SOCIEDAD

Asambleas barriales, pero para hablar de política

El club Villa Malcolm fue el escenario para discutir consignas y acciones. O sea, hablar de política.

El Club Social y Deportivo Villa Malcolm es un típico club de barrio. Buffet a la entrada, salón de baile con una inmensa araña colgante y un escenario con telón bordó viejo. Ayer a la tarde no había ni baile ni peña, sino un Foro Popular que convocó la asamblea de Villa Crespo y del que participaron varias asambleas vecinas. Su principal objetivo: debatir el significado de la frase “que se vayan todos”. Militantes de vieja cepa, vecinos que por primera vez se animaban a hablar de política, muchas dudas y ganas de hablar fueron los protagonistas.
“Lo viejo todavía no murió y lo nuevo está por nacer, lo viejo es este sistema que no muere porque se unen todos los radicales, peronistas y frepasistas. Lo nuevo no nació porque todavía falta unidad y hay que construirla”, afirmó Carlos Tcholakián, uno de los organizadores. El salón se dividió en siete círculos de sillas. Cada uno era un taller en el que se agrupaban los vecinos para hablar con las consignas en la mano. “Bueno, empezamos”, sugirió en un grupo Quique. Y sin moderador ni lista de oradores, los vecinos se largaron a opinar de política que hasta hace cuatro meses “era una mala palabra”.
Primero, Víctor planteó que “el sistema está viejo porque lo han utilizado mal y ‘que se vayan todos’ implica que se vaya esta clase política”. Pero Quique, que reconoce haber estudiado “mucho” a Marx, le retrucó que “en realidad no hay que cambiar el sistema porque está hecho a medida de las clases dominantes”. Estas dos posturas se desplegaron y debatieron a lo largo de la charla.
Víctor tiene una inmobiliaria y junto con su mujer Nora es la primera vez que participan en política, “porque esto es hacer política”, aclararon. En cambio, Quique tiene años de militancia. Ambos discutieron y se escucharon toda la tarde. “El fondo del problema es el sistema, todas las representaciones políticas en la Argentina estuvieron al servicio de las clases dominantes”, se entusiasmó Quique. “Sí, pero si viviéramos en Estados Unidos o Francia no renegaríamos del capitalismo”, se atajó Víctor. Pascual, que viene de la asamblea de Versalles y es dueño de una imprenta, opinó que “vivimos en un momento de confusión, y que la consigna del que se vayan todos termina involucrando a gente como Carrió o Zamora”. Entonces Daniel, un periodista que tiene su revista zonal y un programa de radio barrial, intervino para aclarar que “no hay que personalizar, porque por más que venga un político joven, como Capitanich, pero con un discurso de política vieja, termina siendo más de lo mismo”.
El entusiasmo arrebataba. Las posiciones no coincidían, pero todos hablaban. Levantaban la mano para hablar, se interrumpían, pedían disculpas. Daniel empezó con una referencia histórica para tratar de entender qué pasa ahora. “En el ’76, se cambió el reparto de la torta”, aseguró. “En el ’76 todavía había torta”, aclaró Marta. Y cuando le tocó a ella aprovechó para opinar sobre todos los temas que se habían tratado hasta el momento: “El que se vayan todos es una expresión de bronca y de hastío, pero se tiene que acabar el recambio bipartidista, no creo que haya un capitalismo bueno y otro malo”.
“Hay que separarse de los temas que imponen desde el poder o desde los medios, la reforma política que pretende reducir el Congreso al 25 por ciento en realidad quieren que haya menos gente para coimear”, definió Quique. Pero uno de sus compañeros lo interrumpió para plantear otra de los “disparadores temáticos” propuestos por la Comisión de Acción Política de la asamblea convocante: “¿Qué tipo de democracia queremos, directa o participativa?”. Y ahí fue cuando todos reconocieron que “no tenemos todo claro”. Víctor se sinceró: “Yo creía ver un cambio político pero no económico”, y la respuesta salió de varios participantes: “Las decisiones políticas y económicas van de la mano”. Víctor insistió en que con “justicia independiente la democracia es perfectible”. Y el aluvión de réplicas se disparó: “La Justicia es inherente al sistema, hay que cambiar a los hombres y al sistema político”.
Otra de las consignas que sonó mucho, y que desde no hace mucho es bandera de las asambleas, fue “construir poder desde abajo”. Sin embargo, Daniel se preguntó si “estamos en condiciones de formar un movimiento, como por ejemplo fueron el radicalismo a principios de siglo o el peronismo a mediados”. “No te olvides que ellos estaban atrás de líderes”, le retruca Mario.
Hubo momentos de crítica y reconocimiento de todo lo que todavía no se sabe, y momentos de rescate y orgullo de sus vivencias. “Las asambleas están bien posicionadas, realizan trabajos comunales y llevan a cabo una tarea solidaria, pero están huérfanas de canalización política”, caracterizó Mario. “En la práctica se aprende –lo estimula Quique–, antes la gente tenía miedo a la palabra ‘política’, ahora no, somos alrededor de 10 mil personas debatiendo en Capital Federal, es mucho más de lo que hace cuatro meses atrás teníamos.”
La tarde avanzaba. Llegó la hora del intervalo. Las mesas del buffet se llenaron de cafés y tostados. Pero los asambleístas no se tomaron descanso y la charla siguió. En cada taller hubo un encargado de tomar nota para que después se pongan en común las conclusiones. Las preguntas eran muchas y las intenciones buenas. Pero como dijo Mario “no podemos resolver todo en una tarde, será cuestión de seguir debatiendo”.

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Ayer hubo un Foro Popular de asambleas barriales para hablar de la consigna “que se vayan todos”.
 
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