Riesgo Soja
Por Fernando Krakowiak
Los productores agropecuarios, las multinacionales que comercializan las semillas y el Gobierno no paran de celebrar el precio record de la soja. Argentina es el tercer productor mundial, detrás de Estados Unidos y Brasil. Durante las últimas seis cosechas, las plantaciones de esa semilla aumentaron de 6,6 a 12,6 millones de hectáreas, llegando a representar el 49 por ciento de la superficie sembrada del país. En el mismo período, la producción aumentó de 11 a 35 millones de toneladas. La próxima siembra alcanzaría 13,5 millones de hectáreas y 37 millones de toneladas. El aumento de precios no hizo más que reafirmar la fe en la nueva esperanza verde. Sin embargo, la expansión de la soja también genera riesgos entre los que sobresalen la vulnerabilidad externa, la pérdida de diversidad productiva, el desplazamiento de los pequeños productores y los empleados rurales, la dependencia tecnológica y la resistencia a los transgénicos. A continuación, Cash aborda los aspectos principales de lo que muchos empiezan a denominar el riesgo soja:
1 Vulnerabilidad externa. La difusión de la soja transgénica, combinada con el herbicida glifosato y la siembra directa, ubicó a los productores locales entre los más competitivos a nivel internacional. A diferencia de otros países líderes del sector, Argentina exporta casi todo lo que produce. Apenas el 5 por ciento de las harinas de soja y el 10 por ciento de los aceites de soja se consumen en el mercado interno. Mientras que en Brasil los porcentajes trepan al 30 y 70 por ciento respectivamente. La orientación exportadora llevó al complejo sojero a concentrar el 24 por ciento de las exportaciones durante el primer semestre del año. El porcentaje equivale a 3500 millones de dólares que sirvieron para estabilizar el mercado cambiario y mejorar los ingresos fiscales, pues el Estado obtuvo entre 700 y 800 millones de dólares por retenciones a la soja. Hasta aquí se despliega un circulo virtuoso que promete seguir expandiéndose durante la cosecha 2003/04. Sin embargo, las crecientes apuestas que formulan los grandes productores al ampliar el área cosechada de soja aumentan la vulnerabilidad de la economía. Mientras el precio siga subiendo, el riesgo se disimula, pero si las exportaciones se vieran afectadas por alguna contingencia el impacto sobre la estructura productiva sería contundente. Graciela Gutman y Pablo Lavarello afirmaron en un informe reciente de la Cepal que la importancia del país en el mercado internacional también implica un riesgo, pues en el futuro “la sobreoferta argentina puede llegar a deprimir los precios internacionales”.
2Pérdida de diversidad productiva. La expansión sojera se logró a partir de la incorporación de nuevas tierras, pero también por sustitución de otros cultivos que descendieron durante las últimas seis cosechas. La superficie cultivada de algodón disminuyó un 83 por ciento, el arroz un 44,5 por ciento, el maíz un 25,5 por ciento, el girasol un 23,8 por ciento y el trigo un 14,5 por ciento. La soja también desplazó a la ganadería de zonas tradicionales de cría e invernada y a la producción lechera. Según datos de la Dirección de Ganadería, entre 1988 y 2003, los establecimientos tamberos disminuyeron de 30.141 a 15.000. Miguel Teubal, investigador del Conicet, afirmó a Cash que “es un error festejar la expansión de la soja mientras el resto de las producciones cae poniendo en riesgo el autoabastecimiento alimentario”. Flory Begenisic, coordinadora de producción de la Dirección de Agricultura, señaló a este suplemento que “estamos analizando diversas estrategias para potenciar la competitividad de los otros cultivos”, pero hasta el momento es el mercado el principal asignador de recursos. El desplazamiento de algunas producciones supuso pérdidas importantes de capital que serán difíciles de recomponer, como en el caso de los tambos y las desmontadoras utilizadas en la cosecha dealgodón. A su vez, la soja avanzó sobre montes nativos, como el bosque chaqueño que se despliega en las provincias de Chaco, Formosa, Santiago del Estero, el noroeste de Córdoba y noreste de Salta violando los convenios de lucha contra la desertización y poniendo en riesgo la estabilidad del ecosistema.
3Desplazamiento de pequeños productores y empleados rurales. El modelo productivo implantado en torno de la soja provocó la disminución de las explotaciones agropecuarias. Según el Censo Nacional Agropecuario, entre 1988 y 2002 desaparecieron 103.405 explotaciones (24,5 por ciento) y la superficie promedio de las unidades productivas se elevó de 421 a 538 hectáreas. La siembra de soja favoreció la concentración de la tierra, pues se buscó ampliar la escala para reducir los costos. A su vez, la expansión de la frontera agropecuaria hizo que muchos campesinos con tenencia precaria de la tierra en Formosa y Chaco fueran expulsados. En Santiago del Estero, los pequeños productores resistieron varios desalojos. Angel Strappazzon, integrante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, afirmó a Cash que “los que presionan para obtener las tierras son empresarios cordobeses que quieren cultivar soja”. La disminución de cultivos industriales intensivos como el algodón también perjudicó a minifundistas y pequeños productores que cosechaban en predios de 5 a 25 hectáreas y les fue imposible incorporarse al negocio de la soja cuando los precios del algodón se derrumbaron a fines de los ‘90. A los trabajadores rurales, la expansión de la soja también los perjudicó porque la incorporación de maquinaria en la etapa del sembrado y de herbicidas para el desmalezamiento hizo que la demanda de mano de obra cayera en los últimos años.
4 Dependencia tecnológica. La resistencia de la soja transgénica al herbicida glifosato que elimina la maleza mejoró la productividad, pero la adhesión al sistema implicó una importante pérdida de autonomía para los productores. La multinacional Monsanto fue quien descubrió el gen tolerante al glifosato y patentó la información genética que contienen las semillas. Monsanto, a su vez, otorgó licencias a otras compañías que ofrecen esa tecnología en sus variedades de soja. Junto a esa compañía se destacan en la provisión de insumos para el campo las grandes transnacionales de genética vegetal Pionner, Singenta, Nidera y AgrEvo. Esas empresas dominan el proceso de investigación y desarrollo biotecnológico reservándole al productor local el mero papel de consumidor. Son muy pocos los productores que pagan regalías por la utilización de semillas transgénicas, pero si el Gobierno decidiera ejercer mayor presión al momento de fiscalizar, las transnacionales podrían aumentar sus recursos de modo notable porque el 95 por ciento de la soja sembrada en el país es transgénica.
5 Resistencia a los transgénicos. Hasta el momento no está probado que los alimentos transgénicos afecten al ser humano, pero tampoco está probado lo contrario. La Unión Europea, Japón y Corea, principales clientes de Argentina junto con China, exigen a quienes les compran soja un estudio sobre los efectos que puede provocar en el ser humano. La entrada del producto se ha venido autorizando, aunque con la obligación de etiquetar todo tipo de alimentos y forrajes. Quienes critican la posición de esos países afirman que se aprovechan de los temores existentes en torno de los transgénicos para obtener ventajas comerciales fijando barreras paraarancelarias. Más allá de la polémica, lo cierto es que Argentina es el segundo productor de soja transgénica, detrás de Estados Unidos, y el primer comercializador a nivel mundial por lo que cualquier restricción en las ventas representaría un grave riesgo para el país.
El Gobierno cuenta con instrumentos de política económica para intentar relativizar el creciente peso de la soja en la economía. Una opción es el aumento de las retenciones. Pero por ahora nadie se anima a tocar alcultivo que permitió estabilizar el tipo de cambio, aumentar los ingresos fiscales y generar un efecto multiplicador del campo hacia los servicios y algunas industrias proveedoras de insumos.