SOCIEDAD

Una campaña británica contra la violencia escolar

Tres de cada diez chicos británicos sufren castigos y humillaciones de sus propios compañeros. El año pasado, tres chicos se suicidaron por ese motivo. El gobierno unió fuerzas con 50 ONG.

Página/12
en Gran Bretaña

Por Marcelo Justo
Desde Londres

“Me escupían, me pegaban, me ponían goma de mascar en el cabello, pasaban mensajes en la clase diciendo todo tipo de cosas sobre mí, insultaban a mi madre y a mi familia”. Las palabras corresponden a un chico británico, pero son aplicables a niños y a adolescentes de todo el mundo. El acoso, la humillación, la violencia física, suelen ser una sombra funesta de la vida escolar que deja heridas psicológicas para toda la vida. En Gran Bretaña las encuestas señalan que tres de cada 10 chicos, sufren este tipo de abuso y que para un 97 por ciento de los padres es uno de sus fantasmas más temidos. En respuesta, el gobierno británico unió fuerzas con unas 50 ONG y declaró esta semana de campaña nacional contra toda forma de abuso emocional o físico en las escuelas.
La campaña intenta elevar la conciencia sobre la gravedad del problema. El ministro a cargo de la educación primaria y secundaria, Stephen Twigg, señaló que este tipo de comportamiento tiene un impacto devastador sobre el rendimiento escolar y la evolución psicológica de los estudiantes. “Miles de chicos padecen esta situación. Uno de los objetivos de esta campaña es que sepan que no están solos”, indicó Twigg. Pero no es el único objetivo. La campaña se plantea aumentar la conciencia entre los estudiantes, educadores y padres mediante distintos mecanismos:
- Conversaciones y debates en las aulas sobre el problema.
- Reparto de brazaletes distintivos en las clases para marcar la realización de estas jornadas a nivel nacional.
- Proyección de un film con personalidades británicas –jugadores de fútbol, actores, presentadores de TV– que condenan el fenómeno.
- Creación del Premio Princesa Diana para los que se destaquen en la lucha contra el problema.
El gobierno y las ONG intentan formar una alianza estratégica con padres y educadores para combatir el fenómeno. En el caso de los padres consideran que es fundamental que cobren conciencia del problema, tanto si el hijo en cuestión es la víctima como si es el victimario. Las investigaciones al respecto puntualizan que los victimarios provienen de hogares conflictivos y que muchas veces los padres están desesperados por encontrar asesoramiento psicológico para lidiar con un chico que “se les ha escapado de las manos”. “Es un problema complejo que precisa de una acción coordinada de padres, educadores y escuelas. Los padres quieren estar seguros de que sus hijos no corren peligro cuando van a la escuela. Por su parte, los educadores quieren combatir el problema, pero necesitan saber que no están solos y que la escuela tiene los mecanismos institucionales necesarios para ayudarlos”, indicó a la prensa Alison O’Brien, directora de la Anti Bullying Alliance.
El disparador de la campaña fue el trágico fin de año escolar del 2003. En unas pocas semanas de junio y julio tres adolescentes se suicidaron en respuesta al constante acoso y violencia de sus propios compañeros. Dos casos ocurrieron en la misma escuela, la Hirst High School de Northumberland, en el norte del país. Karl Peart de 16 años tomó una sobredosis de analgésicos después de padecer meses de constante tormento. El día de su funeral se suicidó Gemma Dimmick, también de 15 años y con una problemática similar. Dos semanas más tarde fue Thomas Thompson, de 11 años, el que se quitó la vida en un brote de desesperación tras meses de acoso.La seguidilla de casos espantó a los británicos y abrió un signo de interrogación sobre las políticas escolares aplicadas hasta el momento.
Desde entonces las iniciativas se sucedieron. Una conocida presentadora televisiva y activista por los derechos infantiles, Esther Rantzen, lanzó en julio del año pasado una campaña en el nordeste de Inglaterra, cerca de la escuela de Peart y Dimmick, para fortalecer los sistemas internos escolares. Rantzen forma parte de la actual iniciativa. “Lo que queremos es que haya mecanismos para juzgar a las escuelas no sólo por los resultados académicos que obtengan sino por las políticas que efectivicen en este campo”, indicó Rantzen. En Bexley, al sur de Londres, se implementó una política de recreos por turnos de modo que en ningún momento hubiera en el patio más de 150 de los 1000 estudiantes que forman parte de la escuela. “No es una táctica muy sofisticada, pero lo cierto que poner a mil chicos juntos de recreo era una bomba de tiempo”, indicó el director de la escuela Tom Widdows.

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