GANADORES Y PERDEDORES DEL FESTIVAL DE BONOS
El Estado Hood Robin
Por R.N.
Si no se pesificaba, un aumento del dólar del 250 por ciento en una economía superdolarizada, hubiera significado una transferencia de riqueza impresionante, quiebras de empresas en cadena y cientos de miles de familias que hubiesen perdido sus casas. La pesificación, de la manera en que se diseñó, provocó también una enorme transferencia de riqueza desde los sectores más beneficiados de la sociedad a los más sumergidos. El Estado, en vez de salir a salvar a los más pobres, les cargó las cuentas de los clientes del sistema financiero. Si se ordenan por grado de beneficio de mayor a menor hasta llegar a los verdaderos perdedores de la devaluación, los más pobres, que no tenían ni créditos ni depósitos, son los que quedan abajo.
n Deudores: Todos los que tenían deudas en dólares recibieron la gracia de la pesificación 1 a 1. Los más beneficiados fueron los exportadores, que tienen sus ingresos dolarizados y sus deudas pesificadas. También salieron airosos los deudores de créditos hipotecarios, prendarios y personales que debían montos por debajo de los máximos exceptuados del CER. Sus activos aumentaron su precio en pesos y ellos deben la misma cantidad que antes de la devaluación, pero en moneda nacional. Un ejemplo: una familia que pidió 100 mil dólares para comprar una casa la pagará 100 mil pesos. Esa casa hoy cuesta 180 mil pesos. Para colmo, ahora el Congreso está por subir el monto máximo para eliminación del CER de créditos hipotecarios a 250 mil dólares, cifra con la que, aún antes de la devaluación, se compraba una propiedad de nivel alto. El techo para exceptuar del CER a préstamos prendarios subirá a 30 mil dólares. Esa cantidad es superior al valor de cualquier auto mediano nacional a diciembre de 2001. O sea que el Estado va a subsidiar a un sector de la población con capacidad adquisitiva suficiente para comprar un vehículo importado de alta gama.
n Depositantes: Una vez que el Estado decidió pesificar los créditos, no había manera de que los bancos devolvieran dólares. Para hacerlo, las entidades financieras deberían haber aceptado perder 50 mil millones de dólares. Así que el Estado tuvo que decidir entre pesificar los ahorros de la misma manera que los préstamos o darles a los depositantes alguna ventaja que pagaría toda la sociedad. Decidió lo segundo. Primero les reprogramó los depósitos a 1,40 más CER, dándoles un 40 por ciento más de poder adquisitivo local, y luego, en el canje por Boden, terminó dándoles el monto en dólares a recuperar en su totalidad a diez años. Los depositantes perdieron sus derechos de origen por plazos e intereses, pero les fue mejor que a los que estaban fuera del sistema.
n Sociedad: El 20 por ciento de la población que está por debajo de línea de indigencia casi seguro que no tiene cuenta bancaria, pero cada vez que compra comida paga un 21 por ciento de IVA. Parte de ese impuesto irá a pagar la deuda estatal, emitida para ayudar a gente que está mejor que ellos. Del 60 por ciento de la sociedad que está por debajo de la línea de pobreza, la mayor parte no tenía ni créditos ni depósitos. Ellos y sus hijos pasarán muchos años pagando impuestos para subsidiar a sus conciudadanos más pudientes. Lo sorprendente de esta escala de ganadores y perdedores es que los dos grupos de arriba siguen manifestando su desacuerdo en la calle y los de abajo no.