“Cuando entramos al SUM vimos que las sillas estaban dispuestas en ronda, había sahumerios y velas encendidos, un tambor y cartas de tarot dadas vuelta. Y carteles con nuestros nombres como para colgarse como un collar”, relató a Página/12 una docente. La escena ocurrió en el Centro Educativo Ramón Carrillo, para niños de tres y cuatro años, en el barrio del mismo nombre.

“Primero nos hicieron cerrar los ojos y una de las dos personas que daban el curso comenzó a girar detrás nuestro, tocando el tambor. Después, cuando nos dijeron que nos teníamos que presentar cada una, les dijimos que no estábamos de acuerdo, que para nosotras, por más que apareciera como un ejercicio de relajación, un curso de capacitación de ese tipo en una zona con tantas necesidades era un hecho político, y nosotras lo repudiamos”, agregó la docente, que prefirió no identificarse por temor a represalias. “Por eso, nos levantamos y nos fuimos y algunas hicieron su descargo por escrito.”

Las docentes convocadas a esa reunión eran unas veinte, pertenecen al Ramón Carrillo, al jardín del barrio Los Piletones y la salita Los Pinos, todos del Bajo Flores y Villa Soldati. Son jardines y salas que pertenecían al programa socioeducativo del Ministerio de Educación denominado Zona de Acción Prioritaria (ZAP), destinado a las zonas de población más vulnerable. “Aquí vienen los chicos que no encontraron vacantes en los jardines de la ciudad”, comentó la docente.