SOCIEDAD
Avellaneda no quiere más basura y se rebela en contra del Ceamse
El intendente Oscar Laborde anunció que se pondrá al frente de una pueblada para rechazar los camiones en los rellenos de Villa Dominico, que están colapsados. La Justicia le impide al Ceamse llevar los residuos a Quilmes. Conclusión: no saben dónde poner la basura.
Por Alejandra Dandan
La pueblada empieza el lunes a las ocho de la mañana. Frente a los rellenos sanitarios administrados por el Ceamse, en Villa Dominico, habrá un tropel de camiones, vecinos y funcionarios comunales dispuestos a encadenarse. Oscar Laborde, el intendente de Avellaneda, se prepara a entablar un combate cuerpo a cuerpo con la basura: “La paciencia tiene un límite –advirtió ayer el jefe comuna–, por las buenas o por las malas, el Ceamse se va a ir de Avellaneda”. La pueblada aparece en medio de una disputa cada vez más crítica entre el Ceamse, el gobierno de Felipe Solá y unos siete municipios bonaerenses que hoy no saben dónde va a ir a parar su basura.
Quienes conocen el tema anuncian que se transformará en un gran problema. Hace menos de diez días, el Ceamse dejó de usar las 20 hectáreas de rellenos de Villa Dominico porque consideró –tal como lo vienen advirtiendo los vecinos– que estaban saturadas. Esos rellenos funcionan desde 1976, cuando se creó el Ceamse. Desde entonces y hasta ahora, se trasladaba hasta allí la basura de toda la ciudad de Buenos Aires y la de otros siete municipios del sur del Conurbano. Por día, en los últimos años, entraban unas 8 mil toneladas de basura que se fueron acumulando y depositando en zonas que ahora trepan hasta 25 metros de altura.
En Avellaneda dicen que el Ceamse debía haberse ido hace 20 años: “Los terrenos que usan –explica uno de los voceros de Laborde– eran viejos bañados que iban a rellenarse con la basura sólo superficialmente, en ningún lado estaba previsto que se queden para siempre”.
La sensación de colapso, la saturación de la tierra y las denuncias de las Madres de las Torres, un grupo de mujeres cuyos hijos murieron afectados por leucemia o padecen la enfermedad, pusieron en marcha el proyecto para el traslado de los depósitos. En diciembre del ‘99 comenzaron las negociaciones formales para establecer el destino, los tiempos y las formas. Hubo reuniones con los administradores de la empresa, con funcionarios e intendentes de distintas comunas, con Carlos Ruckauf, por entonces gobernador de Buenos Aires, y luego con Felipe Solá. El último acuerdo fue el que ahora parece resquebrajado: después de idas y vueltas, el Ceamse abandonaría Avellaneda, supuestamente, el 11 de mayo de este año y a partir de ese momento, las 8 mil toneladas diarias se dividirían en dos partes: la ciudad de Buenos Aires arrojaría sus desechos en los rellenos de la zona norte y los siete municipios del Conurbano lo harían en Quilmes. Pero el acuerdo no funcionó. Aunque la capital ya comenzó con los traslados hacia el norte, en Quilmes los vecinos se movilizaron para impedirlo. Un fallo judicial que hizo lugar a un amparo ahora le impide a la empresa utilizar esos terrenos. En ese contexto, los administradores de la empresa decidieron volver a Avellaneda.
“Parece que nos están tomando el pelo”, dijo Laborde, acalorado e indignado. Como jefe municipal ya hizo una presentación judicial para resolver las cuestiones formalmente, pero aun así la decisión parece tomada: “Independientemente de eso –aclaró–, el lunes vamos a impedir que ingresen los camiones, lo haremos con todos nuestros recursos, por voluntad propia, por decisión de un juez o por la fuerza”. Y por si fuera poco, anticipó: “El Ceamse se va de Avellaneda”.
En medio de lo que puede convertirse en otro de los dolores de cabeza de la administración Solá, el Ceamse está desorientado. “Es una situación crítica que nos excede”, admitieron sus voceros.