Lunes, 28 de octubre de 2002 | Hoy
COSTUMBRES
› Por Sandra Russo
Los abanicos agitándose en las pequeñas manos de las damas deslumbraron a Madame Bovary en su primera visita a un castillo. Cómo llevarlo, cómo moverlo, qué querer decir con un abanico era un secreto no develado para esa burguesa con aspiraciones. El abanico siempre tuvo un lenguaje propio.
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