Sábado, 13 de agosto de 2016 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Claudia Fernández Chaparro *
No hay duda de que estamos frente a momentos muy trágicos: las violencias hacia las mujeres no cesan. Ayer hubo marchas en todas las plazas de país pidiendo la libertad de Belén, la joven presa en Tucumán por haber sufrido un aborto espontáneo en un hospital público. En un boliche del barrio de Devoto una adolescente de 15 años fue obligada a consumir drogas y falleció en la calle. Otra joven de 21 años fue abusada sexualmente por 5 ó 6 hombres en el barrio de Recoleta.
En este contexto, en una actividad con estudiantes organizada por la escuela de periodismo TEA, el cantante y compositor Gustavo Cordera realizó declaraciones misóginas que pueden constituir apología de delito.
El impacto de los dichos de Cordera fue tal, que desde muchos organismos y personalidades de distintas disciplinas salieron a repudiarlo.
Los medios de comunicación abordaron exhaustivamente el tema. Un importante diario publicó un artículo sobre Yanela Cordera, la hija del músico, haciendo una defensa de su padre. El diario dejó la nota abierta a comentarios y los foristas, sin ningún tipo de control o mediación, escribieron tantas calamidades que muchas hacían empalidecer los dichos de Cordera. Queda así en evidencia la falta de perspectiva de género que tienen muchos medios masivos de comunicación cuando abordan estas temáticas.
Hace pocos meses atrás, varias adolescentes habían denunciado al cantante Cristian Aldana de la banda de rock “El Otro Yo”, a las que se sumaron otras contra José Miguel del Pópolo, alias “Migue” cantante de la banda indie pop “La Ola Que Quería Ser Chau”. Las chicas hicieron una marcha frente al Obelisco con poca repercusión mediática y social.
Este sincericidio de Cordera desnuda una trastienda, un modus operandi, un “código” del que muchos artistas se jactan, como así lo hizo Cristian Aldana al aparecerse en la marcha contra los abusadores para banalizar la protesta. El cantante Ciro Pertusi también hizo polémicas declaraciones sobre sus fantasías con niñas en el año 1997 y se conocieron hace poco tiempo.
Es importante desde los lugares institucionales tomar esta cuestión como un síntoma, que no termine solamente en un episodio desafortunado sino que podamos ver más allá. Porque Cordera hizo explícito lo implícito.
Pichon Riviere decía: “El ídolo es algo más que un personaje determinado: es un rol social, cuya función consiste en asumir y gratificar aspiraciones colectivas. Cuanto mayor es la coincidencia entre estas aspiraciones y el sujeto-ídolo, más intensa es la adhesión que despierta. Si se llega a producir el más mínimo desajuste entre el rol adjudicado y el asumido, la idolatría muestra su reverso en una tremenda hostilidad”.”Esperaría que no te asuste este instante de sinceridad, mi corazón vomita su verdad” (de la canción “La Soledad” de Bersuit Vergarabat).
* Especialista en infancia.
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