SOCIEDAD › PROCESAN POR HOMICIDIO AGRAVADO AL POLICIA QUE MATO A LISANDRO
“Hizo un irracional uso de la fuerza”
El juez Ricardo Warley procesó al policía que el domingo a la madrugada baleó a Lisandro Barrau. No creyó en el argumento del accidente y dijo que hubo “dolo eventual” agravado por su condición policial.
En menos de 72 horas, la Justicia dictó un auto de procesamiento durísimo contra Matías Tarditi, el policía que disparó contra Lisandro Barrau. Los cargos son por presunto homicidio agravado con una pena que podría alcanzar la prisión perpetua. Para el juez Ricardo Warley, la posibilidad del “accidente”, esgrimida por el policía, es “inverosímil”. Consideró que hubo “dolo eventual” y tomó como agravante su condición de agente de Policía: el uso del arma en el procedimiento contra los dos muchachos, dijo, fue un “irracional e injustificado uso de la fuerza”. La prueba reunida hasta ahora le permitió al juez señalar que Tarditi actuó “admitiendo el eventual resultado y aceptando el inminente riesgo de su desacertada decisión”. El policía está detenido y cesanteado de la fuerza. Ayer, un efectivo de la comisaría 31ª, donde trabajaba el detenido, recibió un piedrazo en la cara.
Warley basó su resolución en los resultados de la autopsia, las pruebas balísticas, las pericias a la motocicleta y un informe médico del imputado. Incluyó vistas fotográficas y las declaraciones de testigos presenciales. Con la suma de esos elementos determinó el horario aproximado de la muerte de Lisandro, antecedentes y la situación en las que estaban los policías cuando se cruzaron con los muchachos. En ese marco ancló la figura del dolo eventual por homicidio agravado: dictó el procesamiento porque el policía se “representó este desgraciado resultado como relativamente probable” cuando empuñó el arma. Incluyó “esa seria probabilidad en su voluntad realizadora, y conformándose y aceptándose la misma, prosiguió con su desacertado actuar provocando así la lamentable muerte de Lisandro Barrau”.
El juez no descartó agravantes. “La presunción de que el disparo fue una fatalidad no deseada en forma directa” puede agravarse con el devenir de la investigación. A la hora del disparo, “el imputado –dijo– se encontraba cumpliendo funciones con el correspondiente uniforme (...) y valiéndose indebidamente de su condición de policía, pretendió interceptar una motocicleta en movimiento haciendo un irracional e injustificado uso de la fuerza” que está “manifiestamente vedado” para el caso.
La suma de testimonios le permitió organizar las primeras escenas del crimen. “El 13 de junio pasado, alrededor de las 3.40 horas –indicó–, en la intersección de Bonpland y Guatemala”, Tarditi se encontraba custodiando el restaurante de la esquina. Cumplía “funciones en calidad de agente de la Policía Federal Argentina con los agentes David Lavanzza y Alejandro Pita D’Oca”.
En ese momento, los agentes “advierten que se aproximaba por la calle Bonpland una motocicleta marca Honda, modelo XR600, color blanca”. La moto “habría estado rondando la zona con anterioridad, y deciden detenerla para identificar a sus dos tripulantes, dado que los mismos circulaban sin el casco”.
Entre las pruebas, el juez rescató el testimonio del primer policía que detuvo a los muchachos. Lavanzza explicó que para detenerlos “se internó en la calle e hizo señales de alto, que no fueron acatadas, embistiendo el rodado en su brazo izquierdo sin provocarle lesiones”. En realidad, los motoristas no vieron la señal de alto, y tal embestida no habría existido. Según el relato del compañero de Lisandro, la moto bajó la velocidad de 60 kilómetros a 40 cuando notaron la presencia de los policías “en medio de la calle”. En su declaración testimonial, Marcelo Tedesco indicó: “Al ver que no podía detenerse a tiempo (Lisandro) intentó esquivar a los agentes para no atropellarlos”.
Lavanzza aseguró que a partir de ese momento la moto siguió su recorrido. Cuando se dio vuelta, vio al agente Tarditi “que se encontraba entre los dos tripulantes de la moto, produciéndose un forcejeo, ocasión en la cual se oyó un disparo de arma de fuego”.
Marcelo contó una versión distinta: dijo que “al abalanzarse los policías, escuchó un disparo de bala de fuego, y luego cayó al suelo con Lisandro y la moto”.
Para los investigadores estos datos fueron esenciales para determinar que el disparo se produjo con la moto detenida, y no mientras estaba en movimiento. Según el juez, los testimonios de Lavanzza, Tedesco y el policía D’Oca “no dan una versión totalmente uniforme de los hechos” pero mantienen coincidencias. Los puntos en común le permitieron sostener la decisión con la que Tarditi empuñó el arma. “Intentó detener la marcha de la moto” y para hacerlo “optó por abalanzarse sobre el vehículo empuñando su pistola reglamentaria calibre 9 mm.”. En ese contexto se dio “un lógico y previsible forcejeo que derivó en el luctuoso resultado”.
El sábado a la noche, Marcelo abandonó su casa para encontrarse con un amigo que trabajaba en la parrilla donde Tarditi hacía guardia: La Gran Luli, en la esquina de Guatemala y Bonpland. Antes de llegar, pasó por otro bar de la cuadra. Entró y salió. Cuando lo hizo se topó por primera vez con el policía que más tarde gatillaba el arma: “En el camino fue interceptado por Tarditi –dice la resolución–, quien de muy mala manera y pateándolo en las piernas, lo palpó de armas, requisó e interrogó acerca de su presentación en el lugar”. Marcelo respondió y siguió camino hacia la parrilla del amigo. A instancia suya, volvió a reunirse con Tarditi: “A quien le explicaron que era vecino del barrio”, y amigo del chico de la parrilla.
La tercera vez que lo vio estaba sobre la motocicleta de Lisandro. Fue un poco más tarde: lo que demoró en caminar desde Guatemala hasta la calle Nicaragua. Lisandro estaba parado frente a un semáforo. Marcelo subió. Se iban a Cramer y Matienzo cuando los frenó el disparo del policía.
“Tal proceder, amén de haber resultado harto negligente –dijo el juez– resulta totalmente injustificado.” Por más que “los tripulantes de la moto hubiesen hecho caso omiso a la voz de alto, lo cierto es que la situación en nada habilita al agente a interponerse violentamente en el avance del rodado con un arma de fuego en la mano”.
Además de negligente e injustificada, la acción de Tarditi, para el juez, resultó en primera instancia incomprensible: “No se alcanza a comprender en qué medida pudo el agente ver amenazada su integridad física o la sus compañeros para llegar al extremo de echar mano a su pistola, abalanzarse y tomar las ropas de quien conducía el vehículo”. Lo lógico, para el juez, es que hubiese presumido “llegar a causar el mortal resultado”.