Jueves, 2 de julio de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › EL ANTROPóLOGO GUSTAVO POLITIS, DISTINGUIDO COMO INVESTIGADOR DE LA NACIóN
Es el premio más importante que el Estado nacional otorga a un científico. Fue entregado ayer por Cristina Kirchner y el ministro Lino Barañao. Aquí, explica sus investigaciones y admite haberse sorprendido por haber recibido la distinción siendo un cientista social.
Por Soledad Vallejos
El antropólogo Gustavo Politis, distinguido ayer como Investigador de la Nación, contó a Página/12 que el premio –que el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva otorga a uno de los previamente galardonados con el Premio Houssay a la Trayectoria– lo sorprendió. “En general no son premios que se den a cientistas sociales. No estoy en contra, pero sí es usual que estos premios recaigan en temas de genética, bioquímica, estudios vinculados al cáncer, quiero decir: investigaciones en las que el impacto del trabajo es más visible. Creo que nuestro trabajo sí tiene impacto social importante, pero suele ser menos visible. Tiene que ver más con la conformación de la conciencia que una sociedad tiene de sí misma, cómo ve la realidad y cómo se posiciona”, explicó poco antes de recibir, de manos de la presidenta Cristina Kirchner y el ministro Lino Barañao, el premio que antes reconoció al doctor en Ingeniería Esteban Brignole (2009), el doctor en Ciencias Químicas Alberto Kornblihtt (2010), su colega Roberto Williams (2011) y a la doctora en Bioquímica Ana Belén Elgoyhen (2012).
El año pasado, Politis había sido reconocido en el área Ciencias Humanas con el Premio Houssay Trayectoria 2013, que se otorga a investigadores mayores de 45 años que hayan desarrollado la mayor parte de su carrera en el país. Por haber recibido la distinción, junto con colegas de otras disciplinas, quedó incluido en el grupo de elegibles para el premio más importante que el Estado nacional otorga a un científico.
Sin embargo, más allá de la sorpresa, Politis celebró la elección, que una y otra vez –subrayó– no lo tuvo a él como protagonista exclusivo. “Lo tomo como un reconocimiento a la disciplina, no como un reconocimiento personal. Está concretado en mí, pero no creo que sea por mí. Entiendo que hay una decisión, en aquellos que eligieron darme el premio, de dar un mensaje: ‘apreciamos a las ciencias sociales, a la arqueología y creemos que desde esta disciplina se pueden hacer contribuciones importantes al país’. Ese creo que sería el mensaje”, interpretó. El nuevo Investigador de la Nación se licenció en Antropología y se doctoró en Ciencias Naturales en la Universidad de La Plata, donde también es docente. Es investigador superior del Conicet. Es profesor, además, en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen), donde dirige el Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano (Incuapa), y creó una carrera de grado y un doctorado afines. A fines de los ’70, realizó sus primeras investigaciones bajo la dirección del pionero Alberto Rex González. Entre un momento y otro, pasaron mundos diferentes, experiencias etnográficas actuales vitalísimas y capaces de iluminar investigaciones arqueológicas del pasado, la formación de equipos hambrientos de hacer trabajo de campo y un desarrollo creciente de la disciplina.
–La arqueología, como muchas ciencias, no es un trabajo en solitario. Dirijo un equipo muy grande en Unicen y en La Plata, que a veces inclusive trabajan juntos. Hay tres líneas de investigación: una que es de arqueología pampeana, otra del Delta del Paraná –las dos tienen que ver con los pobladores originarios de América–, y también otra línea de etnoarqueología, que consiste en estudiar sociedades tradicionales vivas para comprender sociedades del pasado.
Para entender a las sociedades pampeanas del pasado, explica Politis, tuvo que viajar –en más de un sentido– al mundo del Amazonas en Colombia, el Orinoco venezolano y Brasil, “con la idea de que el estudio de cazadores recolectores actuales y sus restos materiales nos permita diseñar modelos para interpretar el registro arqueológico de las sociedades pampeanas”. ¿Por qué ir hasta allá? “Porque en Argentina no hay este tipo de sociedades nómades, que vivan exclusivamente de caza y pesca”.
–¿Funcionó?
–Sí, sirvió para poder generar modelos generales para aplicar, para interpretar sociedades cazadoras recolectoras que existían antes de las que se dedicaron a la agricultura, algo que sucedió hace pocos miles de años. Uno siempre trata de imaginar cómo eran esas sociedades en el pasado, y en estos lugares, aunque se trate de sociedades actuales, se puede ver en funcionamiento otras lógicas. Te abre la cabeza. Sirve para ver el registro arqueológico de otra manera. Y también después de esas experiencias soy otra persona. Uno se involucra con los problemas de la gente, que son muchos. Y, por otro lado, es el otro cultural más absoluto que se pueda imaginar. Gente que todo lo que usa los hacen ellos: un pedazo de metal para un machete, las vasijas, las cestas, las cerbatanas, las flechas, las lanzas, los taparrabos. Cada cosa que usa, lo hace esa persona o su grupo familiar. Hay que imaginarse la independencia que da eso. Es todo lo opuesto a nuestra vida cotidiana, porque nosotros no hacemos nada y todo viene desde distintas partes del mundo. Es otra visión del mundo la que tiene esta gente, y también crían a sus hijos de forma muy diferente, y a los huérfanos lo mismo. Si me preguntara cómo caracterizar la diferencia entre las sociedades recolectoras y las cazadoras, diría que se ve en la solidaridad. Son sociedades en las que nadie tiene más que el otro, el que perdió a su padre es ayudado por el resto y tiene las mismas oportunidades que los demás, lo mismo sucede a la hora de cazar. De todos modos, no quiero plantear una situación idílica, sino decir que aprendí de esta experiencia que hay elementos que perdió nuestra sociedad, y quería verlos y traer eso para ver cómo están presentes en las comunidades de acá.
–¿En qué cosas, por ejemplo?
–No son cosas comparables punto a punto pero, por ejemplo, ahora son más visibles las actividades que tenían los niños en la región pampeana. Los niños, en general, eran invisibles para la investigación. Ahora estamos empezando a reconocer su presencia. Cuando encontrábamos una punta de flecha pequeña y mal hecha, pensábamos que era para cazar animales pequeños. Ahora, a través de modelos y rasgos, detectamos que hay elementos no hechos por adultos, sino que representan la actividad de niños, o áreas de juego, o son juguetes.
–También trabaja sobre cómo repensar el patrimonio arqueológico.
–Desde el Incuapa hemos colaborado y armado muchos museos de la provincia de Buenos Aires: Tres Arroyos, Lobería, Olavarría, entre otros, que en general se centraban en el indio en relación con la conquista del desierto y la llegada de los inmigrantes. Queríamos mostrar que el territorio pampeano no tiene una historia de 120 años sino de 14 mil, que es lo que indican los registros que tenemos. Hay una historia larguísima y riquísima, plagada de cambios, de innovaciones tecnológicas, de gente que hacía rituales. Trabajamos para tratar de que la gente tenga una visión diferente sobre los grupos indígenas locales y una conciencia clara sobre la profundidad histórica de estos grupos.
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