SOCIEDAD

Un código de ética con otra mirada

 Por Sonia Santoro

En abril de este año, la Asociación de la Prensa de Uruguay (APU) publicó el primer código de ética periodística del país, al dar respuesta a lo que llamaron “un decaimiento de muchas prácticas éticas y la necesidad de consolidar un cuerpo de principios que sirvan de referencia para el ejercicio profesional”, deteriorado por múltiples causas, entre ellas la precarización laboral, el multiempleo, el cierre de medios de comunicación (sobre todo impresos), la reducción de las plantillas de las empresas, la consolidación de la concentración mediática. El código fue resultado de un consenso entre organizaciones de medios y ONG. Recoge las experiencias de cientos de periodistas, así como el cotejo con manuales de la región, y fue puesto también a consideración de estudiantes de comunicación durante cuatro meses.

Lo novedoso es que tiene un capítulo dedicado a género y discriminación. Edison Lanza, periodista y abogado, consideró que es un “campo interesante para seguir trabajando”. Aunque aclaró que ningún medio de comunicación grande lo ha adoptado como mecanismo de autorregulación todavía, “es un trabajo para las y los periodistas que están dentro de los medios, que podrán adoptarlo aun cuando sus medios no lo adopten”. Los cuatro incisos dedicados a la perspectiva plantean básicamente que “las coberturas periodísticas deben ser equilibradas en el tratamiento de género, utilizando lenguaje neutro y no sexista, que evite estereotipos y contemple la diversidad”; “se evitará mencionar cuestiones de religión, etnia, nacionalidad, orientación sexual, edad, discapacidades físicas de las personas, salvo en aquellos casos en que resulte indispensable para comprender la información y dicha referencia no resulte discriminatoria”; se identificará “la violencia de género con exactitud, utilizarán lenguaje preciso y no estereotipado, de acuerdo con la definición internacional incluida en la Declaración de las Naciones Unidas de 1993”; y que no se debe “atribuir a personas o comunidades valores o funciones sociales inferiores, ni usar figuras estereotipadas para valorar el desempeño de la mujer en cualquier ámbito (comportamiento, actitudes, vestuario)”.

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