SOCIEDAD › DECIMA MARCHA DE RECLAMO POR EL DOBLE CRIMEN

Silencio por Leila y Patricia

Por A. D.

“No enjuicien, no ensucien a Leila”, decía uno de los estandartes anclados en medio de la marea de gente que iba abriéndose espacio anoche, entre las calles que rodean la plaza cabecera de la capital de Santiago. Fue la marcha número diez repetida regularmente bajo el grito de justicia por Younes Bshier, el padre de Leila; por Mirta Nazar, su tía directa; por Juan Domingo Villalba, el padre de Patricia; por Olga, su madre y por Karina, la hermana más grande y quien desde hace cuatro meses ha logrado torcer las únicas explicaciones que se iban dando del caso. Allí plantada entre las calles, la marcha se ha repetido esta vez con otros matices. Anoche, frente a la Cámara de Diputados, la gente congregada repetía la palabra “asesino” después de haber ganado durante estos días algunas buenas batallas.
Quien sujetaba apenas un puñado de lágrimas era la tía de Leila. La madre de la chica se suicidó hace ocho años y desde entonces es la tía Mirta quien fue siguiendo sus pasos. Ella es ahora la bastonera de estas marchas donde se congrega además otro grupo de mujeres que aquí peregrinan como Madres del Dolor, pidiendo por el esclarecimiento de 28 casos en el que presumen participación de la policía provincial. A esa ronda se sumaron los familiares de las chicas del doble crimen, y a esa ronda llegó Mirta, cargada de dolor pero también de miedo: “Ya me han amenazado de muerte, tengo todavía tres hijos hermanos de Leila para cuidar y tengo mi historia aquí en el centro donde todos me conocen hace 35 años, y por eso sigo”.
La marcha, esta décima manifestación, reunió a poco más de cien personas pero para los locales el número no fue suficiente. Aseguran que existieron presiones, que la gente no salió porque el miedo aún se siente. Frente a las columnas, sobre las calles, aquellos más temerosos se iban amontonando sobre los cordones para verlos pasar. Desde ahí, alguien repetía que recién ahora, ahora que “ha salido esto por los medios nacionales, sabemos que estas marchas existen”. Esa es la sensación general: dentro de las fronteras de la provincia de los Juárez, las cámaras de televisión o los medios gráficos nacionales se parecen en estos días a los salvoconductos de aquellos que necesitan garantizarse una salida.
Cuando las mujeres se encargaban de repetir de viva voz esas sensaciones y mientras Mirta Nazar pedía a los gritos que la columna caminara hacia el Congreso, un muchachito se acercó de pronto hasta el lugar donde estaba Página/12 buscando una ventana para contar su fracaso: “¿Ustedes que son de Buenos Aires no podrán hacer algo?”. El muchacho es Jorge Alvarez, el hermano de Alberto Alvarez y Reinaldo Sayago, dos hombres que han muerto hace seis meses en un supuesto intento de asalto. “Ahora tenemos que aprovechar que están ustedes acá –decía Jorge– para ver si podemos hacer algo?”
Entre el mismo tumulto donde se acoplaban banderas, carros de niños y los hombres de seguridad uniformados estaba Ana María Belmonte, vecina de los Villalba, que ha comenzado a olfatear el tema de las marchas desde hace sólo diez semanas, cuando empezaron las rondas. Estas rondas que en Santiago ya lograron la renuncia de la cúpula de la Policía y del segundo de la provincia.

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