Lunes, 8 de agosto de 2016 | Hoy
SOCIEDAD › LA ANTIGUA CEREMONIA DEL PUEBLO KOLLA EN SAN ANTONIO DE LOS COBRES
Por Paz Azcárate
Desde San Antonio de los Cobres
Como cada año, desde hace más de dos décadas –cuando la festividad se abrió a los visitantes–, la localidad salteña de San Antonio de los Cobres recibió decenas de turistas para participar de la ceremonia central de la Fiesta Nacional de la Pachamama. Encabezados por Miguel Siares, cacique de la comunidad Kolla Unida y presidente de IPPIS, los festejos incluyeron ofrendas de alimentos, bebidas y hojas de coca para alimentar a la Madre Tierra. Además, hubo música de sikuris, coplas y bailes autóctonos.
El sábado, con el regreso del tren de las nubes, la comunidad salteña de esta localidad de 7.000 habitantes, dio inicio a la Fiesta de la Pachamama. Junto a la estación y ubicados en ronda, habitantes de otros parajes de la Puna y el gran grupo que acababa de descender del tren presenciaron la plegaria en quechua que dio inicio a la ceremonia: ¡Pachamama, kusilla, kusilla!”, el canto para que en los meses de siembra la cosecha sea próspera.
Mientras continuaban las plegarias a dos lenguas (español y quechua) con pedidos y agradecimientos, Siares depositaba las ofrendas en un pozo: “Te damos locro, Pachita, para que estés bien alimentada, y te pedimos perdón por esos montes con los que terminamos”, pronunciaba el dirigente. Además, cigarrillos, hojas de coca, alimentos y todo tipo de bebidas alcohólicas se sumaban a las ofrendas colectivas. “Le pedimos a la Pachita que ilumine a nuestros dirigentes para que sean justos y gobiernen para todos, pero en especial, para los que menos tienen”, indicó el cacique a Página/12. Más tarde, los bailarines con trajes típicos llenaron el círculo de color, para quedar rodeados por una verdadera invasión de cámaras de fotos, filmadoras y “palitos de selfie”.
Si bien la Fiesta de la Pachamama se celebra en la región desde tiempos inmemoriales, la fiesta popular de San Antonio de los Cobres “edición para turistas” tiene poco más de 20 años y costó largas discusiones entre los miembros de la comunidad, ya que para algunos, debía mantenerse “cerrada” para no ofender a la Madre Tierra, mientras que para otros, debía abrirse a “la gente de la ciudad”.
Efraín Madrigal, abogado de la comunidad kolla de Iruya y que trabaja en el IPPIS, comentó a este diario que además de los pedidos y agradecimientos “la festividad reafirma nuestras creencias, nuestros valores, para que se sigan pasando a las siguientes generaciones”. “Aunque no pertenezcan a comunidades andinas –sostuvo Madrigal–, los turistas y los visitantes son una parte importante de la ceremonia, porque vuelven a sus lugares de origen y comunican lo que vieron, que somos una cultura ancestral y que estamos unidos porque todavía tenemos muchos derechos para conquistar”.
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