SOCIEDAD › UNA EX DOMADORA ACUDIO A LA JUSTICIA POR SU LEONA ENFERMA

Qué será de ti lejos de casa, Rubia

Como si fuera un perrito, la leona vive con su dueña –domadora jubilada– en Lavallol. Pero está enferma y la mujer no puede pagarle la atención. Se presentó a la Justicia y logró que un fiscal intercediera ante un zoológico para que la recibieran y curaran. Hoy Rubia deja su casa.

Peleó como una leona. Hasta último momento, Elsa Barani –ex trapecista y domadora– no quiso entregar a Rubia, su mascota. Pero su jubilación mínima ya no le permite seguir atendiéndola. Por eso presentó un recurso judicial y hoy el Zoológico de Florencio Varela se hará cargo del animal que está enfermo, a partir de la intervención del fiscal de Lomas de Zamora, Oscar Acevedo. La idea es que la leona sea llevada al establecimiento en guarda provisoria, hasta tanto se determine su diagnóstico y tratamiento. Ayer, Rubia recibió sin inmutarse la visita de un equipo del zoo, del funcionario judicial y de varios medios en la casa donde vive desde hace más de diez años.
Rubia no parece una fiera salvaje. Más bien, una suerte de Garfield grandote, con un espumoso collar de pelos en el cuello y unos ojos color bastante hinchada desde hace dos meses.
Su dueña, que la crió desde cachorra, es Elsa Barani. Ahora jubilada, en sus años de juventud fue trapecista. “Llegó un momento en el que tuve que dejar porque los huesos no me daban”, le cuenta a Página/12 en el living de su humilde casa de Lavallol. La vivienda es una más del barrio, si no fuera porque en el fondo, en una suerte de corralito (en el literal sentido del término) vive Rubia. “Al principio, a pesar de trabajar en el circo, no me llamaban la atención los animales pero cuando dejé el trapecio decidí dedicarme a la doma”, explica.
Elsa es viuda desde hace nueve años y no tiene hijos. Los primeros leones con los que trabajó eran bastante bravos, tanto que un día “uno se me largó encima y me mordió”, dice mostrando las heridas en su brazo. La mujer ostenta el raro título de ser una de las dos domadoras de fieras salvajes del mundo, junto a una alemana. “Me gustaba arriesgarme, hacer cosas que otros no hicieran”, explica. Y sentencia cuál es la clave de un buen domador: “El animal tiene que saber que entrás a la jaula y mandás vos, no él”.
La protagonista felina de esta historia nació en cautiverio en 1987 del “matrimonio” de Sultán y Cleopatra. Sus padres murieron y, desde entonces, vive con Elsa, con quien también iba a trabajar al circo. Elsa hace dos años que dejó su actividad y, por ende, también Rubia que “tal vez extrañe, porque todavía se enloquece cuando ve gente”.
La directora del zoológico de Florencio Varela, Andrea Valido, explicó que se trata de “una hembra adulta de leona africana con un cuadro de retención de líquidos”. Este síntoma será analizado por el equipo de veterinarios del zoo, a través de una punción, y “puede ser que tenga problemas renales y descalcificación en los huesos”, aventura Valido. También agrega que “como va a extrañar mucho su casa y a Elsa, está previsto que como parte del tratamiento su dueña vaya a visitarla todas las veces que quiera”. La simbiosis entre dueña y leona es tan evidente que desde el zoo invitaron a la domadora a quedarse a dormir, si lo cree necesario.
La guarda temporaria dispuesta por el fiscal Oscar Acevedo se basa en la Ley 14.446 de Protección Animal. Antes del de Varela, Elsa había llamado a otros zoológicos “pero nadie me dio una respuesta”. Entonces, decidió recurrir al fiscal, quien se contactó con este establecimiento que finalmente será la casa de Rubia. “Una vez que la guarda se termine se crea una situación que debe ser resuelta por los dos particulares”, indica Acevedo.
Las fotos del circo y de la leona adornan el comedor de la vivienda. En el patio de atrás Rubia tiene, además de su “cucha”, un carrito con ruedas que se usa para poder movilizarla y hasta un espacio con techo –que Elsa llama “su pieza”– donde duerme por las noches “para que no pase frío”. En su corralito tiene dos banquitos sobre los que se suele sentar y hasta hacer alguna pirueta, cuando no se siente tan mal.
Hace dos meses que no se alimenta bien y no recibe el tratamiento necesario. “Un día vi que estaba ya tirada como para morirse y me pregunté qué podía hacer para salvarla”, recuerda Elsa. “Pensé en hipotecar mi casapero si después me quedaba con nada, ¿qué hacía?”. Fue así como llegó a la justicia, a partir de la recomendación de un veterinario.
En el barrio, el clima es de velorio. Gladys y Marta, dos vecinas que se acercaron a saludar, se muestran preocupadas por el ánimo de Elsa. “La cuida como si fuera una hija”, dice Gladys y Marta –que se hacía cargo del animal cuando Elsa no estaba– afirma que “trata de ser fuerte” ante su amiga pero “tengo más ganas de llorar que ella”.
A media tarde de hoy, Rubia viajará para conocer su nueva casa. Elsa no quiere pensar en ese momento. Tiene miedo de la primera noche de Rubia sola, lejos de casa. “No sé si no sería conveniente quedarme a dormir mañana (por hoy) allá”, evalúa. Deja bien en claro los motivos que la llevan a desprenderse de ese pedazo de su vida. “Si hubiera sido por mí, si tenía la plata, no la llevaba”, dice. Y la mirada se le pone triste, casi igual que la de Rubia.

Producción: Romina Ruffato.

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Rubia tiene una “cucha” en el fondo de la casa de Elsa, donde vive desde que nació.
 
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