SOCIEDAD › DETIENEN POR HABER PLANEADO UN SECUESTRO AL ABOGADO DE LA VICTIMA
La otra forma de vivir con el enemigo
Por Horacio Cecchi
Víctor Daniel Canelo, de 50 años, es (o era, según la perspectiva temporal con que se lo vea) abogado de la curtiembre Dupro Quin, ubicada en Luján 1711, Sarandí. Canelo también es (o era) abogado de la familia Ulfe, propietaria de la empresa. Todo indica que, ayer, Canelo dejó de ser eso que era para pasar a ser el sexto detenido por el secuestro de Oscar Alfredo Ulfe, de 33 años e hijo del dueño de la curtiembre. Ulfe fue secuestrado el 15 de mayo del año pasado en la puerta misma de la empresa. Lo mantuvieron cautivo durante 15 días. Pidieron un millón de dólares de rescate. Redujeron a 200 mil pesos, pero a dos de los negociadores los detuvieron antes del pago, mientras negociaban desde un teléfono público. Si ser rehén implica nada bueno, el de Ulfe fue un cautiverio peor que la norma. Lo tuvieron atado como a un matambre durante las dos semanas. Cuando lo liberaron estaba sucio, golpeado y con un shock profundo que se desató horas más tarde, después de que, sin un centavo en los bolsillos, viajó en tren de colado, pidió monedas en Constitución y recién entonces llamó a su familia desde un público para decir “¡Estoy libre!”. Además de detenido, Canelo está sospechado de ser ideólogo del secuestro y entregador del hijo de su cliente.
El miércoles 15 de mayo del año pasado, al mediodía, Oscar Alfredo Ulfe llegaba a la empresa de su padre en su Mitsubishi Colt blanco cuando dos hombres armados lo amenazaron frente a la puerta misma de la curtiembre, treparon al Mitsubishi y desaparecieron con él. El auto apareció en la playa de estacionamiento del supermercado Auchan, de Villa Dominico. En uno de los asientos los detectives hallaron la agenda de Ulfe con 200 dólares en su interior. Según testimonió el propio Ulfe ya liberado, en el mismo Mitsubishi que lo secuestraron lo trasladaron hasta su lugar de cautiverio. El hombre recordó que para bajarlo del vehículo lo envolvieron en una frazada. Después lo metieron en una habitación, que sería su morada durante las dos semanas siguientes. Lo ataron con una cadena enrollado como un matambre, y lo engancharon a una grampa en la pared de donde no se pudo mover durante los 15 días que duró su cautiverio, sólo alimentado con un vaso de agua y algún bocado diario.
Cuando los empleados de la empresa vieron que se llevaban a Ulfe, llamaron a la policía. Los investigadores primero imaginaron que se había tratado de un asalto frustrado que derivó en un secuestro express. Dos días después, esa primera hipótesis cayó de hecho por tierra. Durante tres días, la familia no tuvo noticias, hasta que al tercero recibió un llamado: los secuestradores exigieron un millón de dólares pero no dieron ninguna prueba de vida. Durante las dos interminables semanas, los llamados se repitieron cuatro veces. La última, el martes 28 de mayo. Fue para bajar las pretensiones y acordar la suma de 200 mil pesos. Durante la conversación, la DDI de Lomas de Zamora rastreó la llamada y detuvieron a dos hombres en un teléfono público de Avellaneda. El rescate, por supuesto, no llegó a pagarse. “Eran novatos y muy desorganizados”, dijo en aquel momento la policía. Durante la medianoche del miércoles, finalmente, Ulfe fue liberado. “Rajá de acá”, le dijeron y lo soltaron sin una moneda. El viaje de regreso para Ulfe debe haber sido tan interminable como su cautiverio. Llegó caminando a la estación de tren de Avellaneda, después de pedir ayuda a algunos vecinos sin éxito. Tomó el tren sin sacar boleto. En Constitución, veinte centavos donados fueron su tesoro: logró llamar a su familia. Había perdido varios kilos, estaba mugriento, y sus muñecas mostraban profundos cortes provocados por la cadena.
Durante algo más de un año de investigación, el fiscal Juan José Vaello, de Lomas de Zamora, había logrado la detención de cuatro sospechosos: Alfredo Cesaretti, Héctor Echeto, Héctor Basualto y Marcelo Godoy, que aún permanecen presos. Los allanamientos continuaron. Hace una semana fue capturado Sergio Cisneros, acusado de haber participado directamente en el secuestro. De su declaración surgió un nombre que los propiosinvestigadores jamás hubieran imaginado. Mucho menos los Ulfe, está claro: se trataba de Víctor Daniel Canelo, el boga de la familia.
Ayer, tras las comprobaciones del caso, una comisión policial de la DDI de Lomas de Zamora se presentó en la casa del letrado, en Pico al 500, del partido de Lanús. Invocaron su nombre no para informar sobre los avances de la investigación. O sí, en realidad le informaron sobre el último paso, su propia detención. Junto con Canelo, los policías se llevaron del domicilio de Pico un auto, una cédula verde trucha y una pistola verdadera, calibre .380.