SOCIEDAD • SUBNOTA › LOS PEDIATRAS NO SUELEN DIAGNOSTICARLA BIEN
› Por Pedro Lipcovich
“Muchos pediatras no diagnostican bien, en los bebés, la alergia a las leches maternizadas”: así lo señala, en Gran Bretaña, una encuesta efectuada por el Grupo Médico de Acción contra la Alergia. La dificultad para el diagnóstico obedece a que los síntomas correspondientes pueden enmascararse como imprecisas molestias gastrointestinales. Los sucedáneos de la leche materna basados en la soja también pueden suscitar alergia, y además se teme que, a largo plazo, puedan provocar problemas de fertilidad. Estos datos se enmarcan en un creciente compromiso de los pediatras por promover la lactancia materna. Una reciente investigación sugiere que los bebés alimentados a teta tienen menos riesgo de contraer diabetes cuando crezcan, y ya de chicos tienen niveles más bajos de azúcar e insulina en su sangre.
Según una encuesta que la agrupación médica británica Act Against Allergy efectuó entre 500 médicos, el 80 por ciento de los profesionales estimaban que sus colegas confundían los síntomas de la alergia a la leche con otras condiciones. Además, muchos de los médicos no sabían establecer el mejor tratamiento en cada caso, pese a que, sin tratamiento adecuado, estas alergias pueden llevar a consecuencias graves e incluso mortales. Según explicó Judith Moore, portavoz de la Asociación Dietética Británica, “los síntomas varían de tal manera que puede ser difícil discernir el cuadro”.
Gustavo Sager –neonatólogo del Hospital San Martín de La Plata– explicó que “la alergia a la leche de vaca es una reacción inmunológica de defensa a una proteína que no es propia de la especie: puede presentar manifestaciones alérgicas típicas, como eczemas, asma o urticaria, pero también diversas expresiones de intolerancia digestiva”. Mónica Waisman –ex titular de la comisión de lactancia materna de la Sociedad Argentina de Pediatría y actualmente a cargo de la subdirección de la Maternidad Sardá– advirtió: “Cuando un bebé o niño pequeño no amamantado tiene problemas gastrointestinales a repetición, que no se correlacionan con una enfermedad infecciosa demostrable, hay que pensar en una alergia alimentaria”.
Esto vale para las más sofisticadas fórmulas maternizadas. “Ni hablemos de los bebés alimentados simplemente con leche de vaca, la cual puede provocar trastornos importantes como las microhemorragias intestinales que conducen a la anemia”, observó Waisman.
En cuanto a las fórmulas basadas en soja, el Departamento de Salud y la Asociación Dietética Británica advirtieron que, como la soja contiene altos niveles de compuestos llamados “fitoestrógenos”, cuya acción es similar a la de los estrógenos femeninos, podrían plantear un riesgo a largo plazo para la fertilidad. “Además, el 50 por ciento de los bebés alérgicos a la leche de vaca también lo son a estos preparados de soja”, señaló Waisman.
Un estudio aparecido en noviembre pasado en el American Journal o Clinical Nutrition encontró que “las personas que fueron amamantadas tienen un riesgo más bajo de contraer diabetes tipo 2 en su vida ulterior, en comparación con aquellas que recibieron fórmulas maternizadas”. El mismo estudio –consistente en una revisión de investigaciones previas, que abarcó 76.744 sujetos– encontró que “niños y adultos que habían sido amamantados resultaron tener concentraciones más bajas de insulina en sangre y también niveles más bajos de glucosa”.
La Organización Mundial de la Salud recomienda que la lactancia continúe hasta los dos años o más, según comentó la doctora Waisman: “No deberíamos escandalizarnos si vemos que una mamá está amamantando a un chico de bastante más que un año: no le va a provocar trastornos en su desarrollo psíquico; ese mismo chico puede caminar, correr, subirse a un tobogán, y después volver y tomar un poquito más de teta”.
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