Lunes, 8 de junio de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › EL PADRE DE LOS NIñOS QUEMADOS EN EL TALLER ILEGAL DECLARó ANTE EL JUEZ
Esteban Mur, padre de Rodrigo y Rolando, que murieron asfixiados, declaró ante el juez Canicoba Corral. Su testimonio abre la puerta a la posible citación del empleador que los explotaba. El caso forma parte de una investigación mayor sobre trata en talleres.
El viernes pasado declaró ante la Justicia Esteban Mur Pernea, el padre de los dos nenes que murieron en el incendio del taller textil de Flores. “Ahora entiendo que las máquinas nunca fueron de nosotros”, dijo el joven en relación con el arreglo que sostenían “de palabra” con un empresario coreano que mensualmente les descontaba dinero de su trabajo y prometía cederles a futuro las máquinas de producción como forma de pago. Esa transacción nunca se efectivizó y tampoco está documentada. Para los abogados de la querella fue “muy importante” que el joven prestara declaración testimonial porque posibilitaría incorporar la “averiguación del delito de trata” a la causa, y con ello se podría citar a declarar a quienes los explotaban. Mañana a las 10 habrá una nueva audiencia.
Esteban Mur Pernea –padre de Rodrigo y Rolando Mur Menchaca, los niños que perdieron la vida entre las llamas del taller clandestino de Flores– declaró el viernes en el Juzgado 6 a cargo de Rodolfo Canicoba Corral, a poco más de un mes del siniestro de la calle Páez al 2700. Su testimonio tiene especial importancia para los querellantes porque se pretende probar la relación entre las condiciones de trabajo con el incendio que causó la muerte de los nenes. Mur se refirió a la conflictiva relación comercial que tenían con quien les alquilaba la casa-taller. “El coreano era quien nos proveía las telas y nosotros las confeccionábamos; él nos pagaba y era quien retiraba las prendas”, dijo. Afirmó además que el empresario oriental los maltrataba. “No entiendo por qué se enojaba, cuando hacíamos lo que nos pedía”; y “nunca cumplía con su palabra” pese a que trabajaban sólo para él; a veces les pedía que cambiaran las etiquetas que llevaban las prendas. Además, Mur entregó seis recibos de alquiler a nombre de Sue Yop Lee, quien dirigía la “unidad productiva” en la que estaban empleados con su familia. Trabajaban 14 horas diarias y cobraban según la cantidad de prendas que fabricaban.
El maltrato de los coreanos era muy común: él y su esposa se hacían llamar Ayusí y Ayusa, que en su idioma significan “señor” y “señora”. “El nos decía que nos entregaba las máquinas y que con nuestro trabajo se las íbamos a ir pagando, por lo que mes a mes nos descontaba el valor de las máquinas. Pero nunca nos dio un comprobante, ni una constancia que especificara que eran nuestras. Era todo de palabra”, afirmó Mur, quien subrayó que si bien no estaban encerrados en el lugar, el empresario los “trataba de asustar” diciéndoles “que no abramos mucho la puerta y que no le abramos a nadie, porque la policía podía decomisarles todo”. Aunque nunca tuvieron una inspección en seis años.
Sue Yop Lee también incidía de forma directa en el salario de los trabajadores: “Si llegábamos a diez prendas, ése era el pago del día. Si hacíamos cien, nos pagaban por las cien. No teníamos un sueldo fijo. El coreano nos decía cuánto ganábamos por cada prenda. Quien ponía los cierres ganaba una cierta cantidad, mientras que quien hacía overlock ganaba otra. Trabajábamos en cadena de 8 de la mañana a 10 de la noche. Por una polera pagaban 5 pesos; por una escote en V, 6; y por una campera, 7”.
“A partir de esta testimonial creemos que la Justicia está en condiciones de citar al empresario de nacionalidad coreana e investigar a toda la cadena de comercialización”, aseguró Gabriela Carpineti, quien representa legalmente a la familia Mur junto con Nahuel Berguier. Esto podría posibilitar que el juez Canicoba Corral decida incorporar a la causa caratulada “incendio seguido de muerte” la de “averiguación de delito de trata” que tramita en su juzgado. Mañana continuarán las declaraciones en el tercer piso de los tribunales de Comodoro Py.
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