SOCIEDAD › PILAR CALVEIRO, SOBREVIVIENTE DE TRES CAMPOS DE CONCENTRACION DE LA DICTADURA

“Se mira al pasado por las urgencias del presente”

Su libro Poder y desaparición es uno de los pocos trabajos sobre esa época que trasciende el testimonio. “Son los momentos que se viven y las necesidades del presente, las que remiten al pasado”, expresa. Junto a otros sobrevivientes, visitó la ESMA donde estuvo como detenida desaparecida durante la dictadura.

Por Sergio Kisielewsky

Pilar Calveiro es sobreviviente de tres campos de concentración de la dictadura. Reside en México y estuvo de paso por Buenos Aires, donde ofreció dos charlas. Una en la sede de la Unión de Trabajadores de Prensa y otra en el Hospital Borda junto a Jack Fucks, sobreviviente del Holocausto, y Horacio González, director adjunto de la Biblioteca Nacional. Licenciada en Ciencias Políticas, publicó el libro Poder y Desaparición (Editorial Colihue), que entre estudiosos y lectores se lo consulta en forma sostenida y permanente. La política, confiesa, es el motor de su vida. Desde su adolescencia militó en la Jotapé junto a miles de jóvenes. Su tesis universitaria fue sobre el rol de la resistencia a las dictaduras en nuestro país. El poeta Juan Gelman escribió en el prólogo de su obra: “El 7 de mayo de 1977 un comando de Aeronáutica secuestró a Pilar Calveiro en plena calle y fue llevada a lo que se conoció como ‘la Mansión Seré’, un centro clandestino de detención de esa fuerza instalado a dos cuadras de la estación Ituzaingó. Esa noche Pilar soñó con su familia –esposo, hijas, padres– inmóvil en una foto fija y despidiéndola con un gesto de la mano. Ese día comenzó su recorrido de año y medio por un infierno que prosiguió en otros campos de concentración: la comisaría de Castelar y la ex casa de Massera en Panamericana y Thames convertida en centro de torturas del Servicio de Informaciones Navales, la ESMA, finalmente”.
–¿Qué sintió cuando volvió a entrar en la ESMA como sobreviviente?
–Esta apropiación del edificio para usarlo como lugar de Memoria es un hecho muy importante, que consolida todo el trabajo extraordinario que se hizo en la Argentina. No tiene paralelo con ningún país de América latina.
Creo que algo como el Juicio a los militares, los Juicios y las condenas contundentes avaladas por un proceso de indemnización de las víctimas, implica un reconocimiento de la historia. La derogación de las leyes de Obediencia Debida, Punto Final y la utilización del edificio de la Escuela de Mecánica como lugar de Memoria, como parte de un proceso que hay que valorar, es importante en lo político y en todos los órdenes. Mi sentimiento al volver a la Escuela de Mecánica fue de una gran conmoción y de un reconocimiento perfecto. A mí el lugar me resultó familiar. Me reconocí ahí adentro. Pero también la sensación de salir caminando, era la sensación de estar en un cementerio, caminar por un cementerio. No requiere mayor explicación.
–¿Qué cambió para los sobrevivientes de aquel horror a partir del acto en la ESMA?
–Este es un proceso que viene de mucho antes. Nosotros empezamos cuando fuimos a un Juicio a declarar en condición de testigos de cargo, fue una forma de reconocimiento a los sobrevivientes. Hay un lugar de reconocimiento social cuando a la hora en que se condena a los ex comandantes, el testimonio mío, el de cada uno de nosotros aparece como prueba. Ninguna indemnización permite recuperar al que murió, pero ese gesto tiene la importancia de que reconoce a una persona como una persona damnificada. Se trata de una persona que sufrió un daño, sobre el cual el Estado se hace responsable. Ese es el valor simbólico que tiene. Esta sociedad tuvo distintos momentos de reconocimiento. Con la apertura del predio de la ESMA como un lugar de Memoria, son reconocidos los hechos que llevaron al asesinato de miles de personas. Una vez reconocida la responsabilidad de las Fuerzas Armadas es necesario pasar a la discusión política y de hecho se está haciendo, para que algunas de las claves de sentido del pasado nos permitan ver este presente. Y mirar para adelante. Cuando miro al pasado veo lo que llamo una derrota política de una serie de proyectos del campo nacional, popular, alternativo a la propuesta norteamericana. Cuando la analizo, creo que no hubo un exceso de política sino una falta de política. Creo que hubo un desvío de lo político hacia lo organizativo, hacia lo militar en el caso de las organizaciones armadas que fue claramente inducido por la política represiva. Pero que fue un “juego” en el que entraron buena parte de los actores políticos. Hoy la gran reorganización del poder en el mundo tiende a despolitizar a las sociedades, como algo prescindible. Ese es uno de los grandes peligros del presente. Esto es lo que conecta con el pasado. Pero si nosotros permitimos este cierre de la política, creo que abrimos un futuro muy cerrado, muy excluyente, muy injusto, muy fragmentado y oscuro.
–¿Su libro Poder y Desaparición es una respuesta al horror?
–Yo no lo veo como una respuesta teórica, me parece que es un punto de vista, un abordaje, un intento de análisis de lo que representó esa experiencia, tratando de tomarlo como una experiencia personal, pero entrando en las claves políticas que podrían explicar lo que pasó.
–¿En qué sentido claves políticas?
–Los procesos políticos que hicieron posible la existencia de campos de concentración de exterminio en la Argentina. De una manera muy atinada Jack Fuks hacía la diferencia en la propia Alemania nazi donde hubo campos de concentración y luego campos de concentración-exterminio como fue Auschwitz. El caso de los de Argentina fue con campos de concentraciónexterminio.
–No es poca la diferencia.
–No es una enorme diferencia. Porque en teoría, los campos de concentración tenían un objetivo de reeducación. Los de exterminio no, eran de eliminación. Es cierto que esta “reeducación” fue hipócrita, falsa y en realidad tendieron al exterminio. En la Argentina existió esta modalidad.
–De exterminio. Generar que el ser humano allí sea una nada.
–Puede haber distintas formas de exterminar. Una de las cuestiones distintas del exterminio a partir de los campos de concentración, es que la persona primero permanece recluida en un proceso en el que se busca su desintegración como sujeto y que es vaciada para luego continuar con el exterminio y la desaparición del cuerpo. Estos rasgos, el vaciamiento de la persona, el vaciamiento y la desaparición de los rastros son comunes en el campo de concentración nazi y el campo de concentración argentino, entendidos en esta modalidad de exterminio.
–¿Cómo articula la memoria un relato histórico. Arranca desde lo vivido, de la experiencia? ¿Cómo la memoria genera un relato histórico?
–Más que una memoria hay memorias. Eso ocurre tanto en un sujeto individual como en un proceso de memoria social que implica un colectivo de distintos sujetos construyendo esa memoria. Pienso que la memoria en un sujeto individual, o sea en una sociedad, parte de urgencias del presente, de necesidades del presente. Son los momentos que se viven y las necesidades del presente las que te remiten al pasado. Y en particular los peligros, porque de alguna manera despiertan la marca.
–¿En qué sentido ?
–Las experiencias dolorosas dejan una marca escrita en el cuerpo. Esa marca permanece. La marca tiene pocas transformaciones, la marca está ahí, es la marca de una herida, la cicatriz está ahí. Es la cicatriz que te remite a lo que fue la herida. Está ahí como cicatriz relativamente fija en el cuerpo. Sin embargo, es en el momento en que uno mira la cicatriz, en el momento en que duele, a uno lo remite a la experiencia de lo que pasó. Y uno reelabora la experiencia de la herida desde el momento presente. Eso pasa con cualquier experiencia dolorosa. Esas marcas que nos quedan en los cuerpos, de alguna manera, son lo que permite disparar la memoria. Desde las necesidades presentes disparar la memoria de lo que fue y reconstruir aquello que fue a la luz de estas urgencias del presente. Esas marcas que nos quedan en los cuerpos de alguna manera, son lo que permite disparar la memoria; desde la necesidad del presente se dispara la memoria de lo que fue. Y se reconstruye aquello a la luz de estas urgencias del presente, de estas necesidades.
–¿Cómo puede ser la memoria resistente y no funcional al poder?
–Las memorias se construyen a partir de las urgencias del presente y sobre todo, desde la forma en cómo nos planteamos hacia adelante, al futuro. La memoria va a armar su relato del pasado de distintas maneras y lo puede armar como un relato que de alguna manera, contribuye a reforzar las coordenadas del poder actual o que venga a cuestionarlas, a increparlas. De eso depende que sea una memoria funcional para el poder establecido o resistente.
–¿Hay una memoria funcional al poder?
–Difícilmente las memorias pretendan ser funcionales al modelo, pero pueden terminar siendo funcionales. Sin proponérselo, pueden terminar haciendo esa labor.
–¿Cómo se articula?
–Difícilmente las memorias pretendan ser funcionales al modelo, pero pueden terminar siendo funcionales al modelo. Me parece que muchas veces sin proponérselo, pueden terminar la labor que pretendía aquello que realizó...
–La teoría de los dos demonios...
–Terminar un poco la labor que pretendía aquello que realizó. Por ejemplo la teoría de los demonios, es una forma de cristalizar lo que se pretendía: también la despolitización, la pérdida de contenido político de los sujetos sociales que participaron aquí durante el terrorismo de Estado. Ahí hay un anulación de lo político que termina siendo la consumación de lo que pretendía el terrorismo de Estado, despolitizar la sociedad, dejar en el Estado el monopolio de la política. En cada momento estas memorias que terminan siendo funcionales van variando. Así como la construcción de una memoria resistente tiene que ir variando y no estoy diciendo “acomodarlo”. Es una construcción desde la construcción de sentido. Los hechos, los acontecimientos van a ser los mismos, lo que uno va reconstruyendo, lo que uno va rearticulando son los sentidos. Uno enfatiza, recuerda con mayor fuerza unos elementos u otros. Le asigna mayor importancia a unos elementos u a otros. Esto tiene que ver con los sentidos asignados a aquellos acontecimientos del pasado. Así, la memoria funciona como este puente de sentido entre ese pasado y este presente como un presente de sentido.
–En los campos se cambiaba el lenguaje. Se decía “interrogar” en vez de torturar.
–En el lenguaje aparece buena parte de los sentidos ocultos, de lo que no se quiere decir. Por un lado porque el lenguaje trata de esconder, también todo lo que no quiere reconocer, por eso se habla de la tortura con un eufemismo. No se habla de asesinar sino de “trasladar”, etc. Las palabras denuncian cosas. Hablar de alguien que está tabicado te habla de la necesidad de tapar los ojos y los oídos de algo más que ese sujeto, de una sociedad. Te habla de una sociedad tabicada. Las palabras al mismo tiempo que intentan esconder también denuncian, también hacen visible una serie de cosas.
–Usted en su libro narra el ruido de las cucharas cuando preparaban la “comida”.
–El tema de los sonidos fue un tema importante. En los campos de concentración argentinos la gente permanecía la mayor parte del tiempo privados de la vista, estaba con los ojos vendados. Entonces lo que te orienta en el mundo son los sonidos, es un tema muy fuerte. Hablábamos de la utilización del predio de la Escuela de Mecánica como un lugar de la memoria, hablábamos de la importancia que debe tener la recuperación de los sonidos. Esta cosa del silencio y ciertos sonidos dentro del silencio que es un poco lo que la gente recuerda cuando regresa allí. El sonido del montacargas o del ascensor, el sonido de la bomba de agua, el sonido de los grilletes. Estos sonidos que, de alguna manera, te permitían orientarte en un mundo de oscuridad.
–Ellos decían que el tiempo no existe.
–Sin embargo, el tiempo existe. La idea es que para ellos el ser dueños del tiempo implica la apropiación de la vida y de la muerte. Porque el ser humano se ubica en el mundo de estas coordenadas del tiempo y del espacio. Los prisioneros estaban encontrando formas de reconocer el paso del tiempo. Para saber cuándo era de día o de noche. Qué hora aproximadamente era. Alguien contaba que habían hecho un agujerito muy chiquito. Según la inclinación con la que entraba la luz sabían más o menos qué hora del día era.
–Pese a que estaban todos juntos se sentían aislados. Era el objetivo del campo.
–Es una paradoja. El campo de concentración es un lugar de “reunión”. Ellos hablaban de lugar de reunión de detenidos (LRD). Pero, siendo un lugar de reunión, era en realidad, un lugar de la más estricta fragmentación, por eso cada prisionero estaba en un compartimiento separado de los otros y sin posibilidad de comunicación. Toda comunicación estaba sancionada, prohibida. Es un lugar de fragmentación, de separación, de aislamiento. Al mismo tiempo es donde se concentra esta humanidad que desde la lógica del campo es la parte de humanidad sobrante, de la que hay que deshacerse. Deleuze habla de la segmentación y habla mucho de las formas, de cómo el poder tiene una estructura de tipo estratificante y de separación de lo que se organiza y se estructura. Deleuze, lo mismo que Foucault, tiene mucho que ver con esta visión de que en cualquier lugar en el que existan relaciones de poder existe resistencia. No hay poder sin resistencia.
–Se habla de la derrota de un proyecto político de los ‘70 ¿Cómo lo ve hoy?
–Hay un eje político para analizar el terrorismo de Estado. Se debe analizar como un proceso político. Tiene una dimensión ética muy importante. En ese análisis deben confluir distintas miradas y perspectivas. Las memorias desde las distintas experiencias, y también construir los relatos políticos. La crítica supone la valoración de lo que funcionó y no. Aquello que hoy rescataríamos como valioso, como importante y que también revisaríamos o haríamos de otra manera. Ese análisis crítico es necesario. Si no lo hacemos así, ese análisis crítico queda en dos lugares. En el de la desaparición, que no se menciona, se borra. O queda en el lugar del relato heroico. Ese análisis político que hay que hacer reclama que los distintos actores que hoy estamos vivos y que participamos hagamos la revisión práctica de nuestro accionar. En todo proceso autoritario los actores políticos tienen distinta participación y distintas responsabilidades. Por un lado la responsabilidad del Estado y de las Fuerzas Armadas en ese momento. Hay una responsabilidad de los partidos políticos de la época. Hay una responsabilidad muy marcada de instituciones como la Iglesia. De los sindicatos, de las organizaciones armadas. Esto debe ser objeto de análisis político y una discusión política, colectiva. Desde distintas perspectivas se construye un relato. No hablo de un relato único, ni de un relato oficial.
–Todorov dice contadlo todo.
–Horacio González hablaba de la importancia del silencio. El silencio cabe en este proceso, como el silencio de la escucha, para escuchar a otros, a los próximos. Percibir cómo otros pueden armar. Habrá relatos discordantes, pero es parte de este debate colectivo. Reconocer los vacíos del propio relato, con distintas perspectivas. Nunca una memoria es absolutamente individual. Uno construye parámetros desde códigos sociales y construye con otros. El análisis político de una experiencia vivida no se hace en solitario. Se hace en diálogo con otros. Los otros con los que uno dialoga. Ser capaz de callar para escuchar otras voces.

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