Martes, 11 de marzo de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › INICIARON LAS AUDIENCIAS POR LA MUERTE POR ABANDONO EN LA VILLA 31
Humberto “Sapito” Ruiz murió en la Villa 31 el 5 de abril de 2011, luego de que dos ambulancias del SAME se negaran a atenderlo dentro del barrio. Ayer se inició el proceso contra las dos médicas. La defensa intentará demostrar que hubiera muerto igual.
Por Horacio Cecchi
De la misma manera que se representó en la realidad cotidiana de la Villa 31 la vida y muerte de Humberto “Sapito” Ruiz, así quedó representada en la sala 6 del segundo piso de los tribunales de la Justicia porteña, en Beruti y Coronel Díaz, el primer día de audiencias en el juicio oral por su muerte: además de fiscales y abogados, por el lado de Sapito los únicos que estaban eran Patricia, su cuñada, y Rafael, su hermano. Por el lado de las dos médicas acusadas, Eva Celia Rodríguez y Marcela Susana Tela, el grupo era un poco más numeroso, algunos familiares, lo que también daba la pauta de que de algún modo también habían sido abandonadas a su suerte. Pese a tanto abandono, ayer se inició en los tribunales contravencionales porteños el primer juicio por una muerte producida a partir de un acto de discriminación. Y pese a que la calificación del delito no alcanzó ese grado, sino que consistió en abandono de persona seguida de muerte, la muerte de Sapito Ruiz demuestra que la discriminación también mata. Para recordar a los lectores, Sapito murió en la Villa 31, el 5 de abril de 2011, por falta de atención luego de sufrir convulsiones epilépticas durante toda la mañana. Contexto necesario: la falta de atención no se produjo en Santa Fe y Callao, sino porque dos ambulancias del SAME se negaron a entrar a la villa, pese a que un patrullero ofreció custodia.
La audiencia, a cargo de la jueza María Elena Dotti, del juzgado 24 de la Ciudad, se inició a las 10.30 y contó con las declaraciones de Patricia Luna, cuñada de Sapito, y Rafael Ruiz, hermano de Sapito y marido de Patricia. Además de seis policías federales de la comisaría 46, que participaron en forma directa en el intento de atención, y dos peritos médicos. Las dos acusadas, las médicas del SAME, Rodríguez y Tela, decidieron hacer uso de su derecho y no declarar. De todos modos, pueden hacerlo en el momento que ellas dispongan sin necesidad de programación previa. Las acompañaba Vadim Mischanchuk, abogado de la Asociación de Médicos Municipales, en la que el macrismo tiene fuerte injerencia. ¿Por qué la aclaración? En diciembre, la fiscal Daniela Dupuy ofreció a la defensa un juicio abreviado en el que las médicas debían reconocerse como culpables, pero con una pena reducida que transformaría la condena en excarcelable. Corrió vista a la querella familiar, a cargo de Sergio Larrosa Gerez. Mischanchuk la rechazó argumentando la Ley 1883 de la Ciudad, sobre gestión de emergencias médicas, que habilita a los médicos a no poner en riesgo sus vidas para cubrir una emergencia. Sería el caso de un incendio, por ejemplo. En el caso de Sapito, Mischanchuk intentará demostrar que entrar a la villa era inmolarse y que los policías que ofrecieron la custodia estaban dispuestos a aparecer como héroes mártires. Aceptar ese riesgo significa para las dos acusadas enfrentar una posible condena de entre cinco y 15 años.
Primero, durante media hora, declaró Patricia Luna. Lloró, recordó la escena de cuando llegó a la comisaría a reclamar la ambulancia y se encontró con que ya se había retirado (la ocupaba la médica Rodríguez). También contó que la segunda ambulancia (ocupada por Tela) debía llegar al lugar habitual de encuentro de las ambulancias del SAME con pacientes de la 31, el viejo Correo, a un costado de la villa pero por fuera. Ambas médicas estuvieron obstinadas en rechazar el ofrecimiento de custodia policial y en pretender que el paciente se acercara a la ambulancia, una en la comisaría (en un extremo fuera de la villa) y otra en el viejo Correo (en el otro extremo). Patricia fue de una punta a la otra, unas 40 cuadras. También narró cómo encontró a su cuñado a su frustrado regreso: con convulsiones y echando espuma por la boca. En ese momento, en la audiencia, Patricia se quebró en llanto. Rafael confirmó cada uno de los detalles y recordó cómo debieron trasladar a Sapito, de 90 kilos y con convulsiones, sobre una puerta como camilla hasta la ambulancia que ya se había ido.
Siguieron los policías de la 46. De ellos impresionó el relato del subinspector Luis Caramés, a cargo del patrullero que ofreció custodia a Tela en el viejo Correo. Cuando la ambulancia se retiraba, Caramés insistió: “Pero son 150 metros, la acompañamos y nos quedamos hasta que termine”. No hubo caso. Ese día, Rodríguez, en la otra ambulancia, decidió retirarse cuando el paciente no se acercó hasta la comisaría.
El juicio para determinar si la discriminación mata o los discriminados se mueren solos continuará hoy, jueves y viernes. Hay citados dieciséis testigos más. Y luego vendrán los alegatos en los que la defensa intentará demostrar que atender una emergencia médica en una villa de emergencia no es lo mismo que atender en las islas Seychelles.
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