Lunes, 8 de diciembre de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › UNA SUCESIóN DE ESCáNDALOS PROTAGONIZADOS POR FIGURAS DEL PODER Y DEL ESTABLISHMENT
La condena a un médico que abusaba de chicos enfermos es el último caso de una larga serie que conmueve a la sociedad británica. En el centro de la tormenta están el Parlamento, la Casa Real y la BBC, entre otros estamentos. El gobierno ordenó una investigación.
Por Marcelo Justo
¿Qué pasa con los británicos y la pedofilia? La reciente condena del doctor Myles Bradbury a 22 años de prisión por abusar sexualmemte de chicos con graves enfermedades es el último caso de una larga serie protagonizada por figuras de poder en el clasista sistema social británico. En curso hay una investigación independiente, ordenada por el mismo gobierno, para analizar “si los estamentos públicos y las instituciones no estatales han tomado con seriedad su deber de proteger a los niños de abuso sexual en Inglaterra y Gales”.
En el centro de los escándalos sobre pedofilia está siempre el establishment: el Parlamento, la Casa Real, la BBC han estado en el centro de las denuncias (ver recuadro). El establishment está tan densamente interconectado que las dos personas nombradas por el gobierno para encabezar la comisión independiente investigadora de la conducta institucional del Ministerio del Interior, la Policía y la Fiscalía tuvieron que renunciar a su puesto por un potencial conflicto de interés.
La baronesa Elizabeth Butler-Loss dimitió poco después de que la nombraran en el cargo en julio, cuando se supo que su hermano, ya fallecido, era Sir Michael Harves, procurador general en los ’80, acusado de encubrir a un conocido diplomático en un caso de pedofilia. Su reemplazante, la alcaldesa de la City londinense, Fiona Woolf, nombrada en septiembre, renunció un mes más tarde, cuando salió a la luz que había cenado cinco veces entre 2008 y 2012 con Lord Leon Brittan, quien era ministro del Interior cuando se perdieron legajos sobre pedofilia, entre ellos el más explosivo de todos: la denuncia de una red de parlamentarios y funcionarios gubernamentales de la era thatcherista que abusó de niños durante más de 20 años.
Este escándalo podría salir directamente de una serie televisiva al estilo de la estadounidense House of Cards (basada, dicho sea de paso, en una serie inglesa escrita por Michael Dodds, ex diputado conservador y asesor de Margaret Thatcher). Un año después de la guerra de Malvinas, a poco de la primera reelección de Margaret Thatcher, el diputado conservador Geoffrey Dickens presentó un do-ssier de 40 páginas al entonces ministro del Interior Leon Brittan con sus alegaciones sobre una red de pedófilos que venía operando en el Parlamento desde los años ’60.
En recientes declaraciones a la prensa, el hijo del diputado, Barry Dickens, señaló que su padre estaba convencido de que era una bomba contra personajes muy poderosos del establishment. La bomba no explotó. El dossier se “perdió” junto a otros 113 legajos sobre pedofilia que estaban en los archivos del Ministerio del Interior. Con la muerte de Geoffrey Dickens en 1995, el asunto parecía destinado al olvido si no fuera por un ex funcionario de Defensa del Menor, Peter Mc Kelvie, quien siguió investigando y contactándose con diputados para denunciar un vasto encubrimiento. En 2012 dio con un diputado que decidió escucharlo.
El laborista Tom Watson tenía una reputación ganada con su enfrentamiento con el grupo Murdoch a raíz del espionaje electrónico y telefónico realizado por diarios sensacionalistas como el The Sun. La denuncia pública que hizo de un ocultamiento policial de cartas de poderosos individuos activó el tema nuevamente. Como de la nada, las cartas aparecieron y en octubre Charles Napier, medio hermano del diputado conservador John Whittingdale, se declaró culpable de 28 casos de abuso sexual de menores.
Pero el hierro más candente, el dossier de Dickens, sigue sin aparecer. La ministra del Interior Theresa May indicó al Parlamento en noviembre que “puede haber existido un encubrimiento, pero no puedo decirlo”, aunque prometió que “iba a llegar a la verdad”. Con esta incertidumbre de fondo y la investigación de la comisión independiente en marcha, la Cámara de los Comunes se convirtió en un hervidero de rumores.
Una presunta víctima, apodada Nick, declaró que fue repetidamente abusado de chico por diputados y otros VIP y que presenció el asesinato de tres víctimas: un chico estrangulado por un diputado conservador durante una orgía, otro en presencia de un ministro conservador y un tercero deliberadamente atropellado. El diputado Tom Watson habló con Nick, está seguro de que no “delira”, pero tampoco puede garantizar que su testimonio sea verdad, aunque está seguro de una cosa. “No cabe duda de que hubo abuso sexual cometido por poderosas figuras. Al menos uno de ellos es un político”, señaló al matutino The Guardian.
El ex funcionario de Defensa del Menor Mc Kelvie va mucho más allá. “Hay que investigar la conducta de más de 40 diputados y lores, algunos vivos, otros ya fallecidos. No importa tanto que se encuentren o no los legajos porque hay suficientes políticos y personalidades que saben lo que pasó. La actual investigación policial se centra en el período en que Margaret Thatcher era primera ministra. Hay muchos interrogantes sobre los nombramientos que ella hizo y su vínculo con figuras notorias. Thatcher persistió en concederle a Jimmy Saville el título de Sir a pesar de la oposición de muchos de sus colaboradores. Nombró al diputado Peter Morrison, un conocido pedófilo según muchos diputados, como su secretario parlamentario. Es necesario que una investigación realmente independiente responda estas preguntas”, señala Mc Kelvie.
En cuanto al dossier de Dickens, el ministro del Interior de Margaret Thatcher entre 1983 y 1985, Leon Brittan, se desdijo varias veces sobre lo sucedido. El año pasado dijo que no recordaba nada sobre el dossier, en julio de este año, cuando saltó el escándalo de los legajos perdidos, señaló que Dickens sí le había entregado una pila de papeles que él había pasado a las autoridades correspondientes y que nunca más había oído sobre el asunto, pero una semana más tarde rectificó esta posición cuando surgieron pruebas de que le había escrito a Dickens sobre el tema unos meses más tarde, en marzo de 1984.
El ex número dos de Margaret Thatcher, el ultraconservador Norman Tebbit, reconoció que podía haber un encubrimiento. “En aquella época mucha gente pensaba que había que proteger al sistema, al establishment. Un grave error”, dijo Tebbit al Daily Telegraph. El gran interrogante es si hoy ese mismo establishment puede investigar lo sucedido. Muy pocos lo creen.
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