Domingo, 24 de febrero de 2008 | Hoy
NOTA DE TAPA
Por Claudio Scaletta
Seguramente Gabriel García Márquez no pensaba en él cuando escribía El otoño del patriarca, pero la interminable partida de Fidel Castro del máximo poder de Cuba presenta similitudes inevitables. En particular por esa omnipresencia del líder que ya no se sabe bien si está. El palacio, la economía cubana, lucen ajados, pero pocos hablan de ella. Y cuando lo hacen toman inmediato partido velando el análisis. El renunciamiento conocido esta semana trajo nuevamente a primer plano palabras como “apertura”, “transición”, “democracia”. Todas expresiones cuyo significado depende del locutor. Pero el objeto, la economía sobre la que operará cualquier futuro, puede tener algunos elementos asibles.
La primera foto de la economía cubana no es muy halagüeña. Calles con escasos vehículos de las décadas del ’50 y ’60, muchas bicicletas, salarios muy bajos cuando son difundidos por las agencias internacionales, un 60 por ciento de la economía en manos del ejército –asumido como “guardián de la ideología socialista”–, dependencia energética, sectores dinámicos, como el turismo y la minería, explotados de manera creciente por el capital extranjero, cualquiera sea su forma de asociativismo con el Estado. Medios de comunicación, no sólo de prensa, restringidos, como Internet. Marcado carácter primario de las exportaciones y problemas de competitividad a escala microeconómica demasiado similares a los ya experimentados por las economías soviéticas en su ocaso.
La contracara se encuentra en el acceso a la educación y a la salud, un dato nada menor que empuja a la isla al lugar 51 del Indice de Desarrollo Humano de la ONU. Una lista en la que Argentina ocupa el puesto 38 y Brasil el 70. Incluso el rico vecino asociado al ALCA, México, se encuentra un casillero por debajo, en el lugar 52. El IDH combina indicadores como la expectativa de vida al nacer, tasas de alfabetización y PIB per cápita medidos en términos de Paridad del Poder Adquisitivo y que en 2007 alcanzaba en Cuba los 6000 dólares. El grueso de los países que rodean la isla, en tanto, deben buscarse más allá del puesto 100, con Haití en la cota inferior de 142.
Pero estos datos, quizá porque son logros ya conseguidos, no son los que más preocupan a los cubanos de a pie; quienes viven cotidianamente otro tipo de restricciones, como los bajos ingresos, las dificultades de acceso a la vivienda o las deficiencias del transporte público. O más trivial aún, que la carne sea un producto de lujo. Al mismo tiempo, los medios de comunicación con base en Estados Unidos bombardean la isla proclamando que existe otro mundo, pletórico de mercancías. Para las nuevas generaciones nacidas bajo la revolución, el ímpetu revolucionario parece ser cosa de sus mayores. Mucho más cerca pueden ver las nuevas diferencias sociales gestadas a la luz de una economía que se dualiza.
¿Cuba debe seguir el camino de Vietnam, que introdujo fuertes reformas de mercado? ¿La comparación entre Cuba y Vietnam es hoy similar a la que en su momento se hacía entre la Unión Soviética y China? Ya pocos recuerdan la perestroika, las reformas económicas, y la glasnost, la apertura política, impulsadas por Mijail Gorbachov en la URSS, cuando su sistema productivo comenzaba a emitir chirridos insoportables. China llevó adelante con antelación, desde 1978, su propia perestroika, pero para quienes pedían glasnost hubo Tian An Men. Aunque con historias distintas, China no para de crecer desde entonces y se convirtió en una potencia económica, mientras que la ex URSS se desmembró. En tanto, los estados “socialistas” de Asia funcionan en la práctica como estados desarrollistas con reglas muy claras para el capital; mantienen a rajatabla sus tipos de cambio, practican férreos controles de capitales que aíslan a sus economías de las turbulencias financieras y crecen; sobre todo crecen. ¿Y si se compara a Cuba con otra isla, como Taiwan? ¿O con otra más cercana, como Haití? ¿El caso cubano es en realidad único? ¿Qué camino tiene en mente la nueva dirigencia cubana? Demasiadas preguntas. Es necesario empezar por algún lado, volver a su economía.
Desde los comienzos de su historia Cuba se insertó en la división internacional del trabajo como exportador de materias primas. Antes de la revolución el principal cultivo de exportación, al igual que en tiempos de la colonia, era la caña de azúcar, un dato clave para comprender su organización social. La revolución trajo en sus primeros años la eliminación del sector privado de la economía, la planificación centralizada y la construcción del “hombre nuevo”, pero no eliminó el monocultivo azucarero como generador de divisas. En 1989 Cuba era el segundo exportador mundial, fundamentalmente hacia los países de la órbita socialista, de los que a su vez recibía petróleo subsidiado.
En el plano de la organización del trabajo, la idea del pleno uso de los recursos humanos, asumiendo que el trabajo constituye un deber social antes que un modo de “ganarse un sustento”, con una retribución primero “moral” antes que pecuniaria, llevó a que el ejército organizara la producción con duras reglamentaciones. Esta fue la base de su actual inserción y control de buena parte del aparato productivo.
En la década previa a la caída del Muro también comenzó a desarrollarse una urbanización ligada a los servicios sociales, la construcción y algunas manufacturas ligeras. El dato es que no había mucho, pero había para todos y la única fuente de salarios, el Estado, homogeneizaba la sociedad.
Con el desplome de la órbita socialista Cuba perdió el 75 por ciento de sus mercados de exportación y el acceso a energía barata. También a sus principales proveedores. Con una inserción internacional basada en un monocultivo con precios en baja, la crisis era inevitable. Apostando a ella, Estados Unidos intensificó el bloqueo a partir de 1992. El gobierno intentó mantener los precios de los alimentos, pero con una caída del PIB del orden del 40 por ciento y la pérdida de abastecimiento externo la oferta no podía satisfacer la demanda. El mercado negro no tardó en aparecer. El salario estatal comenzó a perder su función niveladora.
La reacción gubernamental durante la crisis fue primero evitar el derrumbe de los indicadores sociales, reduciendo los gastos de defensa y aumentando el endeudamiento. El segundo punto fue asumir el subdesarrollo de su estructura productiva y diversificarla. Se identificaron nuevas ramas como generadoras de divisas, entre ellas, el turismo, la minería del níquel y la biotecnología. Pero para generar divisas con agregación de valor fue necesario pensar en la competitividad de los productos y repensar los estímulos desarrollados cuando la mira era la construcción del “hombre nuevo”. El camino fue la economía mixta y la asociación con capitales extranjeros. Capitales chinos entraron a la minería y europeos y canadienses al turismo. Ya en el presente siglo, aunque todavía no sean relevantes en la estructura total, comenzaron a crecer las exportaciones no tradicionales vinculadas con la biotecnología y la industria farmacéutica. También la de servicios de salud. El convencimiento de las autoridades es aprovechar la ventaja de la alta calificación de buena parte de la población.
Otro de los cambios inducidos por la crisis fue una nueva reforma agraria. En 1993 volvió a cambiarse el régimen de la propiedad agrícola y el 75 por ciento de las tierras pasó a manos de cooperativas y agricultores individuales, quienes, a partir de septiembre de 1994, comenzaron a ser sometidos a señales de precios. Aunque el Estado continúa como principal demandante, ya no existe una planificación centralizada. En 2006 existían en la isla alrededor de 7000 cooperativas agrícolas.
La abrupta caída del ingreso del petróleo soviético fue uno de los aspectos más traumáticos de la crisis. Toda la maquinaria existente en Cuba, especialmente el transporte de origen soviético o heredado de épocas anteriores a la revolución, resultaba obsoleto, no sólo tecnológicamente, sino en términos de eficiencia energética. Durante el llamado Período Especial se recurrió intensamente a la tracción a sangre, a las bicicletas para el transporte público y a la tracción animal en el campo. En los últimos años, la cooperación comercial con Venezuela descomprimió la restricción. De acuerdo con datos de la Cepal, las exportaciones de Cuba a la República Bolivariana pasaron de 500 millones de dólares en el año 2000 a 2500 millones en 2005. Buena parte de estos recursos se destinan a la adquisición de petróleo a precios inferiores a los del mercado internacional.
Pero las reformas económicas trajeron también efectos no deseados. Por un lado, quienes se empleaban en los sectores más dinámicos de la economía mixta accedieron a salarios significativamente superiores. Por otro, el turismo trajo divisas y con ellas oportunidades para quienes supieran aprovecharlas. A modo de ejemplo, un taxista, una prostituta o cualquier vendedor callejero quedaron en posición de acceder a mayores ingresos que médicos, ingenieros y científicos, provocando una crisis en la vieja estructura de “estímulos morales”. Los méritos laborales y políticos dejaron de ser la única fuente de acceso a mayores privilegios, lo que también generó una escisión ideológica en la sociedad. Más si se tiene en cuenta que los dos sectores más importantes de la economía, que representan los dos tercios del PIB, están remunerados por fuentes distintas (ver recuadro): el sector público y las economías informal y mixtas, lo que para la óptica más ortodoxa está dando lugar al surgimiento de una burguesía. Uno de los debates que se dieron en la isla en años recientes fue si permitir el “trabajo independiente”, que puede dar lugar a formas asalariadas encubiertas. Al nuevo grupo de quienes reciben ingresos “no meritorios” se suman quienes reciben remesas de sus familiares en el extranjero. La prohibición en 2005 de la circulación de dólares estadounidenses y su reemplazo por los pesos cubanos convertibles (CUC), llamados chavitos en la isla o dólar de mentirita, sólo condujeron a un descrédito de la moneda local que reprodujo en la esfera monetaria la dualidad que comienza a manifestarse en la economía real.
Es sobre esta trama y contexto que los sucesores de Fidel Castro deberán urdir el devenir futuro del modelo cubano.
La primera foto de la economía cubana muestra calles con vehículos de los años ’50 y ’60, muchas bicicletas, salarios bajos y dependencia energética.
La contracara la ofrecen el acceso a la salud y a la educación y el puesto 51 en el Indice de Desarrollo Humano de la ONU, muy por debajo del grueso de los países que rodean la isla, ubicados más allá del 100.
El gobierno cubano indicó que el PIB creció 11,8 por ciento en 2005, 12,5 en 2006 y 7 en 2007. Para 2008 prevén una expansión del 8 por ciento.
La colaboración de Venezuela fue esencial: las exportaciones cubanas a ese país pasaron de 500 millones de dólares en el año 2000 a 2500 millones en 2005, y además Chávez le provee petróleo subsidiado.
La crisis que siguió a la caída de la URSS forzó reformas que fueron llevando a una economía mixta y a la asociación con capitales extranjeros.
Las reformas trajeron efectos no deseados. Un taxista, una prostituta o un vendedor callejero con acceso a dólares –hoy pesos convertibles– consigue mayores ingresos que médicos, ingenieros y científicos.
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