SOCIEDAD › UNA BANDA CON VARIOS AUTOS Y ARMAS
LARGAS CAPTURO AL PADRE DE ASTRADA
Secuestro de película en Boulogne
Los delincuentes interceptaron a Rubén Astrada a cinco cuadras de su casa a las 7.30. Chocaron su auto y lo metieron en el propio. Luego cambiaron dos veces de vehículo. Hasta anoche no hubo contacto de los secuestradores con la familia. Un investigador sospecha que pudo haber protección policial.
Por Horacio Cecchi
Rubén “Cuqui” Astrada, padre del jugador riverplatense Leonardo Astrada, fue secuestrado ayer a cinco cuadras de su casa, en San Isidro. El hecho ocurrió alrededor de las 7.30, cuando entre cinco y siete delincuentes, armados con pistolas y armas largas, encerraron con un Polo verde y un Gol azul al Ford Focus que conducía el Cuqui. Lo chocaron y cuando Astrada bajó lo amenazaron con armas largas y lo subieron al Gol. La profesionalidad de la banda quedó en duda por una serie de desaciertos o casualidades que transformaron al secuestro en una carrera bizarra de postas y con tribuna: el Gol comenzó a echar humo. Lo cambiaron por un Peugeot 504 al paso. Metieron al Cuqui en el baúl, su cabeza cubierta con una campera al mejor estilo “sospechoso policial”. Huyeron por Panamericana hacia Don Torcuato, donde el 504 se quedó sin nafta y debieron cambiar de vehículo. Hasta última hora de anoche la banda no se había comunicado con la familia. Hace dos meses hubo un anuncio, cuando fracasó un intento de secuestrar al Cuqui.
A las 7.35 de ayer, como todos los días, Rubén “Cuqui” Astrada, de 61 años y padre de Leo Astrada, mediocampista de River, viajaba en su Ford Focus blanco rumbo a su trabajo de reparación de ascensores. Media hora antes, los vecinos del barrio habían visto un Polo verde con dos tipos adentro “que daban miedo”. En la esquina de Bacacay y Yatay (esta última corre paralela a las vías del ex Ferrocarril Belgrano), a cinco cuadras de la casa de papá Astrada (Sarratea 1433, de Boulogne) el mismo Polo verde se le cruzó al Cuqui en el camino. Tan cruzado que lo embistió de costado. Simultáneamente, un Gol azul violáceo chocó de atrás al auto de Astrada.
El Cuqui bajó del auto indignado a discutir con los insensatos conductores, pero la indignación duró milésimas de segundo. De los dos autos bajaron entre cinco y siete hombres (alguien creyó ver entre ellos a una mujer, aunque fuentes de la investigación lo desmintieron) todos armados con pistolas y armas largas. No hizo falta que lo amenazaran: arrastraron al Cuqui al baúl y escaparon en el Gol, abandonando el Polo verde y el auto de Astrada en el lugar. Otra parte de la banda huyó en un Renault 9 que horas después apareció en el Bajo Boulogne. Unas cuadras después, el operativo comando empezó a desteñir cuando el Gol empezó a echar humo. Los delincuentes bajaron del vehículo y detuvieron a un Peugeot 504. Obligaron a bajar al conductor y colocaron al Cuqui Astrada en el baúl. El hermano del conductor declaró que vio cuando trasladaban al padre de Astrada. El testigo aseguró que lo llevaban con su rostro cubierto debajo de una campera oscura, al mejor estilo de los sospechosos de las series y los casos policiales.
–¿Fue un hecho con protección policial? –preguntó Página/12.
–Todavía es muy pronto para sostenerlo, pero es una de las hipótesis fuertes –respondió el investigador.
La carrera de la banda con Rubén Astrada como rehén en el baúl siguió en dirección a la Panamericana. Yatay corre paralela a la vía hasta el Camino Morón-San Fernando. Girando a la derecha, a unas veinte cuadras, se encuentra el Acceso Norte Ramal Escobar-Zárate. La improvisación volvió a dejar su marca. En esa ruta, a la altura de Don Torcuato, durante la mañana fue hallado el Peugeot 504 abandonado. Se había quedado sin nafta. La banda abordó un Fiat Siena blanco, que apareció horas más tarde abandonado en La Lonja, partido de Pilar.
La búsqueda se inició casi de inmediato de ocurrido el secuestro. Fueron varios los vecinos que lo pudieron presenciar y avisaron a la policía. Intervino la DDI de San Isidro. En el Gol azul humeante hallaron una bolsa con clavos miguelitos, capuchas, cuchillos y 17 cartuchos de escopeta calibre 12.70. En el Polo verde, una pistola 9 milímetros, y dos cargadores. Se informó al juez federal de San Isidro, Roberto Marquevich, quien según fuentes de la investigación comenzó a actuar en forma preventiva. De ser cierta esa información, resultaría una curiosademostración de lo que significa la censura de la experiencia colectiva: por temor, quizás anticipándose al pedido de los secuestradores, la familia no realizó denuncia pese a no existir indicación alguna de parte de los secuestradores. De todos modos, el hecho tomó rápida trascendencia en los medios por una cuestión sencilla de comprender: Leo Astrada se enteró por un llamado mientras se entrenaba con el plantel de River en Ezeiza. Interrumpió la actividad deportiva y rápidamente se dirigió a la casa de sus padres. Pese a que apenas habló con los medios, el plantel sumó su apoyo y la noticia se desplegó por un camino inusual: los cronistas deportivos.
A las pocas horas, el frente del chalet de Sarratea 1433 se transformó en un mitin de movileros, curiosos y policías que intentaban alcanzar cada uno sus objetivos: los periodistas enterarse para informar, los curiosos curiosear y aparecer en cámara, y los policías evitar que unos y otros lograran su cometido. Finalmente, unos 30 hombres del grupo Marea Azul, de la Bonaerense, rodeó con un vallado metálico a la vivienda y puso fin a la situación o la alejó unos diez metros de la puerta de la casa. Alrededor de ese vallado se fue montando el clásico espectáculo postsecuestros: cámaras, fotógrafos, cronistas, vecinos y curiosos de paso, algunos amigos testimoniando su apoyo con una bandera riverplatense sobre la que habían escrito con aerosol “Fuerza Cuqui”.
De entre los familiares directos nadie habló a los medios. Pero alrededor de las 19.30, mientras la angustia de los Astrada avanzaba de la mano de la oscuridad, un amigo o familiar de Rubén salió a la verja del chalet de Sarratea para hablar a la prensa. Lo hizo para enviar un mensaje a los secuestradores: dijo que Cuqui es hipertenso y que debe tomar el medicamento Adalat Oro 30 miligramos. El significado de ese ruego mediático a los secuestradores no debería reducirse a un simple pedido. Entrelíneas habrá que leer que, al menos hasta las 19.30 y después de 12 horas de ocurrido el secuestro, la banda aún no se había comunicado con la familia. Alrededor de las diez de la noche, el mismo investigador confirmó a este diario que esa lectura era correcta:
–Nada. Ni pedido de dinero, ni contacto para decir que lo tienen, ni para dar ninguna indicación. Silencio total. Van a jugar con las noticias.
Jugar con las noticias. Pequeño detalle que marcará el ritmo inicial de los contactos. La experiencia indica a los especialistas que el primer silencio va de la mano de las noticias: “Lo más probable es que esperen hasta que mañana (por hoy) los titulares de los diarios incrementen la angustia de la familia, para después empezar con las indicaciones”, agregó el experto. Sólo recibieron tres llamados: en el primero pidieron 300 pesos; en el segundo, 100; y en el tercero, 400, uno de ellos desde La Plata, y los tres ofreciendo datos concretos a cambio del premio.