SOCIEDAD › TRES LIBERADOS POR EL CRIMEN DEL JUEZ TUCUMANO
Uñas y cabellos por si acaso
El comisario Rodolfo Domínguez y los oficiales Andrés Faversani y Raúl Albornoz, de la policía tucumana, fueron liberados ayer luego de haber sido detenidos, sospechados de encubrir el asesinato del juez de menores de Tucumán, Héctor Agustín Aráoz. Por el caso, sigue detenida la novia de Aráoz, la ex policía Ema Hortensia Gómez, de 25 años y exonerada de la policía, sospechada de haber dado muerte a Aráoz. A los tres policías liberados se les extrajo muestras de cabellos y uñas, que podrían constituir pruebas clave en su contra.
Un peritaje determinó que al juez Aráoz lo mataron de trece balazos, todos con orificio de salida, y no de siete tiros como se dijo inicialmente. Tanto Ema Gómez como los tres policías quedaron en la mira de los investigadores desde el viernes pasado, cuando el cadáver del juez fue hallado en su casa de Aconquija 2950.
“El comisario Domínguez y los oficiales Faversani y Albornoz están en libertad, pero previamente les tomamos muestras de cabello y de uñas al igual que a Ema Gómez”, informaron fuentes judiciales. El día del crimen, según los investigadores, Gómez se presentó en la comisaría de Banda del Río Salí, a 20 kilómetros de la casa del juez y confesó que había matado a su novio. Según esa primera versión, tras la confesión, el comisario Domínguez y los oficiales Faversani y Albornoz fueron con la mujer hasta la casa y hallaron el cadáver del magistrado.
La forma en que actuaron los policías en la escena del crimen y su supuesta dilación en informar a sus superiores sobre lo ocurrido había motivado que se los investigara por encubrimiento.
La víctima, a su vez, había sido denunciada por presuntas irregularidades detectadas en su juzgado, como el uso de vehículos policiales con fines particulares. De todos modos, los investigadores volcaron sus hipótesis sobre las pistas de un crimen pasional. Según fuentes judiciales, “en la actualidad, la relación entre el juez y la detenida Gómez no era buena”. La casa de Aráoz siempre estaba custodiada por tres perros feroces que el día del crimen no ladraron. Por eso la sospecha es que quienes mataron al juez eran conocidos suyos y no despertaron una situación de alarma en los canes. El cuerpo de Aráoz presentaba rasguños a la altura del cuello, con lo que podría ser vital determinar si esas heridas le fueron causadas por su novia o por los policías investigados. Para sumar más indicios a la causa, se analizan las sábanas de la cama donde fue hallado el cadáver. Entretanto, hasta anoche los investigadores no habían encontrado el arma con que se cometió el asesinato.