Lunes, 10 de junio de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › HISTORIA, TERRITORIO Y BALANCE DEL PODER NARCO DE LOS MONOS BAJO LA SOMBRA DEL VACíO DEL ESTADO
La banda Los Monos parece desarticulada luego del crimen del Pájaro Cantero, su líder. El funcionamiento de la familia desde que inició su poder en villas abandonadas por el Estado. La anuencia policial y la guerra por el control de territorios.
Por Luis Bastús
Desde Rosario
En la ciudad orgullosa de su rosarinidad, de su río, de su salud pública, de haberse erigido en la efigie del boom agroexportador y de unos cuantos iconos populares de ayer y hoy, también bulle una ciudad menos visible, en los arrabales y entre los bulevares que circunscriben el centro. En esta misma Rosario de caras múltiples hay un ejército de pibes sin calma que se quedó sin jefe, y nenes que en la escuela rallan tizas y juegan a vender y tomar cocaína. En el gobierno de Antonio Bonfatti asumen en privado que Los Monos –la banda generada a partir de la familia Cantero y que ya merece un lugar entre las leyendas rosarinas– lograron tal despliegue en las últimas dos décadas que llegaron a disputarle el control del territorio al Estado. Hace dos semanas, alguien se atrevió a matar al jefe del clan, y el sur se puso picante. Sobrevinieron tres asesinatos en dos días, y cundió la alarma en el Ministerio de Seguridad. Un juez desató un raid de allanamientos, detuvo a ocho personas, la madre del jefe Cantero entre ellas, y puso en fuga al padre y fundador del clan, y a los dos hijos varones que le quedan. También cayeron presos un comisario inspector y un sargento de la propia Secretaría de Delitos Complejos. En la calle, los que hablaban se llamaron a silencio por estos días. La distribución de drogas acusó el golpe y esta semana no estuvo tan fácil conseguir algo, al menos de los dealers de zona sur.
Abogados penalistas que conocen la situación de primera mano reparan en que ahora quedó toda una organización con poder de fuego, huérfana de liderazgo. “Un ejército de pibes quemados por la droga que por 10 gramos son capaces de matar a quien le digan y no les importa nada. Y a la vuelta capaz que les dan 10 mil pesos como premio”, contó uno.
Entre los letrados consultados, Carlos Varela es el de los Cantero. Comparó la situación con “la crisis que tuvo el enorme poder militar de Estados Unidos contra el ejército pobre de suicidas islámicos, que es similar en cierto sentido al que tienen los estados latinoamericanos frente a un ejército de jóvenes suicidas que nada tienen que perder”, analizó. “Una situación que no se da en las esferas de mando de las organizaciones paraestatales, que usan a esos jóvenes, ya que pueden ser descartados como meros daños colaterales por ser fungibles y abundantes”, completó.
El futuro inmediato de esa estructura alimentada en derredor de Claudio “Pájaro” Cantero es incierto. Puede ocurrir que superen la crisis actual y se mantengan unidos para continuar el negocio, con algún nuevo jefe que intentará ocupar el lugar del muerto y de los tres prófugos, Ariel Máximo, Guille y Monchi Cantero. Hay quienes suponen que empiecen a desbandarse de a poco y, llegado el caso, los primeros que lo hagan serán asesinados, aventuró una de las fuentes consultadas. La tercera hipótesis supone el fin de esta historia y el reacomodamiento de los soldaditos en las otras estructuras de tráfico que crecieron a la sombra de Los Monos y que ahora quizá perciben un escenario nuevo.
“El derecho penal no prohíbe matar o vender droga, sólo asigna una sanción, y de esa sanción inferimos entonces que la norma es no matar y no vender droga. El punto es que ellos no captan la norma por su propia historia de vida. Por lo tanto, si el castigo llega o no es una cuestión de suerte nomás. Es un ejército de autómatas”, interpretó un penalista que pidió mantenerse en el anonimato.
Las Flores debe su nombre al de sus calles, Clavel, Estrella Federal, Petunia, Flor de Nácar, Heliotropo. Simpático rasgo que da marco al deterioro que experimentó su población, desde finales de los ’60, cuando se hizo barrio obrero con las primeras casitas construidas a través del viejo Banco Hipotecario. Es el primer barrio de Rosario que el visitante observa a la derecha de la autopista, antes de cruzar la avenida Circunvalación.
En 1978, ante el advenimiento del Mundial, la intendencia de facto desarmó ranchos en otros lugares de la zona sur y los llevó con sus familias en camiones volcadores hasta Las Flores, donde las tiraron con muebles y todo. Tras ello, la municipalidad construyó un murallón e invisibilizó el barrio. Las crisis económicas posteriores hicieron el resto. La desindustrialización de los ’90, el ocaso del puerto, la hecatombe del 2001, fueron los tiros de gracia. “Primero destruyeron a los hombres, y más de una mujer tuvo que salir a trabajar para bancar la familia. Así se fue destruyendo la composición social, y hoy tenemos segunda generación de adictos y alcohólicos”, contó un profesional de uno de los dos centros de salud de la zona, que los taxistas rehúyen y cuyo único medio de transporte público es una sola línea de colectivos que, después de las siete de la tarde, llega sólo hasta la subcomisaría y pega la vuelta.
Aquí fue donde a finales de los ’90 el padre del Pájaro, Ariel Máximo Cantero, supo construir la organización cuya fama llegó a las mesas del centro. Todos le reconocen a este clan el control de casi todas las cocinas y la distribución en la ciudad. Existen otros jugadores del narconegocio que, sin embargo, no tienen cuentas pendientes con la Justicia por este motivo: los más mentados en el correveidile local son un vendedor de autos que supo invertir en el fallido proyecto de una franquicia de la disco Esperanto, un miembro de la barra brava de Central, y el dueño de una remisería de Villa Gobernador Gálvez, la ciudad que linda con el sur de Rosario. Este último es Luis “El Pollo” Bassi, a quien le atribuyen haber encargado el asesinato del Pájaro Cantero. La Justicia lo declaró prófugo. Dicen que Bassi se esconde menos de la policía que de los soldaditos que quieren vengar el crimen del Pájaro.
Fuentes del gobierno y del Poder Judicial aseguran que la evolución de Los Monos fue tal que la droga no era el único negocio. Además de prestar dinero bajo cuerda a los apostadores del casino City Center y otros comercios, todos los narcomayoristas les pagaban custodia y protección para traficar. “Armaron una fuerza paraestatal, con poder de fuego propio”, describió un funcionario del gobierno. De allí infieren que un sector de la policía abonó el terreno en el que Cantero halló su sangriento final, para eliminar esa competencia.
Unos días antes de morir, la policía allanó un departamento del Pájaro, quien había salido de madrugada a pescar. Los agentes tuvieron un detalle curioso: le secuestraron la ropa del placard, lo que Cantero interpretó como una provocación. Señal de que quizá se estaba volviendo vulnerable. El 26 de mayo lo sorprendieron a balazos en la vereda de un boliche de Villa Gobernador Gálvez.
“Medio barrio está triste y medio barrio está contento con la muerte del Pájaro”, resumió un vecino de La Granada, el barrio de atrás del Casino, separado de Las Flores por la avenida Circunvalación, donde los Cantero hicieron su casa y su cerco de lealtades. Eso quedó plasmado en numerosos mensajes de despedida en su perfil de Facebook. “Se nos fue un grande, un gaucho de verdad”, “Fuiste un ángel en la tierra y seguirás siéndolo”, “Qué tristeza por favor, te ganaste el cielo, amigo”, fueron algunos de esos epitafios en la red social. “Al día siguiente, los chicos comentaban deslumbrados el desfile de autos caros y la cantidad de coronas que hubo en el velorio”, contaron maestras de una de las cuatro escuelas del barrio.
Al crimen del Pájaro Cantero lo precede una saga de 46 asesinatos relacionados con el narcotráfico, contando desde 2009. Por eso a nadie sorprendió que un día después de su muerte el dueño del boliche donde fue asesinado cayera bajo los balas de sicarios en la esquina de su casa, y que al otro día acribillaran a tiros una camioneta frente al Centro de Distrito Municipal Sudoeste, con el saldo de dos muertos, dos heridos y dos niños ilesos por milagro. Las víctimas fatales eran un hermano y un amigo del supuesto pistolero que acabó con la vida del Pájaro. Este muchacho, Milton César, juró su inocencia en un reportaje con Rosario/12 y se esfumó igual que El Pollo Bassi.
Para frenar la sangrienta embestida que estremeció las conversaciones de los bares rosarinos, el juez Vienna apuró la investigación de un crimen ocurrido en septiembre del año pasado: el de Martín Paz, a bordo de una costosa cupé BMW convertible. Por este homicidio es que el juez desató la batería de allanamientos y detenciones de los últimos días y que, por ahora, jaquearon a Los Monos.
Una fuente del caso vaticinó que habrá más capítulos en esta historia. “El poder es impunidad, como decía Yabrán, y por eso la bronca con Bassi no sólo es emocional. Es que no le pueden permitir impunidad, sería admitir que ahora el poder lo tiene él”, descifró. Con el Pájaro muerto, y su padre y hermanos prófugos, el mito de este poderío está en juego.
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