Lunes, 16 de enero de 2006 | Hoy
En Mar del Plata hay 35 escuelas de surf. Una docena es de primer nivel. Los más interesados en el aprendizaje son los chicos. Los padres los acompañan y terminan tomando clases.
Por Carlos Rodríguez
Desde Mar del Plata
Mercedes tiene 12 años y vive en Gonnet, cerca de La Plata. Envuelta en una toalla tirita de frío. Está congelada. Sus ojos tienen un tono violeta, pero ella está muy contenta. “Ayer me paré dos veces sobre la tabla. Hoy fueron cuatro. Lo máximo fue que esta vez me paré en el primer intento, apenas me puse en la posición de cobra (el cuerpo estirado sobre la tabla de surf, con el pecho y la cabeza erguidos); no sabés lo hermoso que es poder surfear.” A Mercedes las palabras le salen a borbotones, como la espuma del mar que fue testigo de su paseo triunfal. La chica es una entre las docenas de alumnos que concurren todas las mañanas, desde las 10 en adelante, para aprender a surfear en El Cabo Surf Club, cuyo director es Mauro Benoffi, un apasionado del deporte. En la ciudad funcionan “unas 35 escuelas de surf”, afirma Benoffi, quien aclara que de todas ellas “una docena son las más serias, con más trayectoria”.
La cita es en el balneario Varese, a doscientos metros de la bajada náutica de Cabo Corrientes. Los alumnos –la mayoría chicos menores de 15 años– primero hacen precalentamiento corriendo por la playa y luego, siempre sin entrar en el mar, dibujan sobre la arena mojada una imaginaria tabla de surf y se estiran sobre el piso para practicar “técnicas de parada”. Primero simulan que reman con sus dos brazos para internarse en el mar y una vez montados sobre la ola, enfilan hacia la playa y tratan de pararse siguiendo las instrucciones de Mauro. El profesor les explica la función de la quilla, las salientes móviles que están en la cara de la tabla que va pegada al mar. “Si no estuviera la quilla, la tabla giraría y no se la podría dirigir”, repite Mauro. Trata de enseñarles cómo hacer para que esa tabla, en el oleaje bravío de Mar del Plata, logre ser algo más que un barco que se empeña en ir a la deriva.
El momento esperado por todos es cuando el maestro propone entrar al mar. El profe les sigue recordando que la clave para surfear está en “buscar una simetría con el movimiento de la ola”. A Página/12 le aclara que “no es difícil aprender y mucho menos para los chicos. Lo curioso es que primero empiezan a venir los pibes y después se prenden los padres. Hace poco tuvimos un alumno de 73 años. Dijo que sólo quería aprender a remar sobre la tabla y terminó surfeando”.
Francisco Blanco, alias Pancho, es otro chico de La Plata. Nació de un parto difícil que le dejó una secuela en el brazo izquierdo. “Tenía una parálisis total, pero a fuerza de sacrificio, entrenamiento, masajes y ahora el surf, estamos saliendo, de a poco”, cuentan los padres de Pancho, que también logró ponerse de pie sobre la esquiva tabla. La alegría compensó, en parte, la frustración que tuvo este año con el fallido grito de campeón de Gimnasia y Esgrima La Plata, su equipo favorito.
De la clase también participaron los alumnos Delfina, Lucas, Julieta, Egle, Juan Carlos, Adriana y dos colaboradores del profesor Mauro, Stella Maris Robustelli y Andrés Méndez. Los cursos pueden durar de uno a tres meses, las clases son grupales y la escuela aporta las tablas y equipos de surf para los interesados. Cada clase de dos horas tiene un costo de 25 pesos. La escuela aporta también clases de yoga a cargo de Ximena Andre. Todo a orillas del mar. En la mayoría de las escuelas de Mar del Plata, el curso completo puede costar entre 250 y 300 pesos. Los que se hacen fanáticos del deporte deben contar con buenos recursos económicos. Por los elementos necesarios, una tabla y el traje de neoprene que evita que el cuerpo se congele, como le ocurrió a la pequeña Mercedes, hay que abonar unos 150 dólares.
En Mar del Plata también funcionan otras escuelas de surf, como la que dirige Ricardo Saracino en la Escuela Argentina de Surfistas Profesionales Rip Curl o una serie de lugares ubicados en El Balcón, en las playas del sur, a pocos metros del Faro de Punta Mogotes. Otro sitio famoso es Camarón Brujo, de Marcelo y Sebastián Galindo, con base en Onu Beach, en Faro Norte. Mar del Plata tiene surfistas de primera línea como las hermanas Ornella y Agostina Pelizari, que han ganado varias competencias internacionales. Por eso, además de los turistas que incursionan en las vacaciones, hay muchos alumnos locales que quieren llegar a intervenir en torneos locales y del exterior.
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