SOCIEDAD › SHIRLEY XU ES CHINA, APRENDIó TANGO EN BUENOS AIRES Y LLEVA A UN BAILARíN A COMPETIR A BEIJING
Son las once y media de la noche. Shirley Xu traza en la pista de baile una figura soberbia. Abrazada a su pareja de tango, pivotea primero hacia un lado, hace un giro, descruza las piernas y pivotea después hacia el otro. El movimiento, lejos de ser desmesurado, tiene la elegancia justa de un paso que ha sido oportunamente pulido. En la milonga, ubicada en pleno centro porteño, la directora de la Asociación China de Tango Argentino se mueve al compás del 2x4 como si el Río de la Plata fuera su lugar de origen. De fondo suena la orquesta típica de Juan D’Arienzo. Durante un par de segundos, el baile parece detenerse. Shirley y su partenaire ocasional quedan congelados en una misma posición. Se trata de una pausa breve, de un instante mínimo en que la figura está a punto de concluir sólo para encadenarse con la siguiente.
Hace un mes que Shirley Xu está en la Argentina. Su organización y el Centro Universitario de Idiomas de la UBA firmaron un convenio de intercambio cultural entre la Argentina y China para difundir el español y el tango en el país asiático. “Me enamoré del tango automáticamente. Es difícil de explicar, pero desde un comienzo me sentí atraída por esa música y ese baile. Es algo que se lleva dentro. Tiene una magia especial, distinta de cualquier otro ritmo”, cuenta Shirley en una charla con Página/12.
Después de tomar cuatro clases con una profesora argentina que estaba en Beijing, continuó bailando por su cuenta: recorrió cada una de las milongas que por ese entonces, hace tres años, había en la capital oriental. “Como no sabía bailar muy bien, fui dejándome llevar en el baile por los que sabían”, explica. De esa manera, poco a poco, fue aprendiendo.
La posibilidad de socializar a través del tango es uno de los rasgos que le interesaron especialmente. “En China es casi imposible que dos extraños se conozcan. En ese sentido, el tango puede ser un vehículo importantísimo para establecer relaciones entre personas que de otra manera no se hubieran conectado nunca. Ese abrazo bellísimo que propone el tango, esa cercanía, te permite conocer al otro.” No obstante, Shirley reconoce que en su país “el pudor y las inhibiciones corporales todavía están muy enraizadas en las tradiciones, algo que el tango puede empezar a modificar”. “Por ejemplo, es imposible en cualquier milonga de Beijing que una mujer mire directo a los ojos del hombre y decida bailar con él”, agrega.
Lo cierto es que tanto la danza rioplatense como el idioma vienen creciendo en el gigante asiático desde hace varios años. En Hong Kong, Shanghai y Beijing son cada vez más los jóvenes y adultos que se interesan por la cultura argentina.
Roberto Villarruel, director del Centro Universitario de Idiomas (CUI), la otra parte del acuerdo, sostiene que “muchas universidades chinas que no tenían carrera de español ahora están abriendo cursos optativos para los estudiantes. La realidad es que allá el castellano se está convirtiendo en uno de los principales idiomas elegidos”. En Argentina, ese interés por el idioma extranjero parece ser recíproco. “A partir de 2004 empezamos a dictar chino en el Centro y la respuesta fue fenomenal: esperábamos contar con 100 personas y terminamos inscribiendo 600. Hoy en día tenemos un promedio de 800 alumnos por cuatrimestre que estudian chino”, agrega Villarruel. A su vez, esta institución, que hace más de 20 años brinda a la comunidad una nutrida oferta de idiomas, tiene profesores que enseñan español en distintas universidades en Zhengzhou, Beijing, Tongling y Hefei. “La estrategia del Centro se focaliza en el intercambio de profesores y alumnos y en la apertura de centros de idiomas para la enseñanza del español en la República Popular China.”
Pero la tarea no es únicamente con el idioma. En un escenario de relaciones comerciales crecientes, el convenio entre el CUI (www.cui.edu.ar) y la Asociación China de Tango Argentino tiene como finalidad potenciar los vínculos culturales entre ambas naciones. “Apuntamos con este acuerdo a que se conozca el contexto en el que el idioma está inserto –explica Villarruel–. Por eso promovemos el tango junto al español. Queremos que con el idioma también pueda conocerse el contenido de las canciones y la historia del tango. Es una oportunidad única para promocionar la cultura de nuestro país.”
Desde que llegó a Buenos Aires, Shirley no perdió el tiempo: visitó, noche a noche, las principales milongas porteñas con la intención de experimentar ese ambiente mítico donde el tango adquiere espesor. “Es tal cual me habían contado las profesoras argentinas en China. Hay una atmósfera de naturalidad, disfrute y libertad que permite que el cuerpo fluya en la danza. En mi país, en cambio, los bailarines están muy pegados a la técnica. Soltarse les lleva mucho tiempo.” La directora china, de 28 años, es profesora de tango en Beijing y espera que algún día sus alumnos viajen a Buenos Aires “para conocer el espíritu y la magia de la milonga”. “Quiero llevar esa atmósfera a mi país. Sé que es un trabajo de mediano y largo plazo. Pero la etapa del enamoramiento con el tango ya la tuvimos, esa barrera ya se superó y ahora es la etapa de empezar a trasladar el espíritu del tango”, agrega Shirley.
A fin de mes, cuando llegue el momento de regresar a China, llevará consigo a un bailarín argentino. La mira estará puesta en la competencia nacional que a mediados de mayo se realizará en Beijing.
En la milonga porteña, cerca de la medianoche, la tanda de temas está a punto de recomenzar y Shirley Xu vuelve a la pista. Con su brazo izquierdo rodea a su pareja a la altura de los hombros. En la espalda de su compañero apoya la palma de su mano y presiona sutilmente para lograr la cercanía necesaria. La cara de Shirley roza la mejilla del bailarín. Su brazo derecho envuelve el cuerpo de Shirley. Así como está, enlazada, la pareja aguarda tan sólo que la orquesta comience. En un par de segundos, la directora de la Asociación China de Tango Argentino estará desplazándose nuevamente por la pista.
Informe: Nicolás Andrada.
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