SOCIEDAD
Cuando los pibes de la villa crean su propio juego
Son murgueros, artistas de circo y construyen juegos para su comunidad. El programa funciona en Mataderos, Flores y Barracas.
A cincuenta metros del Riachuelo, en la villa 21-24 de Barracas, un playón de cemento se abre entre las casillas y reúne a decenas de chicos. La cita es para jugar y los primeros 30 chicos que se acercan se multiplican en pocos minutos a pesar del viento frío que se hace casi insoportable cuando baja el sol. Una caja de juegos construida en madera es el centro de atracción y la excusa para empezar a trabajar con el proyecto Kaleidoscopio, un espacio generado por el Programa de Acciones Comunitarias de la Secretaría de Cultura porteña, destinado a niños y adolescentes, con el objetivo de recuperar el espacio de juego, muchas veces perdido en la vida cotidiana de los barrios pobres.
Dos coordinadores, cinco profesores, una lona y materiales de desecho. Con ese único equipamiento, el programa Kaleidoscopio comenzó a recorrer las villas de la ciudad en diciembre de 2002 bajo el lema “Aprender emprendiendo”. Se trata de acercar juegos y juguetes a los chicos –a muchos de ellos, por primera vez– y de enseñarles a construir luego los propios. “El proyecto consiste en la alfabetización lúdica, expresiva y también creativa, con la idea de que los chicos creen sus propios juegos con materiales de desecho. Actividades que a la vez funcionan como excusas para que los pibes estén contenidos”, explica Guadalupe Cassieri (21), maestra de educación física, al borde de quedar afónica mientras canta y juega en el playón de la Villa 24.
Kaleidoscopio ya pasó por el Barrio Inta y por la Villa 1-11-14 del Bajo Flores. Ahora llegó a Barracas, al playón de cemento que también es la cancha de fútbol para los chicos del barrio y el escenario donde ensayan las chicas de la murga Los Pajaritos de Barracas, otro de los talleres del Programa de Acciones Culturales Comunitarias, que ya lleva 4 años.
A apenas unos metros, Leticia Funes organiza la merienda en el comedor Amor y Paz, donde todos los días asisten 420 personas y alrededor del cual se organizan las actividades del Programa. Ahí mismo funcionan una biblioteca, una juegoteca y el taller de tapiz. Y es el mismo lugar en el que seis años atrás nació la primera Escuela de Circo Social del país, bautizada “Escalando altura”, a partir de un taller de zancos y malabares. Hoy tiene un promedio de 100 alumnos que hacen trapecio, cuerda indiana, elástico, monociclo y acrobacia de piso, entre otras actividades.
“Hago trapecio, hago ejercicios en las colchonetas y hago tela. Vengo al circo dos veces por semana desde que era chiquita. No sé cuánto tiempo hace, pero casi toda mi vida y acá me hice muchos amigos”, cuenta Griselda, de 10 años y se preocupa: “Si el circo no estuviera, yo tendría que quedarme por la calle o en mi casa sin hacer nada”.
Tanto el circo, como los talleres de música, tapiz, títeres y ahora también Kaleidoscopio son parte de un trabajo social a través del juego y el arte. “En determinadas zonas de la ciudad, uno escucha que la cultura es resistencia. Eso pasa en las capas medias. Pero lo que se escucha de los pobladores de la villa es que la cultura salva. Y en este caso no hay dudas de que es así”, reflexiona Roberto Di Lorenzo, director general de Promoción de la Secretaría de Cultura. En esas actividades, explica, es donde se articula el trabajo social “porque muchas veces ahí surgen necesidades que nada tienen que ver con lo artístico y que van desde comida hasta un libro. Y ahí también tenemos que estar nosotros”.
Por los talleres y el comedor de Leticia Funes pasa toda la vida cultural y gran parte de la social de la Villa 21-24. Allí también tienen lugar los padres, que aprenden junto a sus hijos en Kaleidoscopio, participan en talleres de alfabetización o en la confección de materiales y trajes para el circo y la murga. Sin embargo, todos los que trabajan en los programas de acciones culturales de la ciudad sienten que hay un desafío pendiente y “quizás el más complejo, que es la franja adolescente, entre los 12-13 y los 19”, reconoce Di Lorenzo. “Es el momento en que empiezan a irse de estos lugares y de estas actividades, justo cuando más vulnerables son”, asegura el funcionario. “Nunca me imaginé que me iba a subir a un escenario”, dice Griselda, una de las viejas integrantes del grupo de circo, del que participa con dos de sus cinco hermanos, y que hace pocos meses demostró sus habilidades en la carpa cultural de Parque de los Patricios. “Yo nunca fui al cine”, agrega Ariel desde sus 6 años, emocionado porque recién escuchó que en el barrio habrá cine móvil. También los juegos del Kaleidoscopio son nuevos para casi todos los chicos: “Por esto, la idea es que después de las ocho semanas del taller, las damas chinas, el reversi, el ajedrez, y muchos otros, empiecen a formar parte del universo de juegos de estos chicos que hasta hoy se reduce al fútbol o alguna otra diversión callejera”, señala Miguel Roldán, uno de los coordinadores de Kaleidoscopio.
Producción: Paula Bistagnino.