SOCIEDAD
Una cara nueva para el cementerio con más historia de Buenos Aires
El cementerio de la Recoleta reabre el martes con iluminación y caminos nuevos, después de dos años de refacciones. También se reacondicionaron la puerta de acceso principal y los baños.
Hogar eterno de grandes próceres como Domingo Sarmiento, Facundo Quiroga y la mismísima Eva Perón, el cementerio de la Recoleta reabrirá el próximo martes sus puertas totalmente remozado tras casi dos años de obras. Durante ese período se reacondicionaron sus sistemas de desagüe e iluminación, se arreglaron las baldosas de los paseos internos y se pusieron a nuevo los edificios que dan acceso al predio, encarando así un programa de reformas que se venía postergando desde hace décadas. “Paradójicamente, en este cementerio hay mucha vida, mucha historia de nuestra Argentina, que valía la pena recuperar y poner en valor”, explicó el subsecretario porteño de Obras Públicas, José Luis Calvo.
En los últimos años el cementerio de la Recoleta había comenzado a perder su esplendor. Pese a tener en sus bóvedas y sus esculturas gran parte del patrimonio cultural de la ciudad, el paso del tiempo y la falta de inversiones fueron provocando en las diversas estructuras del predio filtraciones y roturas que obligaron incluso a cerrar algunas criptas por temor a derrumbes.
Esta situación generó que el gobierno de la ciudad encarara una serie de reformas que venían postergándose desde 1881 –momento de la última refacción– y que tenían que ver con la mejora del sistema de iluminación y la refacción de las baldosas originales de los paseos. De esta manera, en el último año se instalaron 50 columnas nuevas de alumbrado, provistas de faroles de estilo francés, y se colocaron 25 mil metros cuadrados de baldosas para mejorar y hacer más transitables los caminos.
También se trabajó sobre las edificaciones del acceso principal, construidas a finales del siglo XIX y principios del XX, en las que se impermeabilizaron los techos y azoteas, se refaccionaron los baños y se pintó a nuevo la fachada. “Con esta obra ponemos en valor uno de los principales símbolos de la ciudad, lugar de paso obligado para los turistas que visitan Buenos Aires”, dijo orgulloso Calvo, subsecretario de Obras Públicas y encargado de poner en condiciones un cementerio que el año pasado cumplió 180 años de vida.
Corría el año 1822 cuando un decreto firmado por Bernardino Rivadavia, convirtió a la quinta de los monjes Recoletos en el primer cementerio público de la ciudad. En ese momento, la alta sociedad porteña, instalada en sus palacios de Barracas, ni se inmutó por la noticia, tal cual lo refleja el hecho de que la primer persona enterrada allí haya sido el niño Juan Benito, un esclavo liberto. Tras la epidemia de fiebre amarilla, sin embargo, la distribución geográfica y social de la ciudad cambió, y ésta antigua zona de quintas y arrabales se fue convirtiendo paulatinamente en el barrio más coqueto de Buenos Aires, y su cementerio, en el más exclusivo del país.
Allí descansan, entre otros, los ex presidentes Marcelo T. de Alvear, Julio Argentino Roca y Carlos Pellegrini; rivales históricos como Juan Lavalle y Manuel Dorrego, y deportistas como el boxeador Luis Angel Firpo. Pero, sin dudas, la atracción principal es Evita, quien descansa en la bóveda familiar. “El 99 por ciento de los turistas preguntan por su tumba y cuando se acercan comienzan a tararear ‘No llores por mi Argentina’. Es que la conocen por el musical”, relató a Página/12 Miguel Latermino, de la Asociación Vecinos de Recoleta, quien como no podía ser de otra manera tiene la bóveda familiar en el cementerio, en donde cada espacio puede llegar a costar tanto o más que un departamento.
Producción: Damián Paikin.