocos kilómetros de San Juan.
–Hablamos de “lagunas” para referirnos a lugares, situados en zonas sísmicas, donde no ha habido terremotos desde hace mucho tiempo. Dadas las características de Chile, en un lugar donde el último terremoto se produjo hace cien años ya hay fuerte probabilidad de un nuevo sismo; mientras más tiempo pasa, mayor será el evento, y Concepción había sufrido el último en 1835. No todos mis colegas coincidían, pero algunos entendíamos que esa ciudad era el lugar más peligroso de la costa chilena –contesta Madariaga, quien emigró de su país a causa del golpe militar de 1973, dirigió varios centros de investigación en el mundo y enseña en la Ecole Normale Supérieure de París.
–Todo a lo largo de Chile, Perú y hasta Ecuador se registra el encuentro de dos vastas placas, de unos cien kilómetros de espesor: la de Nazca, bajo el océano Pacífico, a 5000 metros de profundidad, y la de Sudamérica, que llega a la plataforma continental. La placa de Nazca avanza todo el tiempo hacia el continente a una velocidad de ocho centímetros por año; lo hemos verificado mediante estudios con GPS. En esa larga línea de encuentro, de Sur a Norte, la placa de Su-damérica tiende a quedar por encima de la de Nazca; decimos que la “cabalga”; el rozamiento bloquea el movimiento entre las dos durante cincuenta años, cien años, hasta que de pronto, en un lugar, salta brutalmente: es el terremoto. En Concepción, el sábado pasado, el deslizamiento duró 150 segundos y fue de diez metros hacia arriba.
–Se produjo un tsunami de diez a 15 metros de altura, que no afectó a Concepción, pero sí a las ciudades, vecinas, de Constitución y Talcahuano. Muy golpeada por este tsunami fue la isla de Juan Fernández, a 670 kilómetros de la costa. En realidad, las ondas sísmicas producidas por un terremoto como éste, cuya magnitud fue de 8,8, se propagan a todo el mundo. La Tierra vibrará por lo menos durante un par de meses como consecuencia de este sismo.
–El de Haití, de 7,3 grados, no fue nada al lado de éste. En Concepción e incluso en Santiago de Chile, muchas de las réplicas que todavía se registran son de mayor magnitud que el terremoto de Haití. Sin embargo, ése produjo muchas decenas de miles de muertos, y en éste, cuando se llegue al balance final, no habrán sido mucho más de mil. Sucede que el hipocentro del terremoto, su punto de mayor intensidad, en Haití estuvo muy cerca de la superficie: la falla geológica cruza la ciudad de Puerto Príncipe. A diferencia del de Concepción, no se trata de placas que se superpongan, sino que se deslizan horizontalmente, una al lado de la otra, de modo que la superficie de la tierra se desgarra; no es por cabalgamiento, sino por desgarre, así se llaman los terremotos de este tipo. Es el mismo tipo de falla que la de San Andrés, en California.
–Ciertamente, y es terrible decirlo, el nivel de vida: en Chile incluso las casas más pobres son de construcción sólida en comparación con las de Puerto Príncipe. En Concepción, las edificaciones se deformaron, pero en la mayor parte de los casos sus habitantes no fueron aplastados. Según la información disponible hasta ahora, sólo un edificio alto, de 15 pisos, colapsó. También en Santiago hubo muchos edificios que se inclinaron, cayeron balcones, hubo muertes, por supuesto, pero la mayoría de los habitantes se salvaron. Claro que en Chile hay normas estrictas de edificación antisísmica. En Puerto Príncipe, como también sucedió en México en 1985, muchas edificaciones colapsaron y mataron a la gente en su interior.
–Con sus 8,8 grados de magnitud, es el más grande de la historia reciente, exceptuando el de Indonesia en 2004, que llegó a 9; pero ése no afectó mayormente a edificios de altura. El del sábado es el primero de su magnitud que ha sido registrado con instrumentos modernos y que puso a prueba edificios de altura y un ferrocarril subterráneo, el de Santiago, que, por lo demás, resistió bien, salvo algunos daños menores en un tramo que circula elevado.
–Hasta ahora, nada funcionó en ese sentido. En China, en Japón, en Estados Unidos se intentó pero sin éxito. Hay quienes dicen que es imposible predecir con exactitud los terremotos, y de hecho la mayor parte de los programas destinados a predecir se fueron deteniendo. En lo que sí trabajamos es en prevención: proveer a los ingenieros información sobre los movimientos para perfeccionar las construcciones.
–En toda la vertiente este de los Andes, desde San Rafael hasta Jujuy, hay actividad sísmica, pero en su mayor parte es muy profunda: en Santiago del Estero, por ejemplo, se producen terremotos inmensos, pero a 700 kilómetros bajo tierra: llegan a sentirse pero no producen daño. Los movimientos de las placas son mucho menores que en Chile, pero en Mendoza y San Juan se producen terremotos de superficie, por desgarre, del mismo tipo que el de Puerto Príncipe; a veces tienen magnitudes superiores a 7. Pueden ser muy peligrosos, especialmente en la ciudad de San Juan, que está a no más de 30 kilómetros de la falla de Caucete.
–Es mi intención. Pero algo me quita las ganas: han enviado al ejército a Concepción para que “controle los saqueos”. El hecho de que la gente lleve cosas de los supermercados sucede siempre en los terremotos: más que pillaje, es la necesidad de conseguir provisiones para conjurar el miedo. No era necesario enviar al ejército, y a muchos esto nos trae malos recuerdos.
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