SOCIEDAD › EL PASO DEL HURACAN SUBRAYO LA POBREZA EN HAITI

Hambre después de la muerte

 Por Martín Piqué

Página/12
en Haití
Desde Puerto Príncipe

“La gente, en un primer momento, sólo se preocupaba por el agua y la comida. Mientras pasaban carros con cadáveres y los dejaban a la vera del camino”, recuerda Hugo Benítez, enfermero, cabo principal y miembro de los cascos azules argentinos. Aunque, según dicen, Jeanne ya pasó y con él ya pasó lo peor, Benítez describe las imágenes como si las acabara de ver. Un compañero suyo escucha y dictamina: “Esto es lo peor, y ojo que yo soy comando y ya vi muertos varias veces”. A pocos metros se lo ve a Miguel Joseph Limange, el traductor del hospital desplegable de la Fuerza Aérea, que habla creole, francés, español e inglés. Limange entiende lo que están diciendo los militares argentinos. No se sorprende ni gesticula.
Detrás de la barbarie que dejó el huracán se esconden otras cosas. “Aquí están acostumbrados”, explica un casco azul argentino cuando Página/12 le pregunta por qué un haitiano sigue cavando un pozo en tierra seca bajo el sol del mediodía. Estamos en el hospital de la Fuerza Aérea, frente al aeropuerto de la capital, donde a mediados de agosto llegó a hacer más de 52 grados de temperatura. El traductor, Miguel Limange, sigue silencioso. Sólo responde preguntas cuando se lo pide alguno de los periodistas extranjeros. O se acerca solícito cuando alguno de los cascos azules lo llama a gritos. “¡Miguel!”, se escucha y el haitiano va corriendo donde lo necesitan. En el hospital hay otros haitianos, se encargan de la seguridad aunque son controlados de cerca por los militares argentinos.
André Mayones es uno de los custodios. Está sentado junto a una empalizada, impasible, con la Itaka apoyada sobre las rodillas. Tiene un chaleco negro que dice “Profesional Security Services”. Parece callado y sólo sabe creole. Página/12 se acerca y le pide a Miguel, el traductor, que lo ayude. “¿Cuánto le pagan por trabajar aquí?”, pregunta el periodista en español. Limange lo traduce al creole. Sorpresivamente, la timidez de Mayones se diluye apenas entiende la consulta. “500 dólares haitianos mensuales. Dice que no es un buen sueldo, pero lo hace porque no encuentra otra cosa”, traduce Miguel. La suma equivale a unos 70 dólares estadounidenses. Mayones cuenta que fue contratado por una empresa privada que a su vez está contratada por las Naciones Unidas. Limange explica, que los trabajos más buscados son aquellos vinculados con la intervención multilateral de la ONU. Pero los sueldos son muy bajos.
El traductor parece entrar en confianza. Se nota que tiene una formación bastante más elevada que la mayoría de sus compatriotas. Aunque el rasgo que más llama la atención es su mirada y su semblante muy serio, como enojado. “La economía está muy cara. Más cara que cuando estaba Aristide. Ahora hay menos trabajo y todo va subiendo. Los precios están en dólares”, explica Limange.
El Banco Mundial, al igual que el FMI, tiene una importante participación en la vida política y económica de Haití. Los dos organismos financieros forman parte del comité de donantes del país que se reunió hace poco en Washington. Pero especialmente el Banco Mundial ha logrado mucha ascendencia sobre el destino de la segunda nación independiente de América. El presidente en funciones, Gerard Latortue, fue funcionario del Banco Mundial durante muchos años. Sin embargo, muchos funcionarios de las Naciones Unidas como Eric Mouillefarine de la Oficina de Coordinación de Desastres, consideran que no se está moviendo con toda la velocidad que debería para enfrentar el panorama que dejó el huracán Jeanne.

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