Vie 14.11.2003

SOCIEDAD  › LOS DETALLES DEL CASO SEGGIARO, DONDE TAMBIEN FUE IMPUTADO AZAR

Musa, de una muerte a otra

El hombre fuerte del juarismo fue indagado por la muerte de un ganadero a manos de policías que le respondían. Y quedó imputado por encubrimiento y asociación ilícita. La hija de la víctima cuenta cómo sus denuncias recién tomaron cuerpo gracias al caso de La Dársena.

› Por Alejandra Dandan

“Así como el Presidente dice que donde pone el dedo sale pus, aquí, todo esto está engangrenado.” Patricia es una de las hijas de Oscar Seggiaro, uno de los ganaderos asesinado brutalmente por una patota de policías de la Secretaría de Informaciones de Musa Azar. Ese caso se convirtió en una de las llaves de la investigación del doble crimen de La Dársena y pegó un giro después de la detención del hombre fuerte del juarismo, cada vez más y más cercado. Ayer, después de una indagatoria, el juez Pedro Ibáñez lo imputó por encubrimiento agravado, violación a los deberes de funcionario público y asociación ilícita. La historia del ganadero, sus críticas, la Justicia, los alcances de las nuevas imputaciones y la investigación que de pronto termina conectando este caso con uno de los procesos judiciales más sangrientos de Santiago, fueron revisados por su hija en una entrevista con Página/12.
Hasta hace unos días, el nombre del ganadero parecía una pieza perdida dentro de la marea de denuncias de crímenes y violaciones a los derechos humanos disparadas desde distintos sectores de Santiago del Estero. Pero poco a poco el empresario pasó a convertirse en una de las víctimas visibles de la estructura sostenida por el juarismo dentro de la Secretaría de Informaciones que estuvo controlada durante los últimos cinco años por el ex comisario Musa Azar.
Seggiaro murió el 19 de febrero pasado brutalmente golpeado por tres policías encapuchados que entraron a su finca de Donadeu, una localidad ubicada a unos 270 kilómetros de la capital. Hasta ahora, su familia no sabe cuál fue la razón por la que lo mataron. El empresario había estado en la capital de la provincia cerrando una operación de venta de ganado con Silvia Gómez, según la familia, una de las personas sindicadas como testaferro de Musa en el negocio de las carnes. Ahora, los tres policías y el propio Musa están detenidos e imputados por su muerte pero también por el caso La Dársena, igual que aquella mujer.
–Fue un horror –dice ahora Patricia–: mi padre tenía 65 años, jamás pensé que se moría. Queríamos llevarlo a Buenos Aires pero se desangraba. De acuerdo con la autopsia, estaba destrozado: tenía cinco fracturas, una en la base del cráneo. Tenía el globo ocular todo estallado: el ojo estaba afuera y él no resistía los dolores abdominales.
El robo fue el 16 de febrero, su padre murió tres días después:
–Aún estoy convencida de que si hubiese quedado inválido, paralítico, sin un ojo, pero hubiese estado vivo, no hubiese pasado nada ni con la investigación ni con la causa.
Toda la instrucción del caso tuvo demoras. Desde el primer momento, sus familiares contaron con información de un empleado de la secretaría y con datos que apuntaban contra los policías, pero además daban cuenta de la cadena de encubrimiento que llegaba hasta el ex comisario Musa Azar. Los policías fueron detenidos poco después del crimen, pero recién dos meses más tarde, Héctor Albarracín –el mismo testigo clave de La Dársena– se quebró y confesó su participación. El agente Albarracín habló del robo, de lo que sucedió en Donadeu, acusó a sus compañeros, pero en ningún momento nombró a quien supuestamente dirigía o protegía a la banda. Recién hace tres días la Justicia incluyó al ex comisario entre los imputados. Lo hizo con los resultados de un cruce de llamados. Desde el 16 al 19 de febrero, la Justicia encontró 3500 llamadas entre los distintos policías que están detenidos. Entre esas comunicaciones estaba el teléfono celular de Musa Azar.
–¿Qué es lo que cambió?
–Providencialmente lo que nos ha ayudado es esto –dice Patricia–: la actitud de la familia Villalba y de Bshier. La fortaleza de ellos que no tienen nada que perder ha generado que la opinión de todo el país y sobre todo el gobierno se vuelque hacia Santiago.
–¿Por qué Seggiaro?
–No lo sabemos. Mi padre siempre denunció, sobre todo años atrás, el abigeato y hurto de ganado, que siempre se denunciaba y nunca había ningún procesado. El juzgado de Añatuya, por ejemplo, tenía 300 causas sin ninguna resolución, ni procesados. Y las sospechas de mi papá eran de que en todo había un apoyo político, punteros, legisladores. Pero últimamente estaba harto: sabía que no iba a lograr nada y sabía que en este contexto político no se iba a poder hacer ningún cambio.
–¿Los tomó de sorpresa el cruce con el caso La Dársena?
–Sabíamos que éste no era el primer caso de la banda de policías: ellos mismos andaban con un Peugeot 504 que tenía todos los papeles adulterados pero cuyo depositario judicial era el propio Musa Azar. Pero sí, me tomó de sorpresa el tema de La Dársena.
Mientras Patricia Seggiaro hablaba, el juez Ibáñez, del juzgado del crimen de la capital de Santiago, se preparaba para tomarle la primera indagatoria al ex comisario. Cuando terminó, anunció en una rueda de prensa algunos resultados, entre ellos la nueva calificación de la imputación que ahora incluye la asociación ilícita.
Sus familiares tienen muchas dudas, pero de lo que están convencidos es de que desde el primer momento el crimen tenía asegurada la impunidad del ex jefe de los espías.
–Aquí todo era un secreto a voces –dice ella– pero uno no puede salir a decir o acusar sin pruebas. Vulgarmente se decía que detrás de todo bicho que camina o todo auto que camina, atrás está... el señor (por Musa Azar). Vimos que había investigaciones sobre la red de carnicerías, desarmaderos de autos... Acá no se dijo nada: es un secreto a voces que maneja un pueblo con miedo. ¿Entiende?
–¿También ustedes sintieron miedo?
–Nosotros hemos tenido primero la confesión de Albarracín, con eso teníamos ya a los autores materiales: todos me decían, conformate con los autores materiales, pero yo les decía que no. Si hay una red de encubrimiento, porque me lo habían avisado, por qué no iba a seguir. Pero nos han hecho esperar todo este tiempo, seis meses, para tener una información: desde el principio habíamos pedido las llamadas.
–¿Cuál es la sensación de ver a Musa detenido?
–Indignación. Todos me pedían prudencia, en el sentido de que sé cuál es la situación y que tengo que seguir viviendo en esta provincia. Esa impotencia es porque digo: uno es consciente del medio y la situación donde vives pero al mismo tiempo no la toleras y te asqueas.
Esa sensación de asco todavía no termina. Patricia es empleada de la administración pública santiagueña, está embarazada, tiene su familia aquí pero además carga con la historia jurídica y política de la provincia. Ahora mismo, mientras escucha las resoluciones sobre el proceso por su padre o las acusaciones que nacen dentro del caso La Dársena, todavía duda, todavía el miedo sigue reinando.
–¿Cuál es mi miedo? –se pregunta– Que desvanecido el temor de la intervención federal, la Cámara empiece la presentación de nulidades y diga, señores aquí no ha pasado nada.

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